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Terrorismo antipeaje

Tiroteado en Portugal el nuevo lector de peaje de las autopistas Empresarios españoles y portugueses creen que el cobro ahoga la economía

Antonio Jiménez Barca
Julián Pérez (EFE)

La polémica entrada en vigor el pasado 8 de diciembre del peaje en cuatro principales autopistas de Portugal (A-24, en el Norte, A-25 y A-23, en la región de Beira, entre Lisboa y Oporto y la A-22, en el Algarve), está generando ya, además de marchas, manifestaciones y concentraciones pacíficas, protestas violentas: ayer martes, un empleado de las autopistas fue herido levemente por disparos de escopeta cuando acudió a uno de los arcos que leen las tarjetas de peaje que había sido incendiado por unos saboteadores.

Ocurrió en la autovía del Algarve, la más conflictiva. De hecho, la madrugada del lunes, en esta misma carretera, uno de los arcos metálicos que leen las tarjetas magnéticas de estos peajes fue inutilizado, también a tiros, después de incendiar su equipamiento electrónico. El arco se encuentra entre las localidades de Boliqueme y Albufera, en el Algarve, a unos 70 kilómetros de la frontera. João Vasconcelos, que preside una de las asociaciones de usuarios que, a uno y al otro lado de la frontera,se han opuesto a que se cobre por utilizar estas autopistas, condenó el acto por “criminal y lesivo para los intereses de los ciudadanos”, pero recordó: “Ya advertimos en su tiempo que esto podía pasar”.

El Gobierno del conservador Pedro Pasos Coelho decidió que las tres autopistas bautizadas en su tiempo como SCUT (Sem Cousto Para o Utilizador, en una denominación que, lógicamente, ya se ha quedado anticuada) pasen a ser de peaje a fin de que la recaudación contribuya a enjugar el enorme déficit público que ahoga Portugal. No se trata, además, de un peaje normal, con una cabina al efecto. Se lleva a cabo previa adquisición de una tarjeta de la que se van descontando los importes, lo que ha generado no pocas confusiones y contratiempos, según denuncian los automovilistas.

Las asociaciones de comerciantes, operadores turísticos, asociaciones de transportistas y usuarios de España y Portugal se han opuesto a la medida por considerar que estrangulará aún más el tráfico y la debilitada economía del país. En el caso del Algarve, los contrarios a los peajes argumentan que el costo de la autopista principal que vertebra la región –y que la comunica con España- afectará al turismo, la principal fuente de riqueza de una zona atrasada.

Por lo pronto, según recoge la prensa portuguesa, los conductores, por lo menos en el caso de la A-22, en el Algarve, han desertado de la autopista de peaje y han vuelto a la vieja carretera nacional 125, de un carril por sentido,conocida como “estrada da norte” por los accidentes que registraba.

La organización que preside Vasconcelos propugna, simplemente, el no pagar. Muchos no lo hacen por desconocer el sistema para hacerlo. Otros por convicción. Ya el día de estreno de la medida, en el Algarve, miembros de una asociación anti-peaje repartían un folleto en el que se decía, simplemente, “Haz como yo: no pagues”.La policía asegura que intensificará los controles para evitar nuevos episodios de vandalismo y para perseguir a los que se niegan a pagar.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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