Euskadi encara su campaña más insólita
Sin ETA, asiste a la pugna por la supremacía nacionalista en un clima que es favorable al PP
Euskadi jamás ha conocido una situación electoral como la que se inició anoche. Cualquier parecido con una realidad anterior se trata de pura coincidencia. De entrada, un hecho diferencial cual es la inédita ausencia de la violencia de ETA ya representa un elemento segregador suficiente por sí mismo para sustanciar unos comicios que parecen reducidos a definir si el PP alcanzará la mayoría absoluta, hasta dónde llegará la debacle socialista y quién será la primera fuerza en la pugna nacionalista.
En el empeño coincidieron ayer las diferentes candidaturas vascas, además con una motivación sensiblemente diferenciada. Y es que, por encima de la significación de los escenarios geográficos elegidos para el arranque de sus respectivas campañas, los partidos son conscientes de que en el País Vasco los resultados del 20-N van a tener una lectura inmediata en una doble dirección: de un lado, el sesgo que debe aportarse al nuevo escenario político y, de otro, el consiguiente pulso de fuerzas ante las próximas autonómicas, donde, previsiblemente, todas las sensibilidades políticas ya estarán representadas.
¿Hasta dónde influirá el cese de la violencia en estas elecciones generales en el País Vasco? Hay quienes entienden que sencillamente se repetirá el escenario ya vivido en las recientes elecciones locales y forales de mayo, que reflejaron una irrupción al alza de la izquierda abertzale, sobre todo con su mayoría aplastante en Gipuzkoa. “Entonces ya se pudo votar a una opción de la izquierda abertzale que era Bildu y ahora ocurre lo mismo con el añadido de Aralar”, reconocía ayer un sociólogo nacionalista en referencia a la configuración de Amaiur. Incluso, en medios socialistas se entiende que la nueva situación “solo favorece a la izquierda abertzale porque se está quedando con todos los réditos de la paz cuando, en realidad, el terrorismo nos ha partido la cara a los demás”.
Bajo este diagnóstico resultan fáciles de entender las previsiones electorales al alza que se asignan a Amaiur ante el 20-N y que le aseguran, con rotundidad, grupo parlamentario propio en el Congreso. Y es aquí donde se plantea la atrayente pugna sobre la supremacía nacionalista que entrañan las próximas elecciones. En ese contexto, unánimemente aceptado en la clase política, el PNV asume sin dilación que le ha salido un serio rival que puede comprometer su tradicional liderazgo, paradójicamente después de haber librado una dura batalla para encarrilar el proceso de paz y acelerar el inmediato por necesario compromiso de esta izquierda radical con las vías políticas. Sin embargo, en el EBB dan “por bien empleada” esta dosis de generosidad, según asumía uno de sus dirigentes horas antes de iniciar la campaña en un hotel de Vitoria. Para los jeltzales, es “más importante” lo que “significa para el futuro esta situación” que los “resultados electorales”.
En Amaiur no reparan en gestos altruistas. Sus dirigentes prefieren fijarse en lo que se juegan el 20-N, en unas elecciones a las que acuden sin la tutela de ETA, pero donde no se resisten a abandonar su victimismo democrático de que “Sortu no puede presentarse”. En base a sus previsiones, la “espuma de la ola” de Gipuzkoa sigue al alza y les garantiza un rédito electoral que dilapida, de mano, las opciones del PNV y compromete al máximo el discurso de Odón Elorza de aspirar a una victoria del PSE-EE.
¿Quién ganará? Hasta ahora, las únicas referencias estimativas sobre el resultado del 20-N en el Paìs Vasco se reducen a las encuestas de dos partidos, coincidentes ambas en situar al PP como ganador por escasa diferencia de votos sobre Amaiur, aunque, eso sí, con el mismo número de cinco escaños. Sin embargo, un sociólogo socialista estimaba ayer mismo que la “pugna final” estaría “entre PP y PNV”, con ligera ventaja incluso hacia los nacionalistas y también con el mismo número de cinco diputados. ¿La clave? “El votante sabe que en Madrid, en cuestiones que afectan a Euskadi, entre PNV y la izquierda abertzale, que es una incógnita en estas cosas, hay mucha diferencia”, en opinión de un empresario que había escuchado horas antes a Iñigo Urkullu, presidente del EBB, en un foro de Madrid.
Así las cosas, y en un intento de resolver la incógnita, entre los partidos aludidos se da la callada por respuesta para no pillarse los dedos sobre cuál será el resultado final. El PP, no obstante, dispone de unas alentadoras encuestas sobre su suerte en Euskadi y el PSE-EE, además, sabe sus resultados. En base a estas previsiones, el vendaval popular que llega desde Madrid provocará, sin duda, sus efectos devastadores en las urnas de Euskadi en detrimento de los socialistas, que se temen una seria debacle. En esencia, volvería a repetirse, pero a la inversa, la situación de hace cuatro años. Para entender la magnitud de la posible derrota del PSE-EE cabe recordar que en 2008 el factor Zapatero se tradujo en una histórica victoria de su partido en cada uno de los tres territorios vascos con un total de nueve escaños y que, sin embargo, ahora la cuota podría quedarse en cuatro diputados.
Un triunfo del PP, sobre todo, marcaría un inédito punto de inflexión en la democracia vasca. Lógicamente sería, de entrada, la traslación inmediata del huracán Rajoy, pero, a continuación, pondría en bandeja a Antonio Basagoiti exhibir la impronta de su filosofía y así acabaría para siempre, y en un momento de hondo significado, con los restos del espíritu sangilista que tiene su proyección estatal en Mayor Oreja.
Pero si se produjera esta victoria popular en Euskadi, incluso reducida a un empate a escaños con menos votos frente a PNV y Amaiur, la interpretación sobre su papel a jugar en el nuevo escenario político vasco surgiría espontáneamente. A diferencia del doloroso ostracismo al que se vio reducido en los tiempos del plomo, el PP, asentado a partir de ahora sobre su cuota institucional y la proyección que le aporta su condición de socio preferente del Gobierno vasco, se dispone a jugar sus propias fichas alentado por el poder que dispondrá en Madrid a partir del 20-N, incluso al margen de la representación territorial que alcance en el reparto institucional que acometa Rajoy.
Y es que ahora el PP forma parte del ajedrez vasco, del que había sido repudiado por “español”. La izquierda abertzale y el PNV, por un lado, y el PSE, desde el otro, ya ven a los populares como un elemento determinante para sus respectivos intereses. Bildu, de hecho, ya lo ha demostrado con acuerdos puntuales en San Sebastián que le permiten, de paso, engrasar sus contactos para cuando sus generales tengan que abordar cuestiones de Estado con Rajoy.
En el caso del PNV, la voluntad de entendimiento de Urkullu es doble, porque a la solución del conflicto une, sin duda, la posibilidad de requerir de Basagoiti el apoyo que le permita volver a gobernar en Euskadi. Los socialistas, en cambio, bastante tienen con que su socio no les deje solos. Por todo ello son importantes las elecciones del 20-N en Euskadi.
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