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Pilar Fuertes, embajadora vital para España

“Cuanta más incomprensión, más ayuda; cuanto más desdén, más atención” fue lema en su carrera diplomática

Pilar Fuertes.
Pilar Fuertes.

La vida es todo aquello que nos está pasando mientras nosotros hacemos otros planes. La vida, y la muerte, que  llega tan callando. La embajadora Pilar Fuertes falleció el lunes 2 de abril en un accidente de coche, y su vacío nos deja una sensación difícil de describir, como lo son todas las muertes inesperadas, absurdas, injustas. Como lo son todas. Se ha ido tan callando, qué paradoja, una persona vital, alegre, inteligente, optimista, joven, valiente, culta, brillante, una profesional de la diplomacia que adoraba su profesión y que al mismo tiempo vivía la vida con esa rara intensidad de quien la vive pensando que cada día puede ser el último. Tuve la suerte de que Pilar quisiera trabajar conmigo en dos ocasiones: en la Embajada de España en Bangkok primero, y luego en Madrid, en la Dirección General de Asia y Pacífico, un continente, una zona del mundo hacia la que los españoles hemos mirado poco, convencida como tantos de que todavía no nos hemos desprendido de esa tortícolis histórica que nos hace mirar hacia Occidente cuando nuestro futuro, nuestro presente, también está en Oriente. Estuvo asimismo destinada en Beirut, en Yakarta, en Guatemala, en El Cairo y en Harare (Zimbabue), donde hasta este mismo momento ha sido nuestra embajadora. En todos sus puestos dejó la impronta de su carácter y de su personalidad. En todos dejó el respeto de quien sabe hacer las cosas y hacer que pasen las cosas.

Pero sobre todo deja un recuerdo imborrable en sus amigos, que nos resistimos a aceptar el curso implacable de la vida, que no queremos hacerle caso a Einstein cuando nos dice que pretender luchar contra el destino es una ilusión, que el azar no existe, que, más bien, el azar es Dios, que se pasea de incógnito. Pilar era amiga de sus amigos y su vida ha sido un sueño del que nos ha despertado su muerte. Quizás, el viejo John Lennon tenía razón, y nuestra embajadora hacía otros planes mientras la vida le pasó por encima en su mejor momento. Se dirigía por carretera a Walvis Bay, en Namibia, a disfrutar unos días de vacaciones en compañía de su novio, Rubén, cuando la muerte le salió al paso en una de esas peligrosas pistas que son las carreteras de ese país. La carrera pierde una gran diplomática, valenciana de nacimiento (19 de julio de 1962), una mujer de Estado, como me la acaba de describir un compañero muy querido. Pocos como ella han sabido conjugar el servicio a España con total eficacia y con pasión superando las dificultades con una sonrisa cariñosa. Hemos perdido una persona excepcional que, como Oscar Wilde, no derrochaba el oro de sus días escuchando a los tediosos, que defendía su vida del ignorante, del adocenado, del vulgar, a la que no le asustaba nada. Una vez, dudando qué rumbo tomar ante una situación muy delicada con un país asiático que nos ponía en una situación imposible, me dijo: “¿Sabes?, cuanto más desdén, más atención; cuanta más incomprensión, más ayuda; cuanta más distancia, más cercanía”. Así era Pilar. Sus compañeros compartimos el inmenso dolor de sus padres, de sus hermanos, de su novio, de su familia, de sus amigos, y estamos con ellos en estos momentos tan difíciles.

José Eugenio Salarich es diplomático.

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