Señorías a tiempo parcial
El Estado impone a los jueces sustitutos condiciones laborales que prohíbe a los empresarios
Nadie como el Estado para saltarse a la torera las normas que impone y exige escrupulosamente a otros.
Los jueces sustitutos y los magistrados suplentes trabajan por días, es decir, que hoy pueden estar en una vista civil reemplazando al titular del juzgado y mañana, en el paro; pasado mañana, en una toma de declaración de un proceso penal, y al siguiente, de nuevo en el paro, y así sucesivamente. Ningún juez de lo social toleraría a un empresario semejante régimen de contratación, en el que un día el trabajador tiene todos los derechos y al día siguiente engrosa las listas de desempleados —donde tiene obligación de ir a inscribirse— y su sueldo corre a cuenta del Inem.
El subterfugio es que el régimen por el que se contrata a los magistrados suplentes y a los jueces sustitutos no es laboral, sino una relación de servicio de carácter administrativo que de hecho supone una vulneración de las leyes laborales. Se utilizan unos privilegios administrativos para excluir la relación laboral y se va en contra de la Directiva Comunitaria 1999/70 CE, según la cual transcurrido cierto tiempo hay que hacer fijo al trabajador.
Porque aquí, de hacer fijo, nada de nada. Algunos de los 1.200 jueces sustitutos que hay en la actualidad llevan más de una década en esa situación y muchos de ellos, a pesar de tener que estar permanentemente localizables a disposición del Tribunal Superior de Justicia correspondiente —por su especial situación de trabajar un día sí y dos no— no han cotizado a Hacienda y la Seguridad Social ni cinco años, lo que afectará a su situación de futuro.
Y eso respecto a los días en los que efectivamente suplen a los titulares de los juzgados y tribunales, porque el Estado, en su calidad de patrón, no retribuye los días que estos jueces se dedican a estudiar los asuntos o redactar los autos y sentencias. Ni les cuenta la antigüedad, ni existe una forma de acceso a la carrera judicial específica para ellos, lo que sería lógico y razonable; no que se tengan que presentar por el cuarto turno, cada vez más restringido y con puntuaciones inferiores por haber ejercido de juez que por otros conceptos.
Se da la curiosa incongruencia de que estos magistrados están excluidos de la carrera judicial, pero forman parte del Poder Judicial. Y no puede decirse que sean algo anecdótico, pues en la actualidad son 1.200 frente a los casi 5.000 titulares que hay ahora, es decir, casi un 20%. Además, resuelven alrededor de la cuarta parte de los asuntos, sin que el índice de revocación de las resoluciones sea superior al de los titulares de los órganos respectivos, lo que quiere decir que no existe una disminución aparente en la calidad de sus resoluciones.
De obligaciones no van mal, ya que, aparte de estar disponibles las 24 horas del día y no poder planificar vacaciones, estos jueces y magistrados están sujetos al mismo régimen de incompatibilidades que los titulares a los que suplen. A pesar de no tener un sueldo fijo mensual sino cobrar por días y estar a expensas de que les llamen, las únicas actividades retribuidas que pueden ejercer son: “la docencia o investigación jurídica, así como la producción y creación literaria, artística, científica y técnica y las publicaciones derivadas de aquella”, según dispone la Ley Orgánica del Poder Judicial.
Ante lo precario e inconstante de las retribuciones, algunos jueces sustitutos lo han tenido que dejar. El caso es que, aunque solo fuera para evitar tentaciones, deberían de tener un salario mensual fijo que garantizase su independencia económica y que podría complementarse con el de los días de actividad, al menos durante el periodo para el que son nombrados.
Están agrupados en un par de asociaciones que han solicitado audiencia con el ministro de Justicia, pero Alberto Ruiz-Gallardón, que se ha entrevistado con varias asociaciones de jueces, todavía no les ha recibido.
Parece que Ruiz-Gallardón, que agobiado por los recortes se ha visto obligado a suspender las oposiciones a jueces y fiscales, tampoco tiene fondos para los sustitutos y está en la misma línea que aquel presidente norteamericano que decía: le daré cualquier cosa que me pida siempre que no sea algo que no quiera dar.
Y en todo caso, siempre se puede recurrir a Oscar Wilde: “Nunca des explicaciones. Tus amigos no las necesitan. Tus enemigos, no las creen”.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.