Arenas exhibe su fortaleza
El líder del PP andaluz aprovecha la convención para mostrar su poder La estrategia es que Rajoy eche el resto para ayudar a conquistar la Junta
El PP andaluz ha superado ya la fase de la simple euforia y ha entrado de lleno en la de la exaltación. Exaltación de las marcas batidas en las elecciones locales, del apoyo masivo que señalan las encuestas, de su pujanza en la organización nacional. En definitiva, de sí mismo, y de su líder, Javier Arenas, quien ha aprovechado la convención nacional que se celebra en Málaga para hacer ver su cercanía a Mariano Rajoy y la creciente fortaleza del PP en Andalucía, un territorio que a los populares les ha resultado históricamente hostil, con una hegemonía socialista que dura ya 30 años.
En el partido se da por sentado que si Mariano Rajoy gana las elecciones generales del 20 de noviembre, el futuro gobierno va a echar el resto en los cuatro meses que distan de los comicios autonómicos para que Arenas consiga consumar la gesta de alzarse con la mayoría absoluta. Ahora o nunca. Es preciso combinar muchos elementos. El PP ha hecho en esta legislatura todo lo que estaba en su mano, al menos en lo que respecta a la erosión socialista: aprovechar la desazón de la crisis económica para martillear al PSOE con el estigma del paro, agitar hasta el hartazgo la sospecha de la corrupción (anuncio diario de un escándalo) y lanzar contra la Junta una ofensiva de alcaldes con las alforjas repletas de agravios y exigencias.
Arenas, reconocido como el hombre fuerte de Rajoy en la organización nacional, ha contado en este tiempo con el respaldo del presidente del partido, quien no ha faltado a ningún acto relevante y ha sido más que prolijo en gestos de confianza y guiños cómplices. Entre ellos, la ubicación de esta convención en Málaga, y la municipal de principios de año, en Sevilla. Sabe que ahora Rajoy le “arropará” en su carrera a San Telmo. Pero no basta únicamente con un desfile permanente de ministros. Hacen falta compromisos concretos, respuestas a los requerimientos que Javier Arenas ha hecho en los últimos años a José Luis Rodríguez Zapatero. ¿Qué pasará, por ejemplo, con la deuda histórica? ¿La pagará el nuevo gobierno con dinero, en lugar de solares? ¿Y con la financiación autonómica o el traspaso del Guadalquivir? “Nos conformamos con que no nos metan el dedo en el ojo”, comentó ayer un dirigente en los pasillos del Palacio de Congresos de Málaga.
En la mente de los populares está lo ocurrido en 1996, cuando José María Aznar llegó a la Moncloa y Javier Arenas perdió en Andalucía frente a Manuel Chaves. Entonces, el Gobierno —en el que estaba el propio Arenas, que no quería dar el menor cuartelillo al socialista— no solo ayudó poco a los suyos en la comunidad, sino que al dedicarse a fastidiar con denuedo al Ejecutivo socialista de la Junta, se llevó por delante el avance de su partido, de modo que en dos legislaturas, Chaves estaba otra vez montado en la mayoría absoluta. Fue la época de la llamada confrontación. En el diseño del modelo de financiación autonómica, al aplicar el censo, el Gobierno se dejó fuera a 365.000 andaluces. Además, no se liquidaron los ejercicios presupuestarios, hasta acumular una deuda de 2.500 millones euros, que Zapatero pagó de una tacada cuando ganó en 2004.
Las cosas son ahora distintas. Arenas no está en Madrid, sino en Sevilla, y las elecciones autonómicas de marzo son su gran oportunidad —quizás, la última— de llegar a la Junta. Sin dejar de marcar su posición predominante en el ámbito nacional, la estrategia del líder del PP andaluz es ahora colocar piezas que le puedan servir para su propósito inmediato, como se ha visto en las listas de las generales, al ceder el mejor sitio (Sevilla) a Cristóbal Montoro, uno de los ministrables, o abrir hueco a la expresidenta de la Asamblea de Madrid, Elvira Rodríguez, en Jaén. Hoy será el único acompañante de Mariano Rajoy en la clausura estelar de la convención: otra oportunidad para exhibir su fortaleza.
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