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los hombres clave de la operación crucero

Díaz Ferrán presionó a Ruiz Mateos para que usara a su mismo testaferro

Ángel de Cabo, encarcelado con la fianza más alta de la historia judicial, tenía informes de todos los miembros de la familia jerezana

La policía registró el lunes el domicilio de Ángel de Cabo en la urbanización valenciana de El Bosque, donde requisó material que podría aclarar el ‘caso Marsans’.
La policía registró el lunes el domicilio de Ángel de Cabo en la urbanización valenciana de El Bosque, donde requisó material que podría aclarar el ‘caso Marsans’.TANIA CASTRO

Cuando Ángel de Cabo quiere impresionar a su audiencia en una reunión hace gala de lo mucho que trabaja y lo poco que duerme. "¿A que duermo poco?", dice, volviéndose hacia los suyos. "No duerme, no duerme", asienten ellos.

De edad madura, a mitad de camino de los 50, le gusta adoptar ademán de hombre de acción a pesar de que su cintura le traiciona. Su obsesión por la apariencia es enfermiza: acude a las reuniones con exceso de acompañamiento y es frecuente que haga pasar a empleados por abogados. Le gusta impresionar pero, sobre todo, adora indagar en la vida privada de los demás, sin distinción entre clientes y adversarios, actividad que ha sido la clave de su negocio. Carece de escrúpulos. Sus éxitos enterrando empresas y dejando a trabajadores en la estacada le han llevado a disfrutar del dudoso honor de ser el encarcelado por la Operación Crucero con la fianza más alta en la historia judicial, 50 millones de euros.

Queda para el juez y los investigadores determinar dónde terminaba Gerardo Díaz Ferrán y dónde empezaba Cabo, porque hay testigos que afirman que la colaboración entre ambos fue mucho más allá del caso Marsans. Algunos indicios de ello obran en el caso de Nueva Rumasa, donde fue imputado por "prácticas de extorsión, coacción y/o amenazas a administradores concursales, jueces de lo mercantil u otras personas que pudieran hacer peligrar sus planes". Así se las gasta Ángel de Cabo.

¿Cuál es su culpa? Eloy Velasco, el juez que ha ordenado su prisión, le acusa de cooperar con el empresario Díaz Ferrán en la liquidación del grupo Marsans para ocultar su patrimonio y eludir el pago a los acreedores.

Ángel de Cabo en su despacho.
Ángel de Cabo en su despacho.

En líneas generales, Ángel de Cabo, según la investigación, creaba junto a su cliente una ficción: comprar una empresa en pérdidas con ánimo de salvarla para hacer justo lo contrario. En esa maniobra, ganaban los dos: Díaz Ferrán salvaba su patrimonio y dejaba de ser un empresario en dificultades, mientras Cabo tenía mano libre para quedarse con aquello que tuviera algún valor. Clientes, acreedores y trabajadores no estaban invitados a ese festín. Esta práctica no fue exclusiva del caso Marsans.

El pasado reciente de Ángel de Cabo y su equipo no ofrece dudas. Generalmente, utilizan los servicios de un despacho de abogados valenciano, Aszentia, que se presenta como una compañía especializada en reflotar empresas. Pese a ello, empresa que tocan muere sin remedio. Murió Teconsa, una inmobiliaria leonesa a la que se relacionó con el caso Gürtel: prometieron despedir solo al 75% de la plantilla, pero nada más llegar lo ampliaron al 90%. Y murió Marsans, la agencia de viajes que elevó a las alturas de la patronal española a Gerardo Díaz Ferrán. En Marsans, nadie sobrevivió.

Su último reto fue Nueva Rumasa, con sus más de 100 empresas, pero allí se toparon con más dificultades de las previstas; entre otras, que hubo jueces que le quitaron la administración de algunas sociedades.

Aunque sus orígenes parecen modestos, antiguos vecinos aseguran que Cabo siempre pensó a lo grande. Vivía en un discreto piso de la calle de Lladró y Mallí, un distrito de clase media cerca al centro de Valencia. Por entonces gestionaba una empresa de fontanería, heredada de su padre Juan de Cabo, con sede en la calle de Mosén Fenollar.

Cabo ya fue imputado en el ‘caso Nueva Rumasa’ por extorsión

Alentado por los buenos años del boom inmobiliario, su empresa instalaba todo aquello que tuviera que ver con la fontanería de edificios y urbanizaciones. No hay testimonios del personaje con el mono de trabajo, porque tenía la habilidad de subcontratar la mayor parte de las actividades. Ya hay noticias en esos tiempos de incidentes con los subcontratistas por aquello de cobrar el trabajo de otros y luego no pagar.

De esos orígenes remotos queda memoria en el bar de Patraix donde almorzó durante décadas. Recuerdan a Cabo como un hombre altivo, distante y con tendencia a presumir en público de la buena marcha de sus negocios. "Nos trataba como a una mierda", relata uno de los camareros, que confirma el gusto del arrestado por los trajes ostentosos, los puros Montecristo y Cohiba, o el güisqui Cardhu reserva. Vestía como un ejecutivo, aunque se dedicaba a coordinar el montaje de bañeras. "A veces venía con su hermano, que era más joven y más chulo todavía que él", apunta otro empleado, que define al personaje como "un líder que infundía miedo entre los suyos".

