España dejará antes de mayo sus dos bases de combate en suelo afgano
Kabul asumirá el 1 de noviembre la seguridad de la provincia bajo control español
La cuenta atrás para la retirada de las tropas españolas de Afganistán ya ha empezado. El próximo 1 de noviembre la responsabilidad sobre la seguridad de la provincia de Badghis, hasta ahora bajo control español, pasará a manos de la tercera brigada del 207 Cuerpo de Ejército afgano. En adelante, tal como se ha ensayado en dos ocasiones, la última ayer mismo, las operaciones de limpieza contra la insurgencia serán planeadas y dirigidas por los mandos afganos, aunque bajo tutela de los españoles. Y no solo con su asesoramiento. A la hora de la verdad, serán estos últimos quienes deberán sacarles las castañas del fuego, mediante su intervención directa o pidiendo el apoyo aéreo de la OTAN.
Eso sí, los soldados españoles ya no van mezclados con los afganos sino en retaguardia. Así se quiere evidenciar que son los mandos locales quienes llevan en todo momento la batuta; y se dificulta de paso que algún talibán infiltrado vuelva el arma contra sus aliados; lo que se ha convertido últimamente en la mayor pesadilla de la OTAN.
Más significativo aún: entre enero y febrero del próximo año, las tropas españolas se irán de la base Bernardo de Gálvez, en Ludina. Y en marzo o abril dejarán la Rickets, en Moqur. Para la próxima primavera se habrán retirado de sus dos únicos Puestos Avanzados de Combate (COP), los más expuestos al hostigamiento talibán y donde más ataques han sufrido. El abandono de Ludina y Moqur marcará el inicio de la retirada, primero hacia Qala-i-Naw, capital de la provincia de Badghis, y luego hacia el aeropuerto de Herat, desde donde serán repatriados los militares.
El comienzo del repliegue corresponderá a la Brigada Ligera Aerotransportable (Brilat), que el 11 de noviembre tomará el relevo a la Brigada Paracaidista. El nuevo contingente, el número 32 desde que el Ejército español llegó a Afganistán hace ya una década, será un 10% más reducido que el actual. De 1.520 efectivos se pasará a 1.370. El recorte se ha conseguido mediante la supresión de algunas unidades (una sección de reconocimiento), la no sustitución de otras (un avión de transporte C-295) o el cambio de los llamados equipos de mentorización del Ejército afgano (OMLT), con 45 miembros, por los equipos de asesoramiento militar (MAT), con solo 30. En enero regresarán también los 125 mandos de la base de Bétera (Valencia) y del Eurocuerpo que durante un año han formado parte del cuartel general conjunto de la OTAN en Kabul.
Pero la gran reducción se producirá en primavera, con la entrega al Ejército afgano de los puestos de combate avanzados; lo que, por sí solo, permitirá traer de vuelta a España a más de 500 soldados. El ministro de Defensa, Pedro Morenés, anunció recientemente en Bruselas que el calendario de retirada (que prevé recortar este año el 10% del contingente, el 40% en 2013 y el resto el año siguiente) podría acelerarse sustancialmente. Aún así, España seguirá en la misión ISAF (Fuerza Internacional de Asistencia para la Seguridad de Afganistán) hasta que eche el cierre, a finales de 2014.
Eso no significa que se haya superado la fase más complicada o de mayor riesgo. Al contrario. Desmontar la base Ruy González de Clavijo, en Qala-i-Naw, que ocupa 70 hectáreas y alberga a más de 1.000 militares; y proteger convoyes de decenas de vehículos a través de una ruta de montaña de más de cien kilómetros desde Qala-i-Naw a Herat constituye un reto logístico sin precedentes. Por eso, el Estado Mayor de la Defensa ha planeado por vez primera el envío a Afganistán de helicópteros de ataque Tigre y el Ejército ha dotado al nuevo contingente de morteros israelíes con mayor rapidez y cadencia de disparo.
Para complicar más el panorama, las tropas italianas y estadounidenses se han retirado de Bala Murghab, el distrito más peligroso de la provincia española, sin esperar a que se dieran ni siquiera las condiciones teóricas para traspasar su control al Gobierno de Kabul. Responsables militares españolas admiten que, con esta salida precipitada, los talibanes “se han crecido y han aumentado sus ataques” aunque, sostienen, el Ejército afgano los mantiene por ahora a raya. Como no hay mal que por bien no venga, EE UU ha dejado en Qala-i-Naw el hospital de campaña y los tres helicópteros de evacuación médica que tenía en Bala-Murghab, lo que garantiza una más rápida atención a los heridos.
La salida de las tropas italianas ha dejado, además, inconcluso el tramo norte de la llamada ruta Lithium, la carretera que el Gobierno español ha financiado como alternativa a la Ring Road, el anillo de circunvalación de Afganistán que solo falta por cerrar precisamente a su paso por la provincia de Badghis. Para hacerlo, habría que atravesar el valle del Murghab, en el que nadie se atreve a entrar porque está infestado de talibanes. Fiel a sus compromisos, España se propone culminar en noviembre las obras de cubrir de grava la ruta Lithium hasta la localidad de Mangan, aunque ya sabe que nadie le espera al otro lado.
A medida que acerca la hora de poner punto final a la ISAF queda claro que muchos de sus objetivos no podrán cumplirse. La duda es si se logrará el principal: que el régimen de Karzai no se derrumbe como el de Najibullah cuando se retiraron las tropas soviéticas en 1989. Para apuntalarlo, la OTAN prepara ya una nueva misión de asesoramiento e instrucción (ITAM), a partir de 2014. España participará y su propósito es mantener el control aéreo de la base de Herat, la misma por la que saldrán ahora sus tropas. Así que, por esta vez, al salir, no cierren la puerta.
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