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El hombre de Mas en el extranjero

Francesc Homs, piedra angular de la Generalitat, tiene como misión recabar apoyos en Europa a favor del proyecto soberanista de Cataluña

Miquel Noguer
SCIAMMARELLA

La mano derecha de Artur Mas, consejero de Presidencia y jefe de las relaciones exteriores del Gobierno catalán, Francesc Homs, admite a menudo que no estaría en política si Cataluña fuera “un país normal”. Como tantos otros dirigentes de Convergència, comenzando por el propio Mas, Homs entiende por normalidad que Cataluña sea un país independiente. Y esta es la premisa que marcará la legislatura catalana y, especialmente, el fomento de las relaciones exteriores de la Generalitat, una de las grandes prioridades que se han fijado los nacionalistas, espoleados por Esquerra Republicana.

El objetivo será alcanzar la tan deseada “normalidad” y, a sabiendas de que el Gobierno central responderá con todas las herramientas a su alcance para evitarlo, los nacionalistas quieren ejercer presión desde el extranjero para dejar en evidencia a Mariano Rajoy. Su argumento será el de la “radicalidad democrática”. Entiende el Gobierno catalán que el razonamiento de que la Constitución consagra la unidad de España se tambaleará si se insiste mucho en que el Gobierno español, a diferencia de Reino Unido o Canadá, impide a los catalanes elegir democráticamente cuál debe ser su futuro colectivo. Homs se centrará en diseñar la estrategia para conseguir que se instaure este estado de opinión.

¿Por qué Mas le ha elegido a él? Sin apenas experiencia internacional, Homs es el más fiel colaborador del presidente catalán desde hace casi una década. Nadie se explica el liderazgo de Artur Mas hoy en día sin tener detrás a este abogado de 43 años. Homs, así como David Madí, que fue responsable de estrategia de Convergència hasta hace dos años, fueron los principales apoyos de Mas en sus dos fracasos consecutivos para conquistar la Generalitat en 2003 y 2006. Con Madí dedicado hoy a la consultoría desde el ámbito privado, Homs es el cargo con mayor proyección de los que auparon a Artur Mas al liderazgo de Convergència. En este núcleo, que los convergentes conocen como el pinyol \[el hueso\] están también Oriol Pujol, secretario general de Convergència Democràtica, y el consejero de Justicia, Germà Gordó.

Casi todos ellos despuntaron en el partido sin necesidad de pasar por las juventudes de la formación. Se foguearon en el sindicato universitario FNEC. Homs viene de una familia sin tradición política. “Hijo, no te metas en líos”, solían recomendarle sus padres cuando comenzó a militar activamente en Convergència.

El consejero de Presidencia forma parte del ala más soberanista de CDC

Nacido en Vic (Barcelona), ha hecho toda su carrera política en Barcelona, aunque sigue viviendo con su familia en Taradell, cerca de su localidad natal. Por su forma de hablar y de expresarse, así como por su nombre de guerra —Quico— muchos ven en él más un abogado de provincias que alguien destinado a gestionar desde la sombra el órdago soberanista.

Sus rivales le critican sus inclinaciones neoliberales en lo económico, pero admiten, como sus amigos, que es un buen y leal negociador. “Negocia duro, hasta la extenuación, y cuando llegas a un pacto con él, sabes que se cumplirá y que es como si lo hubieras cerrado con Artur Mas en persona”, explica uno de los políticos que negoció con él ni más ni menos que la redacción del Estatuto de Cataluña en 2005.

Fue Mas quien le puso al frente de la negociación. Los nacionalistas estaban entonces en la oposición y muchos dirigentes de CiU vivían con amargura que una de las más grandes operaciones políticas que se habían diseñado hasta la fecha en esa comunidad se estuviera haciendo con ellos lejos del poder. Esto explica que Homs aprovechara el contexto para aumentar el peso de las reivindicaciones soberanistas en el Estatuto, obligando a ERC a ir más lejos si cabe, lo que desestabilizó el tripartito.

