Álvarez de Miranda ve insuficiente la repercusión de la doctrina de Estrasburgo
El expresidente del Congreso, junto a otros dos supervivientes del contubernio de Múnich, es galardonado por su defensa de los Derechos Humanos
Fernando Álvarez de Miranda, expresidente del Congreso y exdefensor del pueblo, criticó ayer la escasa repercusión en España de las sentencias del Tribunal Europeo de los Derechos Humanos de Estrasburgo. Calificó también de “un tanto endeble” la proyección en España del Convenio Europeo de los Derechos del Hombre y se pronunció a favor de que, a partir de ahora, sus resoluciones sean ejecutivas.
“¿De qué sirven las buenas palabras si no se llevan a la práctica?” se preguntó. E invocó la Constitución de 1978, que integra la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948 en su articulado.
El político democratacristiano, que previamente estableció como “aceptables” la salud del estado de derecho en España y de la democracia parlamentaria, recibía este jueves en la Facultad de Derecho de Madrid —junto con el notario socialista Carlos María Brú y el ex presidente del Senado, José Federico de Carvajal, también socialista—, el premio de los Derechos Humanos, que anualmente concede la Fundación Enrique Ruano Casanova. Esta institución lleva el nombre del estudiante de la facultad madrileña muerto en enero de 1969 en el curso de una detención policial a manos de la Brigada Político Social del régimen franquista.
Los tres políticos premiados fueron en su día, mayo de 1962, participantes en el llamado Contubernio de Múnich, la primera reunión conjunta de impronta europeísta democrática, con proyección internacional, de la oposición interior y exterior española al franquismo. Muchos de sus 118 asistentes, ya fallecidos, fueron represaliados a su regreso a España con confinamientos, retirada de pasaportes, exilio, multas y separaciones de cátedras. Aquella reunión, que por primera vez desde 1939 aunó a participantes procedentes de sectores republicanos, monárquicos liberales, socialistas, democristianos y socialdemócratas —con la exclusión del Partido Comunista a la sazón hegemónico en la lucha huelguística interior y que envió delegados en calidad de observadores— sería definida por Salvador de Madariaga como “el fin de la guerra Civil”.
Otro de los premiados, Carlos María Brú, subrayó por su parte los logros de la democracia conquistada a raíz de aquel proceso: “Las expectativas de vida hoy en España son de 81 años, mientras que en 1962 eran de 72 años, en algo hemos avanzado”. Resaltó luego la importancia de excluir los insultos de las necesarias controversias políticas e hizo votos para que aquel esfuerzo conjunto “por la dignidad, la reconciliación y la concordia, realizado en Múnich, prosiga para el mantenimiento de las libertades en España”.
Por su parte, José Federico de Carvajal, militante desde 1954 del PSOE, partido que llegaría a presidir al igual que el Senado, evocó la memoria de víctimas del franquismo como el socialista Tomás Centeno, el comunista Julián Grimau y el estudiante Enrique Ruano, e hizo un alegato a favor de la clase política a la que atribuyó “la consecución de las libertades en España. El hombre sin libertad”, concluyó, “no es nada”.
En el mismo acto, que presidió el decano de la facultad madrileña, fue premiada igualmente Cristina Sáenz, estudiante de Derecho de la Universidad de Valencia, por un trabajo sobre el empleo en acciones de guerra de los llamados drones, aviones no tripulados de bombardeo, con alta capacidad de fuego sobre objetivos difícilmente discriminables.
El estudio señala los efectos de tales prácticas desde la perspectiva de los Derechos Humanos, que claramente vulneran. Fernando López Amor, exsenador del PP, realizó la laudatio de los galardonados, cuyos perfiles glosó extensamente.
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