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Madrid tiende la mano a los docentes tras dos días de huelga

Las protestas tienen amplio seguimiento en la comunidad y menor en Galicia

La huelga contra los recortes en educación se extendió ayer a Galicia, donde, a diferencia de lo ocurrido en Madrid, el apoyo de los profesores no fue tan claro. En Madrid, el segundo día de paro volvió a ser mayoritario en los institutos, aunque el seguimiento bajó con respecto al primero, según la estimación hecha por EL PAÍS a través de los datos de 34 centros: 69% frente a 66% (los sindicatos volvieron decir 78% y la Administración dio cuatro puntos menos que el martes, 39%). En cualquier caso, ha sido suficiente para que el Gobierno regional haya ablandado el discurso para tender la mano a los sindicatos, dejando atrás (aunque no del todo) la confrontación más áspera.

“Lo razonable es que en los próximos días se retome el diálogo”, dijo ayer en una entrevista en TVE la consejera de Educación madrileña, Lucía Figar, que pretende llamar a las centrales a una reunión para “encauzar el conflicto”. La consejería “tiene cierto margen de flexibilidad” para hacer cambios, aunque reiteró que la ampliación del horario lectivo, con el consecuente recorte del número de interinos (Figar admitió que pueden ser unos 1.000 menos, los sindicatos dicen 3.000), es “absolutamente necesaria”.

De momento, no ha habido ningún acercamiento en Galicia, donde ayer los 30.000 profesores de primaria y secundaria de los centros públicos estaban llamados a la huelga por el mismo motivo que en Madrid: más horas de clase para docentes funcionarios que se traducen en unos 1.000 interinos menos, según los sindicatos. En Castilla-La Mancha y Navarra, las otras autonomías que también reducen interinos, se decidirá en los próximos días sobre posibles huelgas. En Cataluña también se han recortado, pero no hay previstas movilizaciones.

El Gobierno madrileño dice que “tiene cierto margen de flexibilidad”

El secretario general de Centros de Galicia, José Manuel Pinal, sentenció ayer: “La gran mayoría del profesorado y de la sociedad no comparte los motivos que llevaron a la convocatoria de huelga” que, en su opinión, “en nada redunda en la calidad educativa ni en el beneficio de los escolares gallegos”. Pinal negó que la Xunta esté beneficiando a la enseñanza privada.

Más allá de la pelea de cifras (70% de seguimiento de la huelga, según los sindicatos, 21,98%, según la Xunta) el hecho es que ayer no se consiguió una movilización masiva de padres y docentes. La primera convocatoria de huelga —la próxima será el día 27— convocada conjuntamente por todos los sindicatos, incluido el STEG, próximo al PP, tuvo un seguimiento desigual.

El paro tuvo mayor incidencia en las aulas de infantil y primaria que en los centros de secundaria, y el porcentaje de profesores que lo siguieron en las ciudades fue pequeño en las escuelas más céntricas —los que cuentan con plantillas más envejecidas—, mientras que el respaldo fue considerablemente superior en los barrios y poblaciones de clase media. Este periódico constató que en algunos colegios de las principales ciudades el apoyo fue mayor por parte de padres que optaron por no enviar a sus hijos a los centros que por los profesores.

De momento, no ha habido ningún acercamiento en Galicia, donde ayer los 30.000 profesores de primaria y secundaria de los centros públicos estaban llamados a la huelga por el mismo motivo que en Madrid

En institutos emblemáticos como el Rosalía de Castro de Santiago o el Eusebio da Guarda en A Coruña el paro académico apenas rozó el 5%, frente al 90% de respaldo que obtuvo en otros como el colegio María Pita, de A Coruña, o en el Fogar de Carballo (municipio coruñés de 30.000 habitantes), donde solo acudieron a clase los tres miembros del equipo directivo y un alumno.

“No puedo renunciar a mi salario ni estoy por regalárselo a la Consellería”, decía Mari Carmen, una de las profesoras del colegio de Pontecaldelas (Pontevedra), donde solo nueve de los 29 profesores de plantilla secundaron el paro. Un miembro del equipo directivo del instituto Tenorio de Cotobade, también en Pontevedra, aseguraba: “Muchos profesores creen que el seguimiento no es necesario porque no tendrá repercusión”.

