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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Paz o victoria

“Las consecuencias del conflicto”, en lenguaje de ETA, significan más que negociar sobre presos

Antonio Elorza

En una columna publicada aquí hace un par de semanas, sugerí que de materializarse la mediación de Brian Currin, ETA dejaría de tener razones para desaparecer. Por su parte, el experto de este diario en el tema ha venido insistiendo en que el fin de ETA era “irreversible”. Aunque parezca absurdo, ambas predicciones se han confirmado. ETA declara el “cese definitivo” de su actividad armada, lo cual puede ser interpretado como el preludio a su desaparición —¿de qué sirve una organización terrorista que no practica la violencia?—, pero al mismo tiempo emplaza a los Gobiernos español y francés, siguiendo la pauta previamente trazada por Currin y la izquierda abertzale, a una negociación sobre “las consecuencias del conflicto”, lo cual implica su supervivencia, por lo menos hasta que ese aspecto sea resuelto.

La explicación de la paradoja se encuentra en el desarrollo de los acontecimientos durante los últimos días, y especialmente en la extraña historia cuyo momento central fue la llamada Conferencia de Paz celebrada en San Sebastián. A su vez, para entender el sentido de esta, hace falta leer el artículo Elegir la paz en el País Vasco, publicado por el mediador/valedor Brian Currin, en Le Monde diplomatique. En función de ello, conviene matizar la afirmación escrita en estas páginas de que “la Conferencia no es ETA”. Con los datos de esta semana podemos decir que la conferencia ha sido un perfecto instrumento de la estrategia de la izquierda abertzale, acorde en este punto con ETA, y con la finalidad de que nos habla Currin en el artículo: “Puede temerse —declara— que [una vez desaparecida ETA] el Gobierno español entre en un punto muerto sobre los aspectos políticos del conflicto para proclamar su victoria en la lucha contra el terrorismo (subrayado B.C.)”. Y concluye: “La constitución del Grupo Internacional de Contacto está dirigida, en parte, a impedirlo”. Más claro, imposible.

Montada con una técnica propagandística de gran calidad, la conferencia de San Sebastián respondía a ese objetivo: lograr que ETA no se hundiera políticamente con el Gobierno como interlocutor y administrador de su derrota, haciendo en cambio de esta la plataforma para un relanzamiento de la negociación política. No vale quedarse en la primera frase, aunque sea la principal. La letra, que no es pequeña, tiene importancia de cara al futuro. Por eso Currin anteayer no estaba contento, como también se ha escrito, con el comunicado de ETA: de inmediato se dirigía a los Gobiernos español y francés para que respondieran a la exigencia de Aiete. Así que ETA irá a desaparecer, pero de momento tenemos enfrente, no solo a los dos conocidos, la exBatasuna y ETA, obrando de concierto, sino a tres, con la voz de Currin aportando la colaboración “internacional”.

Porque tal como han sucedido las cosas, resulta innegable que por encima de las diferencias de los últimos tiempos, la izquierda abertzale y ETA han vuelto a ejecutar un movimiento de natación sincronizada, con el protagonista invitado en posición estelar. Hubiera sido mejor, posiblemente, desde la política de imagen, que ETA retrasara su comunicado, pues así, unidos en una secuencia, con el mismo sentido e idénticas palabras, no cabe la menor duda de que los tres episodios en cadena, la conferencia, la declaración de la izquierda abertzale y el comunicado de ETA, tienen un mismo autor real y responden al objetivo anunciado por Currin. Así, sería la mediación internacional, intérprete de la voluntad de paz del pueblo vasco —cuyo portavoz natural es IA— quien ha traído la paz, y no la derrota infligida a la banda por la política de firmeza española y la colaboración con Francia.

Esto es lo que está en juego. Nadie habla de entregar las armas y “las consecuencias del conflicto”, en el lenguaje de ETA significan mucho más que negociar sobre presos. Sin olvidar los trágicos engaños en precedentes treguas “indefinidas” y “permanentes”. Lo esencial ahora es que no culmine políticamente el proceso de inversión según el cual los que fueron parte del terror sean premiados por traer “la paz”. Como en el final de Las bicicletas son para el verano, no tendríamos entonces la paz, sino la victoria. Solo la impotencia de ETA, antes que sus palabras, permite avalar la alegría del jueves noche.

Pero la historia sigue. Sin perder un momento, Batasuna ha explicado cuál es el precio a pagar por el “cese”: emprender “sin dilación” las negociaciones para “el reconocimiento de Euskal Herria y el derecho a decidir”. Son los de siempre y siguen buscando la victoria.

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