“No quites la botica, no nos dejes solos”

Antonio Mónica tiene aproximadamente 300 clientes fijos y, sin embargo, lleva casi cinco meses planteándose cerrar su negocio. Justo el tiempo que la Junta de Castilla-La Mancha lleva sin abonar a los farmacéuticos de la comunidad los medicamentos dispensados con receta. Mónica es el único boticario de Tinajas, un pueblo de 330 habitantes enclavado en plena Alcarria conquense, a 66 kilómetros de la capital.

Lleva en el pueblo desde 2006, cuando adquirió la farmacia. Vive justo encima de la botica, entre la iglesia y la plaza del Ayuntamiento. Es el único profesional sanitario que duerme en la localidad y eso sus habitantes lo valoran. Ser boticario rural no era la vocación de Mónica pero este farmacéutico de 35 años descubrió que en un pueblo pequeño podía ejercer una labor asistencial, totalmente alejada del trato frío y distante de las grandes capitales. Aunque tiene un horario fijo de atención al público, suelen ser las campanadas de la Iglesia las que marcan las visitas de sus clientes, que aprovechan la salida de misa para recoger sus medicinas.

Pero el hecho es que muchos golpean su picaporte a cualquier hora del día. “Es que he visto que había luz…”, se escudan. En ocasiones no lo reclaman por los medicamentos, sino para otras cuestiones que nada tienen que ver con la botica, como que les arregle sus teléfonos móviles. Es otro de los ejemplos de cercanía que tanto reconfortan a este farmacéutico.

Pero los impagos le han hecho replantearse si la experiencia merece la pena. Los retrasos de la Junta afectan sobre todo a las pequeñas farmacias, como la de Mónica, cuyos ingresos dependen casi en su totalidad de los medicamentos dispensados con receta de la Seguridad Social. Mónica ha acudido a los bancos para obtener crédito, pero la hipoteca sobre su farmacia es un obstáculo para su concesión. A cambio, para disponer de efectivo para adquirir medicinas, ha optado por reducir su stock al mínimo. “Prefiero disponer de dinero en líquido para comprar y aguantar estos meses”. Sabe que con esta decisión rebaja la calidad de su servicio pero, de otro modo, obligaría a sus vecinos a tener que ir a otra farmacia a por las medicinas.

Mónica asegura que la sociedad no es consciente de la angustiosa situación del gremio ya que los propios Colegios de Farmacéuticos les impiden hablar porque, sostiene, “están temerosos ante las amenazas de liberalización del sector por parte de la Junta”. No entiende por qué, tras la huelga del sector en agosto, optaron por negociar con el Gobierno. “Llevamos cuatro meses así y solo hemos conseguido endeudarnos más”, se lamenta.

Mónica tiene marcado el 20 de febrero de 2012 en rojo. Es el día en el que el Ejecutivo regional se comprometió verbalmente a abonar el mes de enero de ese año. Cuenta con ese dinero, de lo contrario no podrá despachar a sus vecinos sus medicamentos porque no tendrá con qué pagarlos. Prescindir de la botica es algo de lo que los habitantes de Tinajas no quieren oír hablar —las únicas tres señales que hay en sus calles empinadas indican el camino al Ayuntamiento, a la Iglesia y a la farmacia—. Luciana entra en el establecimiento camino de misa. Pregunta por su medicación para la tensión y trata a Mónica con familiaridad. Cuando se le inquiere por el conflicto en el sector, espontánea le dice al boticario: “No quites la farmacia. Si hace falta nosotros te pagamos las medicinas, pero no nos dejes solos”.