La manifestación convocada en Santiago por la tarde logró, no obstante, concentrar a más de 7.000 personas. Profesores y estudiantes gritaron contra el consejero de Educación, Jesús Vázquez, y lamentaron que trascendiera más a la opinión pública su queja contra el aumento del horario lectivo que la denuncia contra lo que consideran “una política del Gobierno de Feijóo de ataque sistemático a la enseñanza pública y al futuro de Galicia”.

Por su parte, los sindicatos sostuvieron que la convocatoria fue un éxito que demostró “que el profesorado está en disposición de continuar movilizándose para evitar un deterioro en la calidad de la enseñanza”.

Sindicatos y docentes rechazan desde el inicio de las movilizaciones que el motivo sea la ampliación de la jornada lectiva, puesto que ya había docentes que el curso pasado daban 20 horas de clase por cuestiones organizativas

En Madrid, la situación es distinta, pues la participación, aunque menor, siguió siendo alta ayer. Un paseo por los institutos de secundaria madrileños ofrecía la visión de algunos totalmente trastocados en su jornada cotidiana. Por ejemplo, el Lope de Vega, en el centro de Madrid, seguía casi desierto: había ayer por la mañana un pasillo entero de varias clases cuidado por un solo profesor. “Hoy hago huelga pero vengo al centro. No voy dar clases, pero preparé el temario porque me preocupo por los chavales”, dijo una docente de inglés del Salvador Dalí, en la capital.

Sin embargo, algunos retomaron ayer su labor, muchos de ellos, como en Galicia, por motivos económicos: cada día de huelga supone un recorte de entre 77 y 100 euros. Así lo explicaban ayer varios profesores de los institutos de San Isidro, en el centro de Madrid, y las Musas, en las afueras. “No me puedo permitir dos días seguidos de huelga”, decía una de ellas.

En ese contexto, no está nada claro el seguimiento de la tercera jornada de paro, secundada para hoy solo por uno de los sindicatos mayoritarios, CC OO. En cualquier caso, ese primer gesto de acercamiento del Gobierno madrileño ya está sobre la mesa. Tanto Francisco Melcón, del sindicato ANPE, como Paco García, portavoz de CC OO, el mayoritario en el sector, consideran que la petición de negociación se debe “al éxito” de los dos primeros días de huelga y a la manifestación que reunión el martes a más de 40.000 personas, según estimaciones de este periódico.

En ese contexto, no está nada claro el seguimiento de la tercera jornada de paro, secundada para hoy solo por uno de los sindicatos mayoritarios, CC OO

Pero a pesar de la dulcificación del tono, las distancias siguen siendo grandes. “Entiendo la queja, la protesta, a nadie le gusta que le pidan que imparta dos horas más de clase, pero este esfuerzo no va a afectar a la calidad de la enseñanza”, repitió ayer la consejera Lucía Figar. Sindicatos y docentes rechazan desde el inicio de las movilizaciones que el motivo sea la ampliación de la jornada lectiva, puesto que ya había docentes que el curso pasado daban 20 horas de clase por cuestiones organizativas. Lo que se pierde, según centrales y profesores, son medidas de refuerzo, clases extraescolares, las guardias en los institutos o los desdobles de asignaturas como Lengua, Matemáticas e Inglés. La federación de asociaciones de padres Giner de los Ríos señaló, por ejemplo, que los centros no dispondrán de personal suficiente para abrir las bibliotecas. La consejera repitió ayer que la medida “no afecta a la calidad de enseñanza”.

A diferencia de la estrategia adoptada los primeros días, en los que Esperanza Aguirre insinuó que el problema era que los profesores no quieren trabajar 20 horas en contra de lo que hacen la mayoría de los trabajadores —en realidad, su jornada laboral es de 37,5 horas—, la consejera subrayó que los profesores “no son unos vagos” y que no hay “ningún cargo del Partido Popular” que les haya tildado de ello.

Con información de P. Obelleiro, V. Honorato, S. Alonso, P. Carbajo, C. García y J. A. Aunión.

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