De cómo, cuándo y por qué hizo el tránsito entre la fontanería y el mundo de la gestión de empresas en dificultades no hay explicaciones demasiado detalladas, salvo que empezó por hacerse cargo de pequeñas constructoras con problemas para ir cosechando un modus operandi. Operó fundamentalmente en el levante español hasta que dio un primer salto a Andalucía, donde tomó las riendas de constructoras como Azagra (Sevilla), Marín Hilinger (Córdoba) o Vías, Canales y Puertos (Cádiz).

Entre las últimas actividades del caso de Azagra (donde figuran sociedades interpuestas como Mag3, Equipark, Resipark y Garsilia SLU) había una extraña concesión municipal para construir 13 aparcamientos en Sevilla, que nunca se hicieron y para los que miles de vecinos adelantaron 2.000 euros que no volverán a ver. Un minuto antes de que la empresa entrara en concurso de acreedores, aparecían De Cabo y sus abogados para hacer una compra y gestionar el enterramiento.

Desde su firma Aszendia, fundada en 2000 y con sedes en Valencia, Castellón y Madrid, rastreaba a industriales asomados al precipicio. Se presentaba como un salvador, una suerte de conseguidor bien relacionado con administradores concursales y jueces, con quienes presumía de almorzar con frecuencia. Su escenografía un tanto hortera —reloj de oro, rodeado de gente con traje y corbata, chófer y secretarias seleccionadas por su físico— daba confianza a los desesperados. "Cuando él aparecía, ellos se hacían cada vez más pobres y él cada vez más rico", cuenta un abogado.

Vestía como un ejecutivo, pese a que entonces coordinaba el montaje de bañeras

El industrial de la madera José Tolosa Sanchís, que ronda los 70, puede contarse entre sus víctimas. Contactó con él a través del abogado que gestionó el concurso de acreedores de Madeplax de L'Alcúdia (Valencia), un grupo de cinco empresas con un centenar de empleados en 2007. Tolosa encargó a Cabo y a su abogado la negociación de una deuda con el BBVA y les entregó pagarés por valor de un millón de euros que había conseguido con la venta de un terreno. De Cabo nunca saldó la deuda y el banco continuó ejecutando bienes de familiares del industrial, según la letrada de Tolosa, Cristina Oliver, que ha presentado una querella ante el Juzgado de Instrucción de Carlet (Valencia) contra el cabecilla de Aszendia y uno de sus abogados por apropiación indebida y estafa. "En su declaración se mostró frío y calculador", recuerda Oliver.

Fue en septiembre de 2009 cuando Ángel de Cabo dio el gran salto al adquirir al empresario leonés José Martínez Núñez la constructora Teconsa [llegó a facturar 420 millones de euros y contar con 1.000 trabajadores] a través de la sociedad Nuevas Formas y Diseño (NFD). A partir de ese momento, su vida se acelera. Casi un año después (junio de 2010) adquiere el Grupo Marsans [4.000 millones de facturación en sus mejores años] a través de Posibilitum Bussines y en septiembre de 2011 compra Nueva Rumasa [100 empresas y casi 10.000 trabajadores] con la sociedad Back in Business. Todas las sociedades compradoras tenían un capital de 3.000 euros y se las había adquirido a un personaje peculiar llamado Ramón Cerdá, que escribe novelas y crea sociedades prêt à porter.

"Era un histórico de Valencia", comenta el director de un despacho valenciano que prefiere guardar el anonimato. "Muy metido en antiguas quiebras y suspensiones de pagos. Compra matrices con muchas filiales para aprovechar la falta de control sobre esas filiales y así vender sus activos. Él y sus hombres se ponían grandes sueldos para sacar la masa vía salarios".

"Se ponen sueldazos que cobran mensualmente, se conceden créditos contra la masa, provisionan operaciones de ventas de activos, contratan a sus propios despachos de abogados con minutas terribles", explica un administrador concursal.

Una abogada añade: "Fabricaban facturas falsas, simulaban que un apagón había deteriorado los archivos, mandaban abogadas jóvenes sin experiencia y sin conocimiento del caso para despistar a los jueces. Todo eso sucedió en Teconsa".

Otros abogados consultados mencionan el lado más oscuro de Cabo. "Te llamaba por la noche a tu domicilio particular para que supieras que él sabía dónde vivías", cuenta una abogada. "Sabía cómo intimidar a la gente", explica otro.

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"Empezó siendo un hombre de paja como administrador de empresas", dice un profesional que ha trabajado mucho tiempo en el mismo sector que Ángel de Cabo, adquiriendo empresas al borde de la ruina. "Luego pasó a quedarse con pequeñas inmobiliarias. Fue de chapuza en chapuza. Le daban mandatos de gestión y si quedaba algo, repartían. Y fue creciendo. Lo malo es cuando haces esto con acreedores con el colmillo retorcido". Y eso es lo que ha sucedido en el caso Marsans. Lean la lista de acreedores: La Caixa, Santander, Banesto, Sabadell, Bankia, Iberojet, Pullmantur, Melia, NH Hoteles... demasiados acreedores con colmillo afilado, de los que utilizan bufetes de alto standing, alguno de los cuales abandonó a Díaz Ferrán cuando sus abogados se dieron cuenta de que estaba dispuesto a todo... aunque no fuera muy legal.

