Rajoy vuelve a su refugio del “depende”
El líder del PP apura las últimas horas intentando no mojarse Con la prima descontrolada, Rubalcaba y Chacón piden un voto contra el “programa oculto”
Mariano Rajoy estaba casi a punto de lograr su objetivo: llegar hasta las elecciones del domingo sin anunciar una sola medida impopular. Sin molestar a nadie. Disimulando. Después del debate con Alfredo Pérez Rubalcaba, solo le temía a las entrevistas de la última semana. En una campaña sin una sola rueda de prensa como la del PP —Rubalcaba ha ofrecido dos, aunque aceptó pocas preguntas— es el único momento descontrolado en el que el líder tiene que hacer algo más que seguir un discurso diseñado y escrito.
Primero se metió en un charco en Antena 3 con la ley del tabaco, que pese a haber votado ahora pone en duda. Y desde ese día —el miércoles de la semana pasada— los suyos han tenido que suavizar para evitar la enorme polémica montada, sobre todo en Internet, ante el temor a una marcha atrás en una ley muy apoyada socialmente. Y después llegó la entrevista de EL PAÍS, ayer, en la que Rajoy planteó las serias dificultades para financiar la Ley de Dependencia, anunció que cortará en todo menos en pensiones y denunció que hay mucho fraude en el seguro del desempleo —lo que apunta a una revisión— y aseguró que él cree que bajará su coste porque en el futuro habrá menos gente que lo perciba.
A veces estar en los grises es ubicarse en el sentido común
La reacción fue inmediata, y no solo por parte de los socialistas, también de asociaciones que representan a los dependientes. El líder se dio cuenta rápidamente de que, de nuevo, cada vez que aclara un poco sus planes y habla en una entrevista con algo de franqueza, se le vuelve en contra. Y se refugió inmediatamente en su guarida preferida: la ambigüedad y el “depende” que ya le ha hecho famoso. Tanto que parece que cada día le gusta más su propia caricatura.
Desde Cataluña, donde se encuentra cada vez más cómodo y está a punto de lograr el sueño de ganar a CiU, que no alcanzó ni José María Aznar, Rajoy ofreció una entrevista a la cadena SER. Y se obsesionó tanto por no contestar a nada y refugiarse en el depende, que en algún momento llegó al absurdo:
—Señor Rajoy, ¿tiene decidido el nombre de su ministro de Economía? ¿Sera ministro o ministra?
—Bueno... Eso depende...
—¿Depende de qué? No me haga eso.
—Bueno, es que...
—¿Pero lo tiene decidido?
—Sí, sí.
—¿Y es ministro o ministra?
—Oiga, pero, claro...
—¿Y el de Exteriores?
—Ese también es muy importante.
El candidato del PSOE alerta de los recortes para atraer a los abstencionistas
Rajoy también explicó que no es que no apoye la Ley de Dependencia, que él votó, sino que unos expertos dijeron que no hay financiación suficiente y que él la desarrollará cuando haya más ingresos. El líder del PP daba un paso para adelante y dos para atrás. Cuando le preguntaron sobre la propuesta de Esperanza Aguirre para que no todos los pensionistas tengan gratis los medicamentos, solo los de rentas bajas, primero dijo: “No hay que descartar esto”. Y luego: “No estoy de acuerdo”.
Claro si en algún momento apareció Rajoy en estado puro, ese asesino de titulares, o “maestro de la ambigüedad”, como lo definía The Guardian, fue de nuevo matizándose a sí mismo e intentando no pisar demasiados charcos con el asunto del tabaco:
—¿Es partidario de que haya zonas de fumadores en los bares?
—Soy partidario de preservar la salud. Siempre y cuando no estorben a nadie no veo inconveniente, pero la prioridad es la salud.
—O sea sí.
—Bueno, mire, todas las respuestas tienen sus matices, no me diga sí o no porque no es ese el tema.
—Hombre, sí que lo es, ¿no?
—No, no, no, no, no, no, todas las cosas tienen sus matices, el mundo no es blanco o negro, tiene grises, y a veces estar ubicado en los grises es estar ubicado en el sentido común, la moderación, el equilibrio.
Su opinión sobre la Ley de Dependencia en EL PAÍS levantó ayer protestas
Rajoy intenta hasta el último minuto llegar a La Moncloa sin desvelar sus planes. Aunque ayer sus opiniones sobre la Ley de Dependencia generaron ya una oposición importante. Varias asociaciones protestaron y la ministra de Sanidad, Leire Pajín, les animó a manifestarse antes del 20-N. Algunas asociaciones apuntaron que lo harán, aunque legalmente solo podrían hacerlo hoy.
Y sin embargo, el asunto central de la campaña no tiene nada que ver con ella. La supera y sepulta. Es la prima de riesgo, que rozó los 500 a tres días del voto. Rajoy insistió en que él dará la confianza para rebajarla —aunque parece evidente que los mercados no se calman pese a su inminente victoria— y Rubalcaba pidió por la mañana que interviniera el Banco Central Europeo, algo que sucedió por la tarde. El candidato del PSOE insistió en que no hay riesgo de intervención.
Ninguno de los dos líderes quiere hablar de qué harán tras el 20-N
Rubalcaba, durante todo este tiempo, también en el debate, ha intentado —sin éxito, como reconoció ayer él mismo— esperar estas escasas oportunidades en las que Rajoy habla de recortes para tratar de animar a los abstencionistas. Aunque casi más parecen preocuparle, por sus discursos, los votos que se le van por la izquierda. “Por acabar con el bipartidismo algunos pueden facilitar el monopartidismo del PP”, dijo ayer en Barcelona. “Alcanzar el Gobierno sin revelar nada de lo que quieren hacer se llama fraude democrático”, remató Carme Chacón contra Rajoy.
Acaba hoy una campaña muy extraña en la que en todo momento el resultado parece escrito y en realidad ninguno de los dos candidatos quiere hablar de lo que va a pasar a partir del 21. Uno, Rajoy, porque lleva casi cuatro años, desde su derrota de 2008, intentando reinventarse a él y al PP para no dar miedo como en ese año, en el que solo en Cataluña el PSOE le sacó 17 diputados de diferencia. Y la mejor manera que ha encontrado de no asustar es no hablar de lo que va a hacer.
El otro, Rubalcaba, porque sabe que le espera una durísima batalla interna y, en caso de que la gane —si quiere darla—, una no menos tremenda travesía del desierto en la oposición. Claro que si es inevitable para Rajoy que en algún momento, en alguna entrevista, se le escape algo de lo que tiene en la cabeza, también lo es que Rubalcaba escuche el runrún interno sobre la intención de su principal rival, Carme Chacón, de disputarle el liderazgo del PSOE.
Ella lo dejó caer, de nuevo, a su manera, el miércoles. Y ayer ambos hablaron de “mimitos”, se lanzaron piropos, fingieron durante todo el día que no son rivales y no pararon de besarse. Pero lo son, lo sabe todo el partido, y también casi todo el mundo fuera. Y se ve en todos los detalles. También en los gestos, en las imágenes, siempre importantes en una persona como ella que las cuida mucho. Y la escenografía del gran mitin en el Centro de Convenciones del Fórum —el PSC ya no se atreve como antaño con el Palau Sant Jordi— era clara: enormes fotografías en blanco y negro de Chacón, un larguísimo vídeo muy personal, y la sensación de que Rubalcaba no era ayer el protagonista.
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