La izquierda es culpable
No disponemos del bálsamo de Fierabrás que nos sacará de la crisis, pero al menos sabemos quién tiene la culpa. No hablemos de las responsabilidades, más o menos compartidas. Tampoco de causas y orígenes. Nada de sistemas ni historias. No, hurgar por ese lado es propio de culpables, escondidos detrás de las justificaciones grandilocuentes y del intelectualismo frívolo. Hay que hablar de culpa y de culpables, de pecado y de pecadores. A los que hay que exigir arrepentimiento y penitencia: de rodillas, ceniza en la cabeza y a rezar al rincón.
La izquierda es culpable porque a ella se debe el desenfrenado tren de vida que ha pretendido dar sanidad y escuela pública para todos, salarios dignos para los trabajadores, pensiones para nuestros jubilados, subsidios de paro para los que pierdan empleo, cuidados gratuitos para la población dependiente y desvalida e incluso una renta mínima para los más necesitados. Por vivir por encima de nuestras posibilidades, en resumen.
También es culpable por su culto al leviatán del Estado, al que ha terminado convirtiendo en un ídolo propio, de forma que aunque también puedan ser de derechas quienes lo utilicen para corromperse y enriquecerse, lo pertinente es cargar culpa y pecado sobre las espaldas de la izquierda. El gasto excesivo y al tuntún, los aeropuertos vacíos, los museos sin visitantes, los trenes sin pasajeros, las autonomías derrochadoras, el paquete entero de la corrupción, todo esto es de izquierdas aunque mande y decida la derecha. Socialismo europeo, como muy acertadamente denuncian el Tea Party americano y los candidatos republicanos.
No es la única culpa que pertenece a la izquierda. También es culpa suya que no hayamos encontrado salida a la crisis. Cuando estaba en el Gobierno, por no haberla visto venir. Luego, por no hacer nada. O por hacer algo, que siempre es poco y mal. Por la política de estímulos y por la falta de estímulos. Por controlar todo desde el Estado y a la vez por adscribirse sin que le corresponda al liberalismo desregulador. Por gestionar el capitalismo y por querer destruirlo. Si lo miramos bien es por el mero hecho de existir: cualquier otro gobernante genera confianza solo por quitarle el sillón al izquierdista. Cuando recortó algo, era culpable por recortar; ahora que recortan otros, es culpable por no haber recortado suficientemente, y luego lo sigue siendo por quejarse de los actuales y más drásticos recortes.
La culpa es de la izquierda por definición. Si hace algo mal la derecha es por contaminación socialdemócrata y reflejos izquierdistas; o porque sufre una conspiración de la izquierda para hacerla caer en una trampa. Pero su mayor culpa es la que ella misma confiesa, aunque luego no sepa arrepentirse ni purgarla: la derecha manda porque la izquierda no existe. ¡Anda! Pero si no existe, ¿cómo puede ser suya la culpa?.
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