Anticorrupción pide más de 230 años para la trama de las herencias nigerianas
El fiscal asegura que la banda embaucaba a extranjeros y les robaba sus ahorros
La Fiscalía Anticorrupción ha puesto fin a su investigación sobre uno de los más efectivos timos delictivos de los últimos lustros, el de las llamadas cartas nigerianas. Son 15 los miembros de la banda, desarticulada en 2010 por la policía, que el fiscal va a sentar en el banquillo. El líder de la trama es el nigeriano Prince Eneka Nwambu. Con vistas al juicio, Anticorrupción pide para todos ellos más de 230 años de prisión.
La estafa se basaba en cartas que la trama remitía desde Madrid y otras ciudades al extranjero en las que comunicaba a sus víctimas, elegidas al azar, la muerte de un pariente rico en España. “Eres rico. Has heredado la fortuna de un pariente fallecido en España”, decía el encabezamiento de las misivas.
Las víctimas, a las que se facilitaban varios teléfonos de contacto en España, era embaucadas para viajar a España y cobrar su herencia. Una vez en territorio nacional, la trama conducía a los engañados hasta el lugar donde supuestamente se almacenaba el dinero de la herencia, y que coincidía con una oficina del Deutsche Bank, en la que trabajaba uno de los acusados. Ahí empezaban las trampas: para obtener la herencia, la banda pedía a la víctima el adelanto de una cantidad de dinero con la excusa de que, para sacar el dinero, debía pagar una serie de impuestos al Estado español. Previamente, falsificaban papeles y membretes bancarios y hacían creer a sus presas que se trataba de documentación oficial de las autoridades españolas. Hecho el primer pago del falso impuesto, se iniciaba un auténtico calvario de mendacidades. Surgían otros y otros impuestos... Cuando la víctima creía tener por fin el dinero a su alcance y solventados todos los obstáculos, surgían nuevas pegas. Llegaba un momento en que era tanto el dinero adelantado por la víctima que resultaba difícil dar marcha atrás.
El fiscal explica en su escrito de acusación que “en la ejecución y desarrollo del engaño, los acusados asumían distintos papeles ficticios”. Unos se hacían pasar por miembros de empresas de seguridad, otros por familiares del depositante de los fondos de la herencia, otros decían representar al banco de España, otros a Hacienda, otros a aduanas... Todo ello adobado con documentación oficial falsa y teléfonos y faxes de miembros de la trama que simulaban ser autoridades o altos cargos españoles.
La voracidad para comerse los ahorros de la persona embaucada incluía “innumerables ardides”, según la fiscalía. Una de las triquiñuelas era, por ejemplo, que el banco se había equivocado de cuenta y lo había enviado a otra entidad que, a su vez, lo había bloqueado. Y para desbloquearlo, claro, había que pagar más dinero.
No era difícil convencer de tales pagos cuando el embaucado creía tener una caja llena de billetes a punto de ser suya... Convencido de haber sorteado todas las trabas fiscales y de haber desbloqueado el asunto del banco, el timado volvía a su país, con el bolsillo vacío, en la creencia de que por fin recibiría la transferencia. Todo mentira. Volvían a telefonearle para exponerle nuevas y pequeñas pegas que, una vez más, precisaban más dinero para resolverlas.
Los estafadores usaban el dinero de los ahorros de sus víctimas para comprar inmuebles o abrir negocios en Nigeria. Por esta vía, miles de euros pasaron de los afligidos deudos a la trama de Nwambu. Los delitos que se les imputan son todo un rosario: asociación ilícita, estafa, falsedad documental, blanqueo de capitales...
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