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Los años de Marianito en O Carballiño

El arqueólogo Felipe Senén recuerda la infancia ourensana del futuro presidente

Los años de niñez en O Carballiño (Ourense) fueron tiempos dichosos para Mariano Rajoy. Cuando el pasado 20 de noviembre se asomó triunfante al balcón de la calle de Génova, lejos le quedaban al futuro presidente aquellos días en los que en el patio de luces de su casa de O Ribeiro llovía chocolate. Entonces le llamaban Marianito. El título de Mariano lo ostentaba su padre, destinado como juez en la localidad ourensana a finales de la década de los cincuenta, cuando lucía aún flamante el templo de la Veracruz y la degustación del pulpo comenzaba a consagrarse como tradición festiva en la ribera del Arenteiro.

Los Rajoy vivían en el primer piso de un edificio conocido como Casa Cortés. El tercero lo ocupaba la familia López Gómez, propietaria del comercio Las Novedades. Del primero al último, en la tienda todos se desvivían por mimar al niño. Marianito podía verse con frecuencia por allí, acurrucado como un ovillo más en el regazo de las empleadas que atendían la tricotosa, o jugando con cualquier cacharro del ultramarinos.

Rajoy, en la playa de Sanxenxo. La foto la tomó Felipe López y la ha reproducido Xurxo Lobato.
Rajoy, en la playa de Sanxenxo. La foto la tomó Felipe López y la ha reproducido Xurxo Lobato.

El hijo de los propietarios, Felipe Senén, que con los años llegaría a ser director del Museo Arqueológico de A Coruña, ha sabido conservar las fotografías que su padre Luis hizo de aquel joven vecino. Junto con otras que forman la crónica de una época pasada. Dice que “el chaval, además de guapo, era muy respetuoso y ya apuntaba maneras sobrias y responsables”. Buen estudiante desde el principio, en O Carballiño escribió sus primeras letras en el colegio del Sagrado Corazón, en el que también estudiaba por aquel entonces el líder de los socialistas gallegos, Pachi Vázquez.

En ocasiones, a la vuelta de la escuela, cuando Eulalia, la asistenta, no podía hacerse cargo, Marianito quedaba al cuidado de su vecino mayor. “Era muy curioso, siempre interesado por todo”, recuerda Senén. “Solíamos jugar con una pizarra y un globo terráqueo, y yo le enseñaba cosas singulares de otras partes del mundo”. Además de esos momentos, guarda el recuerdo de los cuentos de Walt Disney y la pluma Inoxcrom que los Rajoy le regalaron en su primera comunión, y conserva aún la postal que Marianito le escribió desde Oviedo contándole “la sorpresa que se llevó al ver a la osa Petra en el parque”.

El niño Rajoy con una escopeta.
El niño Rajoy con una escopeta.
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Senén dice de los padres del futuro presidente que “eran gente seria, muy de respetar". Puertas adentro, les gustaban los embutidos Pamplonica y los chocolates Matías López, de Sarria, que el comerciante carballinés seguía enviando puntualmente a los Rajoy cuando se trasladaron a Oviedo y León. Tal era el gusto de Marianito por los cacaos que la madre de Senén solía tirarle chocolatinas desde el tercer piso al patio de luces. Y el niño, en su ingenuidad infantil, creía que los dulces llovían del cielo. No queda esperanza de que tal fantasía haya podido sobrevivir en un registrador de la realidad.

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