Fue hacia junio de 2011 cuando Cabo dio el salto más grande: Nueva Rumasa. Y para esta nueva adquisición llegó acompañado de Díaz Ferrán, que visitó al menos dos veces a José María Ruiz Mateos para convencerle de que la solución de Cabo era perfecta para el atolladero en el que se había metido con una red de empresas en dificultades y una emisión de pagarés insostenible. Díaz Ferrán no solo hizo la recomendación. Así lo ha atestiguado Joaquín Yvancos, el hombre de confianza de Ruiz Mateos desde 1987. Díaz Ferrán presionó.

"Me informé sobre Cabo", cuenta Yvancos. "Le visité en su despacho valenciano un par de veces. Ya me extrañó que un despacho de abogados estuviera en un polígono industrial. Allí fue donde me contó eso de que se inspiró en la película Pretty Woman y en el personaje de Richard Gere para dedicarse a salvar empresas. Allí en sus oficinas trató de impresionarme. Tenía una nave con un gimnasio, un salón comedor, una sauna, una pista de pádel sin usar, muchos coches en el aparcamiento, una limusina incluso; todo ello supongo que adquirido de lo que obtenía de otras empresas. No había dos sanitarios iguales en esa nave. Yo no veía muy clara esta operación en la que estaban empeñados los hijos de Ruiz Mateos. Luego lo supe: Cabo tenía dossieres de cada uno de ellos".

"Así que un día me amenazó", prosigue Yvancos en su testimonio. "Me dijo eso de que sabía dónde vivía mi hija en Holanda y algunas cosas más. Yo soy nieto de un general de la Guardia Civil y no me dejo amenazar".

Yvancos no pudo parar la operación y el acuerdo se ejecutó: la influencia de Díaz Ferrán y lo que sabía Cabo sobre las intimidades de algunos de los hijos hizo el resto. Yvancos quedó apartado de Nueva Rumasa. En la confusión del momento (como sucediera en Marsans) se dijo que Cabo compraba el holding por 1.800 millones de euros. Nunca hubo tal desembolso. Yvancos decidió entonces colaborar con la justicia y, entre otras cosas, investigar personalmente a Cabo.

Los agentes salen de la casa de Ángel de Cabo con cajas llenas de documentación.
Los agentes salen de la casa de Ángel de Cabo con cajas llenas de documentación.tania castro

Yvancos no es cualquier abogado. Su nombre aparece ligado a los momentos clave de Ruiz Mateos en su personal y larga cruzada contra socialistas, jueces y banqueros tras la expropiación de Rumasa (1983), hasta que logró una relativa calma y comenzó su aventura en Nueva Rumasa. Yvancos manejó numerosos informes sobre personas influyentes. Puestos a investigar sobre alguien, Yvancos ha tenido mucho más recorrido que Cabo: algunos excolaboradores de éste trabajan ahora para él.

Yvancos ha seguido el rastro del patrimonio de Ángel de Cabo entre Perú y Colombia, además de la pista sobre sus cuentas en Suiza, alguna de ellas en sucursales de bancos españoles.

Es en Suiza donde el juez Velasco ha bloqueado una cuenta con 4,9 millones de euros. Tiene mucha información sobre Esser Internacional 21, la empresa donde iba a parar una buena parte del dinero que Cabo salvaba de las empresas que había adquirido.

Yvancos conocía también su costumbre de tener al alcance talones al portador por cantidades muy elevadas, que renovaba cada mes. "Era una forma de tener dinero disponible si las cosas van mal; pero no lo ha conseguido". La policía lleva incautados dos millones de euros en los registros de varios domicilios durante la Operación Crucero, entre ellos los de su secretaria y alguno de sus colaboradores y testaferros. Caído en desgracia, su futuro se torna complicado: se ha negado a declarar y sabe que algunos de sus estrechos colaboradores no han sido detenidos, señal de que pueden estar colaborando con la justicia.

A juicio de los investigadores, Ángel de Cabo era una pieza fácil ("no tiene formación para montajes muy complicados") y mantienen la tesis de que ha seguido siendo un hombre de paja. La secuencia Teconsa, Marsans, Nueva Rumasa, con el caso Gürtel en medio y un hombre tan protegido por el PP como Díaz Ferrán, promete noticias interesantes para un futuro.

Posiblemente, Ángel de Cabo pase a ser una anécdota, él que quería ser protagonista. Como Richard Gere. Lo suyo era aparentar. Por eso, hasta hace bien poco, volvía por su antiguo barrio solo para una cosa, arreglarse el cabello en la peluquería Naharros y desfilar con sus deportivos por Patraix. “Era una persona normal”, dice el peluquero. La última vez que fue a su establecimiento lo hizo en un Porsche blanco.

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