Descrédito del héroe
A mucho se arriesgó la diputada Rosa Díez, de UPyD, al llamar cobarde al Gobierno ante el ministro del Interior, Jorge Fernández Díaz, en la por ahora más famosa tenida del hemiciclo en lo que va de temporada.
Cobarde es una palabra muy fuerte; está en la serie de palabras que se decían los chicos en el recreo para molestar a los otros, y no figura, por ejemplo, entre las opciones que ofrece Rudyard Kipling en su poema If como soportes de la idea contraria: la valentía.
Ser valiente es aguantar los 60 segundos que te lleven al cielo si pones igual cara ante la victoria y la derrota. ¿Y ser cobarde? Ser cobarde es no ser héroe, quizá, pero ser héroe es ser humilde, decía el Señor. Ningún valiente es valiente todo el rato, y cuando alcanza la perfección de su valentía es cuando muestra la parte cobarde del alma. Pues cobarde, como hubiera dicho el músico José Alfredo Jiménez, es todo el mundo, llámese Fernández o llámese Díez. Ser valiente está tirado, tiene premio. Ser cobarde se confunde con aceptar que el otro gana.
El reproche (es usted un cobarde) es siempre la vereda del insulto, y así debió tomárselo el ministro, pues en seguida le dijo a su señoría Díez una palabra que también escuece, aunque menos que cobarde, imagino. Sugirió que ella podía ser oportunista.
Vaya por Dios. Cobarde, oportunista, cómo está el vocabulario de sus señorías, y tan solo estamos en febrero. Todo viene de un cambio de actitud del Gobierno con respecto al sesgo político, y no solo policial, que está tomando el asunto de ETA en España. Rosa Díez quiere que el Gobierno popular se atreva (pues si no se atreve es cobarde) a cortar las vías políticas por las que quieren discurrir los de Amaiur.
El intercambio entre el ministro y la diputada ya se conoce, y el futuro del intercambio seguramente lo conoce también Rosa Díez. Pero el hemiciclo da para mucho, y como es Parlamento da para muchas palabras. La palabra cobarde, perdón, me parece que está fuera de ciclo, y debía estar fuera del hemiciclo. Quizá sería bueno que Rosa Díez, y todos aquellos que consideren que cobarde se puede decir como lo contrario a héroe, o a heroína, leyeran los poemas que José Manuel Caballero Bonald recoge bajo el título Descrédito del héroe (ella también podría leer El temblor del héroe, de Álvaro Pombo, que lo tiene tan a mano).
Los héroes son seres sudorosos y cansados (léase a Pérez-Reverte) cuya virtud en el campo de la guerra ha sido la de sobrevivir matando. Y al final, después de la refriega, quieren encontrar, en la paz de las tabernas, al pintor de batallas que los retrate como militantes de la inmortalidad. Pero no hay crédito para el héroe; en la paz se mezcla con todos, es uno, y se puede permitir el lujo de ser cobarde. Dice Bonald en el poema de ese título: “En todo caso, el lamentable jadeo expiatorio, impíamente amordazado entre las llamas, no siempre favorecía esa nauseabunda opción a la inmortalidad que se alberga en los excrementos del héroe”.
No sé, oí cobarde y me acordé de ese poema, que va de héroes. Y quise brindárselo a la briosa parlamentaria de UPyD, por si otra vez tiene la tentación de decir cobarde a otra señoría.
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