Quico es muy jaleado por los sectores más independentistas de Convergència, y a ello han contribuido también sus constantes rifirrafes con Josep Antoni Duran i Lleida, máximo representante de los sectores moderados. Algunos dirigentes de CiU recuerdan peleas monumentales entre ambos. Como cuando la negociación del Estatuto llegó a las Cortes y Homs continuó presentándose como negociador de CiU pese al papel preeminente que Duran i Lleida quería tener. El choque de egos fue monumental, hasta que él mismo propuso una suerte de solución pactada: “Duran tendrá la foto, pero yo la máquina de escribir”, le dijo al diputado nacionalista Josep Sánchez Llibre.

“Hijo, no te metas en líos”, le decían sus padres, alejados de la política

Duran volverá a estar en su camino en su nueva faceta de responsable de las relaciones exteriores. La pasada legislatura, el democristiano actuó, de facto, como asesor de Mas en cuestiones internacionales y en Convergència se da por hecho que el democristiano no soltará la pieza tan fácilmente. De hecho, algunos dirigentes nacionalistas atribuyen directamente a Duran el hecho de que la denominación “relaciones exteriores” no figure en el nombre del departamento que dirige Homs. Eso sí, la simple intención de la Generalitat de aumentar la relevancia de sus relaciones exteriores ya ha provocado malestar en el Gobierno, algo que ha verbalizado el Partido Popular a través de María Dolores de Cospedal. Esta ya ha insinuado la presentación de un recurso de inconstitucionalidad si la Generalitat bautiza una consejería con el nombre de “relaciones exteriores”.

En cualquier caso, el Gobierno catalán pretende que hasta la última cancillería esté al corriente de las intenciones catalanas. El objetivo es generar una corriente de simpatía hacia la causa catalana. Y se basará en contraponer las facilidades que países como Canadá o el Reino Unido han puesto para celebrar referendos soberanistas en Quebec o Escocia con el portazo de “Madrid” a dar respuesta a las aspiraciones independentistas catalanas.

Homs no ejercerá públicamente como ministro de Exteriores. Todo el lucimiento público —si lo hay— será para Artur Mas. Pero Homs trabajará desde la sombra para coordinar la acción exterior. La Generalitat está pensando ya en renovar la estructura que Mas nombró hace dos años y que se basaba en aprovechar la experiencia a de dos veteranos diplomáticos catalanes. El exembajador de España en Túnez Senén Florensa fue nombrado secretario general de Exteriores, mientras que el exembajador de España ante la OTAN Juan Prat es ahora delegado de la Generalitat en la Unión Europea.

La naturaleza de la operación política que diseña Mas recomienda cambiar de equipo, sugieren fuentes del Gobierno catalán. Homs estaría planteándose buscar un perfil de alto nivel, pero fuera del cuerpo diplomático, para conseguir que a Cataluña se le abran puertas en Bruselas y otras grandes capitales. Ahogada financieramente, la Generalitat no tiene intención de multiplicar las delegaciones que ahora tiene en el exterior —un total de cinco— ni de nombrar embajadores a destajo. Más bien se centrará en sacarle brillo a los actuales recursos. Atrás quedará la discreción con la que ha trabajado el equipo de Mas en el exterior los últimos años para no molestar a sus socios del PP. Mas no dudará en coger aviones, aunque lo hará con la proyección económica internacional como principal argumento.

La labor estrictamente política será tan titánica como discreta. “Si el Gobierno catalán aspira a hacerse escuchar en los foros europeos tendrá que actuar con mucha inteligencia y discreción, y sin apenas lucimientos personales”, advierten fuentes de la Comisión Europea en España.

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Sobre la firma

Miquel Noguer
Es director de la edición Cataluña de EL PAÍS, donde ha desarrollado la mayor parte de su carrera profesional. Licenciado en Periodismo por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha trabajado en la redacción de Barcelona en Sociedad y Política, posición desde la que ha cubierto buena parte de los acontecimientos del proceso soberanista.

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