Mensajes claros y ausencias notables
En el desayuno de Mas faltaron importantes nombres del mundo empresarial, financiero y político
Sea por una estrategia muy bien pensada en el Palacio de la Generalitat, sea por un acierto de la organización de la conferencia en sus previsiones, el caso es que Artur Mas se presentó en Madrid solo dos días después de la masiva manifestación catalanista del 11 de septiembre, celebración de la fiesta nacional catalana de la Diada. Seguramente Mas contaba de antemano con el éxito alcanzado; pero, visto lo visto, parecía que la sucesión de ambas cosas (manifestación y conferencia) las hubiera pensado concienzudamente para que se le escuchara de forma nítida en Madrid y por los que le tienen que escuchar.
Su objetivo era meridiano. Mas se subió al atril con las ideas muy definidas y las transmitió sin paños calientes. Aseguró que quería decir “aquí” lo mismo que “allí”, sin cambiar el discurso. Y se le escuchó con mucha atención una intervención bien estructurada y directa, en la que el auditorio resaltó el ánimo constructivo con el que reivindicó “el estado catalán” sin despreciar por ello la pluralidad española (abundó en referencias a España como un conjunto en el que incluyó Cataluña y al que Cataluña ha contribuido).
Pese al reclamo del invitado y los acontecimientos recientes, se notaron ausencias notables. Mas justificó la del líder de Unió y portavoz parlamentario en el Congreso de los Diputados, Josep Antoni Duran Lleida, “que participó en la manifestación en silla de ruedas y está tumbado en la cama por problemas de menisco”; pero se echó en falta a otros representantes de su formación, como el veterano diputado Josep Sánchez Llibre o el delegado del Gobierno de la Generalitat en Madrid, Jordi Casas, cuyos lugares de trabajo no están muy lejos del lugar de la conferencia. Sí asistieron representantes de las fuerzas políticas catalanas, excepto del PP, y, entre todas, destacó la presencia del expresidente socialista José Montilla. Sin embargo, no acudió nadie ni del PSOE ni del PP (a excepción de la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, evidentemente más por su cargo que por su filiación). La Casa del Rey estuvo representada por Rafael Spottorno.
En el capítulo empresarial no estuvieron los presidentes de La Caixa y de empresas de su ámbito, como Repsol o Gas Natural (estuvieron Nemesio Fernández Cuesta por la petrolera y Rafael Vilaseca por la gasista, ni del Banc de Sabadell (tuvo representantes). De matriz catalana estuvieron Salvador Alemany (presidentes de Abertis, también del ámbito de La Caixa, y del consejo asesor de Mas) y Antoni Llardén (Enagas), pero poco más. Tampoco estuvo el presidente de la patronal española, el catalán Joan Rosell, de viaje. En su lugar estuvo el vicepresidente y presidente madrileño, Arturo Fernández, y el presidente de la patronal catalana, Eugeni Gay. Miguel Martín, presidente de la patronal bancaria, y Juan Rodríguez Inciarte, director y consejero del Banco Santander, fueron de los pocos testimonios del sector financiero, mientras José Manuel Entrecanales, por Acciona, y Baldomero Falcones, de FCC, del de la construcción, sector del que sí hubo muchos segundos espadas
Pese a todo, el 129º presidente de la Generalitat en 1.200 años quedó contento. Se escuchó lo que quería transmitir (reclama “soberanía fiscal sin romper las corrientes de solidaridad”, como le ha encomendado el Parlament, y “un estado catalán”, como le reclama la calle). “Pase lo que pase, el nivel de relación entre Cataluña y España tiene que ser muy intenso", ha insistido Mas, que, de parecerse a alguno de sus antecesores, le gustaría ser una mezcla de Enric Prat de la Riba (“que no fue presidente, pero sí un constructor de lo que hoy es la Generalitat”) y de Francesc Macià, "el hombre de las ideas y sobre todo de los ideales". En todo caso, "también aspiro a la dignidad y continuidad de esa cadena, que ese eslabón no baje no sé cuántos peldaños".
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