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El PP sale del túnel en Girona

Los sondeos dan al partido un escaño en la provincia, única sin representación de los populares La derecha española solo lo había logrado en 1982 y 2000

Alberto Ruiz-Gallardón y Alicia Sánchez-Camacho acompañan en Blanes al candidato Enric Millo (izquierda).
Alberto Ruiz-Gallardón y Alicia Sánchez-Camacho acompañan en Blanes al candidato Enric Millo (izquierda).

Hay una provincia en España donde que el PP consiga un diputado al Congreso puede considerarse un hecho casi histórico. Una provincia donde el 70% del electorado confiesa que “nunca” votaría a este partido. En Girona, feudo del nacionalismo catalán, votar al PP en unas elecciones generales era hasta hace poco casi una extravagancia. Los comicios de este domingo, coinciden todas las encuestas, darán un vuelco a la situación y Enric Millo, cabeza de lista, logrará un escaño. Solo en 1982, cuando Alianza Popular se benefició del hundimiento de UCD, y en 2000, cuando Aznar barrió en toda España, el partido hegemónico de la derecha española había logrado clavar su pica aquí.

“Girona es la tercera provincia de España con mayor rechazo al PP, solo por detrás de Bizkaia y Gipuzkoa”, afirma Lluis Orriols, profesor de Ciencia Política de la Universidad de Girona. El mensaje del nacionalismo catalán de que el PP es un partido “de fuera” ha calado hondo en Girona con la ayuda del resto de partidos. Los candidatos del PSC y de ERC han mostrado su “orgullo” durante la campaña porque el PP no haya tenido representantes en la provincia. Enric Millo lo califica de “anomalía democrática”.

El recurso contra el Estatuto de Cataluña ante el Constitucional, en 2006, fue un palo en la rueda para las ambiciones de los populares locales. “No podíamos salir a la calle sin recibir insultos”, recuerda Millo. “Algunos incluso me decían que cómo me atrevía a hacer campaña”. El PP necesitaba a una figura en Girona para encabezar las listas al Parlamento catalán de ese año y el elegido fue Millo. “Me llamó Josep Piqué [expresidente del PP catalán]. Teníamos todas las encuestas en contra, pero logramos entrar”, dice el candidato, portavoz del grupo en el Parlamento autónomo, cargo al que renunciará si es elegido diputado en Madrid.

El 70% “nunca” votaría al PP, cifra solo superada en Bizkaia y Gipuzkoa

La elección de Millo no fue casual. Ajeno al PP, era también un político y empresario que venía de otra formación: fue miembro de la ejecutiva de Unió Democràtica de Cataluña, partido que abandonó en 2003. Millo incluso llegó a estar imputado en una trama de financiación ilegal de Unió cuando era delegado del Departamento de Trabajo en Girona. La causa fue archivada en 2008. Un periodista con amplia experiencia lo califica de “superviviente político”.

La portavoz del PP en el Ayuntamiento de Girona, Concepción Veray, cree que la presencia del PP en el mapa político local “se ha normalizado”. En las últimas elecciones municipales, el PP logró 38 concejales en 28 municipios, un salto comparado con los 19 concejales en 14 municipios que logró en 2007. “Las cosas han cambiado”, opina Veray. “Hace unos años era impensable tener la sede abierta en el centro de Girona y no sufrir incidentes durante la campaña”, explica.

El PP también se ha visto perjudicado en Girona por la misma ley d’Hondt que le beneficia en otras circunscripciones. “La ley perjudica a los partidos minoritarios, y el PP aquí, una provincia que elige solo seis diputados, lo es”, explica Orriols. “Necesitamos 45.000 votos para un diputado”, dice Millo, que ha estudiado todos los números. Serían 5.000 votos más que los recibidos en 2008.

¿Quién vota al PP? “Predominan las personas con padre o madre nacidos fuera de Cataluña que tienen el castellano como primera lengua y se consideran más españolas que catalanas”, responde Orriols. Este perfil el PP lo comparte con el PSC —de hecho este perfil es, mayoritariamente, el de un votante socialista—. Pero Millo persigue también a otro colectivo: “Los empresarios y comerciantes de centroderecha que no quieren romper con España”. El giro de CiU hacia el soberanismo, opina Millo, ha abierto un nuevo caladero de votos al PP.

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