Oportunidad única para Rajoy
Tras el paso del presidente del PNV, Iñigo Urkullu, por La Moncloa, cuatro días después de que lo hiciera el lehendakari socialista, Patxi López, bien puede decirse que a Mariano Rajoy se las han puesto como a Fernando VII. Rajoy tiene la oportunidad única de gestionar la guinda del final de ETA, el paso de su cese definitivo a su desarme y disolución. Nunca un gobernante ha contado con un apoyo tan claro de los principales líderes políticos vascos para gestionar el final de ETA ni la disposición de la izquierda abertzale ha sido tan decidida para lograrlo. Es lo que han confirmado estos días López y Urkullu. De las palabras que Urkullu pronunció al finalizar la reunión de ayer —“receptividad absoluta”, “tengo la esperanza”— se deduce que Rajoy se ha comprometido a consolidar el fin de ETA. Otra prueba fue el positivo cambio en política penitenciaria del ministro de Interior, Jorge Fernández, en su intervención de ayer.
A Rajoy no le coge de nuevas el reto que tiene por delante. Lo sabe no solo por Urkullu —con el que en 2011 mantuvo media docena de reuniones— sino por el propio líder de su partido en Euskadi, Antonio Basagoiti, con el que mantiene una relación privilegiada y que desde hace tiempo aboga por un amplio pacto vasco para consolidar el final de ETA.
Pero Rajoy, que tiene asegurados los apoyos para contrarrestar la presión del sector más duro de la derecha, necesita dos cosas más para llevar adelante su compromiso, que ayer se lo concedió Urkullu: tiempo y discreción. Y el presidente del PNV cumplió su palabra porque apenas precisó lo tratado, sobre todo si se compara con la rueda de prensa que ofreció en La Moncloa el 26 de octubre, tras entrevistarse con José Luis Rodríguez Zapatero, seis días después de que ETA declarase el cese definitivo. Entonces presentó una hoja de ruta, aún vigente, cuyos pasos por este orden son: el reconocimiento de las víctimas del terrorismo; eliminación de las medidas extraordinarias aplicadas a los presos de ETA en materia de legislación penal y penitenciaria, empezando por el acercamiento de presos a las cárceles vascas; la excarcelación de los enfermos y la revisión de la doctrina Parot. La aplicación de estas medidas, que Rajoy también conocía por Zapatero, se acompañará de pasos en la izquierda abertzale y ETA en la admisión del daño causado.
Para cumplir esta hoja de ruta, Rajoy ha pedido discreción a los líderes políticos vascos que le van a arropar en esta andadura. Y tiempo para poder superar las presiones de la derecha más dura y de sectores de las asociaciones de víctimas que fueron vanguardia en el uso del terrorismo como arma política. Pero el factor tiempo no solo juega de un lado. Si Rajoy tiene presiones de la derecha más dura, los líderes vascos también tienen presiones de su sociedad, no solo de la izquierda abertzale, para tomar medidas cuanto antes. A Rajoy le toca administrarlo.
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