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El candidato reivindica la política para controlar a banqueros y ricos

Rubalcaba plantea un giro a la izquierda que no postuló Rodríguez Zapatero Su proyecto de España incluye profundos cambios y ayudas a emprendedores

Carlos E. Cué
Los asistentes al comité federal siguen la intervención de Alfredo Pérez Rubalcaba en el Palacio Municipal de Congresos.
Los asistentes al comité federal siguen la intervención de Alfredo Pérez Rubalcaba en el Palacio Municipal de Congresos.DANI POZO (AFP)

Para la mayoría de los suyos, José Luis Rodríguez Zapatero es el presidente más de izquierdas que ha tenido España desde la recuperación de la democracia. La retirada de las tropas de Irak, el matrimonio homosexual, su discurso sobre la memoria histórica, la ley de dependencia o la enemistad manifiesta de la iglesia española le convirtieron en una especie de mito de la izquierda europea.

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 A su lado, el siempre precavido Alfredo Pérez Rubalcaba parecía un representante del PSOE clásico. Y sin embargo, Zapatero nunca pronunció, ni siquiera cuando fue elegido hace 11 años líder del PSOE, ni cuando se presentó el 25 de junio en León como un heredero de Felipe González, un discurso ni de lejos tan rompedor en asuntos fiscales o tan crítico con los bancos como el que Alfredo Pérez Rubalcaba desgranó ayer en tono suave, pero contundente.

En cuestiones económicas, Zapatero nunca fue muy arriesgado. De hecho, como le critican ahora incluso desde la UGT, en política económica, el presidente será recordado en algunos sectores por la idea “bajar impuestos es de izquierdas” o por eliminar el impuesto de patrimonio.

Gaspar Llamazares, exlíder de IU y gran amigo del todavía ministro del Interior, decía ayer en twitter que Rubalcaba estaba haciendo una “enmienda a la totalidad” a la política económica de Zapatero. No era así, porque el candidato no renegó del pasado —algo imposible para alguien tan corresponsable del Gobierno en estos siete años— pero sí hubo un claro giro, que se desgranó en algunos puntos básicos.

Lo hizo con esa habilidad suya para navegar siempre entre dos aguas —su lema de “ambición y realismo” muestra su estilo de hacer las cosas— pero el intento de distanciarse de la política más dura del último año era evidente. Y ahí, su salida del Gobierno juega un papel clave que cobra más sentido después de escuchar el discurso.

Buena parte estaba dirigido al movimiento del 15-M, que cuenta con enorme simpatía entre los españoles, especialmente en la izquierda. Rubalcaba y el PSOE saben que si no movilizan a ese electorado que dio la victoria a Zapatero en 2004 y 2008 el resultado puede ser catastrófico. Por eso el candidato arrancó de ahí toda su reflexión: “Hay gente que duda razonablemente que los votos sean más importantes que los mercados, que es la esencia de la democracia. Gente que cree que la política ha perdido la batalla. Hay que empezar el discurso por ahí. Hay que decir que los problemas actuales vienen por decisiones que se tomaron desde la política, y deben corregirse desde la política. Los problemas del mundo son políticos, y es la política la que debe romper este principio de que los beneficios van para unos pocos y las pérdidas van para todos”.

“Los problemas son grandes, pero hay que abordarlos con más democracia, no menos, más política, no menos, más Europa, no menos como dicen algunos. Dejemos de quejarnos de las agencias de rating americanas y hagamos una europea”, insistió.

Aunque todo parecía pensado estas semanas para ofrecer una especie de despedida digna a Zapateto, que pese a todo sigue siendo el presidente del Gobierno y lo será hasta el último día de la campaña electoral, la sensación de giro era clarísima no solo por el discurso de Rubalcaba, sino por la reacción del público. En ningún momento fue tan claro como cuando el candidato habló de recuperar el impuesto de patrimonio pero no tal como estaba diseñado, sino uno nuevo para gravar “a los que realmente tienen un gran patrimonio, que los hay”. El aplauso subió mucho de tono y una señora del público le gritó “Ahí, ahí, con un par”.

No solo buena parte del electorado, también los dirigentes intermedios y militantes que habían acudido al Palacio de Congresos, parecían estar deseando escuchar un planteamiento más a la izquierda del habitual.

Y sin embargo, no todo el discurso estaba pensado para regalar los oídos de la izquierda del partido o de los simpatizantes del 15-M. Los datos que ha analizado el PSOE después de la debacle del 22 de mayo indican que en realidad la sangría no está llegando por la izquierda, sino en un electorado urbano moderado que cree que los socialistas no están gestionando bien la crisis.

Buena parte del discurso de Rubalcaba, de su interés por plantear reformas profundas de la sociedad para construir las bases de una economía competitiva, crear empleo y cambiar el modelo de crecimiento, iban dirigidos a esa gente, que el PP confía en que esté abandonando el PSOE para votarles a ellos, hasta un millón de personas, según el CIS.

Rubalcaba incluso sorprendió a su gente con una declaración que no fue tan aplaudida, y que es poco habitual en un dirigente del PSOE. “Soy docente y funcionario, y con la legitimidad que me da eso, puedo decirlo”, arrancó como excusándose. “Tenemos un fantástico sistema educativo, el mejor del mundo... para formar funcionarios. Ahora se trata de forma emprendedores”. “Me voy a partir el pecho por los emprendedores, es muy importante, hay que facilitarles el trabajo, si es necesario con una fiscalidad razonable. Hay que ser constantes con ellos. No se les puede pedir resultados a la primera. Hay que apoyarles”, remató, y entonces sí hubo aplausos.

Todo el discurso, con varios asuntos de fondo pensados para hacer pensar más que para buscar el cierre de filas, quería trasladar un proyecto de país completo. No había solo un giro a la izquierda sino también planteamientos de reforma de todo tipo. Rubalcaba intentó ayer por todos los medios convertirse en el centro del debate, él y sus propuestas. El PP le obvió, precisamente para evitar eso. Los populares saben que tiene mucho más que ganar si el juicio se hace sobre el Gobierno y no sobre el candidato. Y después de este discurso, y de otros, el Ejecutivo seguirá tomando decisiones impopulares, y los datos económicos seguirán siendo malos. Por eso, pese a la novedad política de un discurso rompedor, el PP seguía ayer muy tranquilo.

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