¿No hay nada que podamos hacer?
Después de un año currando todavía no he conseguido que me den algún tipo de documento que diga que yo hice ese trabajo
¿Nos han engañado? Cuando era pequeña me insistieron mucho en que tenía que estudiar y formarme para poder tener una “buena vida”. Si hacías esto era casi seguro que todo te fuera bien. Quise ser aplicada y cuando terminé el instituto me matriculé en Humanidades en 2001 (maravillosa carrera). Al mismo tiempo que estudiaba, hice prácticas en laboratorios de arqueología durante tres años; fui a una excavación; hice varios cursos; trabajé como guía voluntaria explicando monumentos; fui becaria en una exposición por 300 euros, (¡¡¡en negro!!!); trabajé dos veranos como informador turístico; azafata; guía acompañante de turistas; y animador sociocultural por dos años… Así, en el 2006 ya tenía mi licenciatura y parecía que todo iba a salir bien.
En septiembre de ese año empecé a trabajar en una exposición como guía y una semana más tarde era la coordinadora. Simultáneamente hice, en la Universidad Complutense de Madrid, el CAP para poder dar clases en los institutos. Después de esa exposición vino otra en la que también fui la coordinadora. Por aquel entonces trabajaba muchas horas pero ganaba 1.200 euros cosa que, para mí, estaba fenomenal (¡ya me gustaría poder pillarlos ahora!). Era el año 2007, y desde que había terminado la carrera no me había faltado trabajo, me sentía afortunada. La empresa que me contrataba para las exposiciones quedó contenta conmigo y me propuso pasar a trabajar directamente para ellos. Eso suponía que abrirían una sucursal en mi ciudad y una compañera y yo gestionaríamos los proyectos culturales. Ese proyecto era muy prometedor, enseguida me involucré y puse todo de mi parte para que tuviera éxito. En un primer momento dijeron que, cómo no sabían si iba a funcionar, tendríamos sólo media jornada y nos pagarían 700 euros (no me pareció mal). Al tiempo que abríamos una oficina y aprendía un nuevo oficio, como si tuviera Horror Vacui con mi tiempo, me matriculé en un Máster de Cultura y Patrimonio con especialidad en Museos.
Tuve suerte, y cuando terminé las clases y las prácticas, una profesora me propuso trabajar para una fundación privada realizando el inventario de los fondos artísticos de una catedral. Primero lo dudé, tenía que seguir trabajando por la mañana en la empresa y todavía tenía que presentar el proyecto fin de Máster. Pero como me dieron la posibilidad de compatibilizarlo, me eché todo en la espalda, y me dije, una vez más: “¡vamos para adelante!”
En ese trabajo me contrataron como becaria (nunca firmé nada) y me pagaron 600 euros. A principios de 2009, seguía en la empresa de gestión cultural con un contrato hasta fin de obra, ganando 700 euros y con una categoría profesional, que no sé cómo, variaba desde monitora a administrativo. Pensé que ya era hora de que me pusieran con la categoría que me correspondía y solicité que me hicieran un contrato como licenciada. Me hicieron caso y desde la primavera de 2009 conseguí mi contrato de licenciada. Esto hizo que me subieran el sueldo, de 700 a 800 euros. El contrato dejó de ser hasta fin de obra, me lo hicieron por seis meses, pero de aumentar la jornada nada. Los 800 sumados a los 600 euros de la beca me hicieron ganar la mayor suma de de dinero mensual que, hasta ahora (seamos optimistas), he logrado. Más o menos en esas fechas presenté mi proyecto fin de máster, me dijeron que les había gustado mucho, que incluso me podía dar algún beneficio profesional (esto último cayó en el olvido).
En septiembre de 2009 no me renovaron la beca, dijeron que no había dinero. Después de estar un año trabajando todas las tardes haciendo el inventario, todavía hoy, no he conseguido que me den un certificado ni ningún tipo de documento que diga que yo he hecho ese trabajo. En estos años he aprendido que lo que no puedes probar no existe, así que, a efectos prácticos, es como si no hubiera hecho ese trabajo.
En octubre de ese año me hicieron un contrato indefinido, en la empresa para la que trabajaba por las mañanas. Y en febrero del año pasado nos dijeron, a mi compañera y a mí, que ya no había dinero para mantener la oficina. Nos quedamos en la calle.
Poco después empecé a trabajar en una exposición (vuelta a los inicios). En octubre del 2011 encontré un trabajo, un Plan de Empleo gracias al cual trabajo jornada completa (incluyendo fines de semana) por 700 euros, ¡y menos mal que lo encontré! El Plan de Empleo se me termina el 31 de este mes y otra vez volveré al paro.
Entre medias, en estos años, también he hecho otras cosas. El año pasado me casé con mi novio de la Universidad. Él es profesor interino en un Instituto (recortes, menos sueldo, el verano en el paro, sin convocatoria de oposición, unos meses trabajas y otros puede que no...) Ya ven que tenemos un perfil de lo más típico hoy en día.
La situación es complicada. La nuestra es sólo una historia más, una de esas tan comunes hoy en día, en la que los protagonistas navegan en una balsa cada vez más llena de agua. Cada vez hay más olas, más frustración y más ganas de abandonar la barca antes de que se hunda.
Probablemente nadie nos engañó, porque a pesar de todo esto, formarse siempre es una buena opción y yo mantengo la esperanza de las cosas cambien. El problema es: ¿cuándo van a cambiar? Y cuando cambien, ¿qué nos vamos a encontrar?
Cada día me levanto pensando: ¿Cómo me las maravillaría yo? ¿cómo nos las podemos maravillar todos para salir de esta situación? ¿No hay nada que podamos hacer? ¿Será posible que en este país un licenciado pueda encontrar un puesto en el que se le valore y se le pague lo suficiente como para poder vivir y pensar en las cosas verdaderamente importantes?
No quiero malgastar todo mi tiempo preocupada por el trabajo y el dinero, ¡quiero vivir!
Beatriz Arredondo
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