Tres jefes para los 50 últimos de ETA
Tres jefes con poco peso específico son los encargados de gestionar el adiós operativo de la banda y de los últimos terroristas que quedan en libertad
¿Quién ha sido? ¿Quién ha tomado la decisión del adiós a las armas? ETA es por definición un mundo opaco, clandestino, pero los expertos antiterroristas consideran que la dirección colegiada está formada por Iratxe Sorzabal, Izaskun Lesaka y David Pla. Ellos, en teoría, han tenido que gestionar la asfixia de la presión policial, dirigir los escasos 50 terroristas que aún están libres y en activo (la cifra más baja en décadas); digerir el cambio de escenario con el ascenso de Bildu, contemplar el desplome del apoyo al terrorismo etarra y tomar la decisión histórica de dejar de matar sin obtener previamente nada a cambio. Y es en teoría, porque los expertos antiterroristas están convencidos de que han contado con un comité de asesor de veteranos, de personajes de la historia de ETA con mucho más peso específico que los tres antedichos.
La decisión del adiós a las armas se daba por descontada incluso entre los propios presos de la banda, que este verano incluso se preguntaban por qué la banda no anunciaba ya una decisión de dejarlo que, según conversaciones intervenidas en prisión, ya estaba tomada. "La decisión ya está tomada, no entiendo a qué está esperando ETA", se grabó decir a un preso etarra.
El fin de la extorsión del impuesto revolucionario y la catarata de detenciones policiales, así como el éxito de Bildu, habían dejado a ETA en mínimos históricos. Los apenas 50 terroristas que quedan en activo y en libertad después de las casi 400 detenciones de los últimos ocho años se están viendo obligados a hacer economía de crisis ante el desplome de sus ingresos, según fuentes de la lucha antiterrorista.Y ahora tendrán que buscarse de otra forma la vida. Lo cierto es que en los últimos meses no han parado de moverse, que el robo de coches en Francia no ha cesado y que incluso intentó hacerse con material para una eventual vuelta a la actividad.
Algunas fuentes antiterroristas aseguran que ETA ha vendido a raíz del alto el fuego de enero parte de las armas que tiene sin usar, que se está deshaciendo de parte de sus arsenales. Los expertos sostienen que la banda conserva aún grandes escondites de armas, como el mítico chernóbil, una especie de gran almacén armamentístico que antes o después tendrá que salir a la luz.
Los servicios antiterroristas subrayan que ETA, con adiós o sin él, conserva "una cierta capacidad operativa" y recuerdan con tristeza que matar es fácil. "Un tío con una pistola puede hacer mucho daño". Pero también que están en mínimos en todos los sentidos . "Está claro que como son pocos y no tienen actividad operativa, es decir, no están cometiendo atentados, sus gastos son menores, pero se ven obligados a hacer economía porque los ahorros no pueden ser indefinidos", asegura un alto mando policial.
La banda, una vez decretada la tregua, ha sido forzada a esta política de ajustes al ver cómo se reducían sus arcas por su renuncia a seguir cobrando la extorsión del llamado impuesto revolucionario,su principal fuente de financiación, según han confirmado a EL PAÍS fuentes de la lucha antiterrorista. La situación económica le daba para subsistir hasta un año más, pero el giro de la parte política que la sustenta la ha llevado a un adiós que posiblemente se anticipa a sus deseos
ETA vive ahora de los ahorros y de las llamadas "aportaciones voluntarias" de quienes simpatizan con ella. La menor actividad operativa por la ausencia de atentados, así como la merma de efectivos, ha permitido a los terroristas afrontar la baja recaudación, pero el mantenimiento de 50 personas en la clandestinidad y las tareas de reorganización en las que está embarcada ETA les fuerza a mirar cómo gasta cada euro de sus ahorros. Unas reservas nada desdeñables: en el primer semestre del año pasado, la banda recaudó 3,1 millones de euros, según fuentes policiales.
Cuando se pregunta a fuentes antiterroristas cuánto dinero tiene ETA o dónde y quién lo guarda, responden con cierta sorna que si lo supieran ya habrían ido a por ellos. Lo que tienen claro, eso sí, es que los terroristas hacen números y han recortado sustancialmente sus gastos, porque aunque solo sean 50 en la calle, esos 50 tienen que alquilar casas, comer, abonar la luz, moverse con frecuencia... y pagar en metálico. El dinero que tienen les daría para sobrevivir un año, según las mismas fuentes.
ETA ha vivido tradicionalmente del impuesto revolucionario que exigía a miles de empresarios vascos y navarros, fundamentalmente, y de lo que lograba de las aportaciones voluntarias y de las herriko tabernas. Los cálculos que manejan los expertos antiterroristas es que en sus años de bonanza, en los noventa y principios de este siglo, ETA recaudaba unos 28 millones de euros anuales. Pero en esos mismos años, desarrolló una feroz actividad asesina, sostenía a decenas de terroristas y sus gastos estaban disparados. Los ingresos, no obstante, se desplomaron a raíz de la tregua de 2006. La penuria se hizo visible en las condiciones en las que sostenía a sus comandos, a los que llegaba a mantener acampados en el monte con apenas unos centenares de euros. Incluso se negó la acogida a varios jóvenes escapados para eludir las causas judiciales pendientes de la kale borroka.
Pero cuando de verdad se desplomaron las finanzas de ETA fue cuando confirmó en abril a los empresarios vascos y navarros que dejaba de cobrarles el impuesto revolucionario. La renuncia a la extorsión fue vendida por la banda como uno de los compromisos que adquiría para hacer creíble la tregua "general, permanente y verificable" que declaró en enero pasado (segundo paso tras la suspensión de las "acciones armadas ofensivas" que decretó hará mañana un año). Eso suponía que ETA cerraba su fuente de ingresos principal y que iba a vivir de los ahorros y de las "aportaciones voluntarias". Tocaba ahorrar.
Esas mismas fuentes explican que ETA llegó a plantear, antes de renunciar al impuesto, pedir al Gobierno cuatro millones de euros para subsistir. Ninguna fuente oficial ha confirmado la existencia de dicha petición económica.
Los golpes de las fuerzas de seguridad, además de dejar a la banda en pésimas condiciones operativas, también han supuesto un serio revés a las finanzas etarras. La incautación de ingentes cantidades de material (especialmente de explosivo y de elementos para fabricar bombas, como la tonelada y media que perdió en el caserío de Legorreta) les ha llevado a hacer nuevas compras, pero tampoco eso les ha salido bien. Su última adquisición conocida la ejecutó en junio pasado Iñaki Domínguez Atxalandabaso en Italia, pero cuando regresaba a Francia fue detenido y se le incautó el material electrónico comprado, además de 2.000 euros y 500 dólares.
Esos mismos golpes policiales le han quitado en los últimos meses a la banda más de 70.000 euros en metálico. La mayoría de ese dinero (como los ya citados 48.000 euros en efectivo que transportaba Jone Lozano) iba destinado al sostenimiento de los 50 etarras, quizás unos pocos menos, que siguen libres (por más de 700 presos).
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