“Esto está lleno de infiltrados”
Tras casi una semana sin avances, el recelo invade a los acampados de Sol que sospechan de sus propios compañeros
La vida en Sol empieza a ser un campo de guerra. De guerra fría. Toda persona nueva que pide datos o se acerca a un corro de decisión es vista con recelo: ¿quién es ese? ¿En qué comisión está? Es necesario el aval de otro revolucionario para entrar. Esta desconfianza se presta a ser interpretada como una perversión de los principios de transparencia que defiende el movimiento 15M, pero en su secretismo no hay secretos, sino miedo. Son conscientes de su propia vulnerabilidad: Sol es, ante todo, un símbolo. Tan expuesto que es demasiado fácil de atacar.
Asamblea de Comisión de comisiones. Cortilandia, 17.00. Expone Legal: “Aclararé en qué punto están nuestras conversaciones con la Policía. Ellos mismos podrán escuchar ahora que nuestro mensaje es claro”. Las miradas de los presentes se cruzan, incrédulas. “Claro, qué creéis, alguno de nosotros es secreta. Por cierto, un saludo”. La comisión al pleno rompe a reír, pero el mensaje cala.
Cada vez con más fuerza pesa la incongruencia de que en el movimiento todos tienen voz y oídos, hasta los que están fuera. “Aprovecho para decir que muchas veces nos llegan participantes [término acuñado para referirse a los miembros que trabajan en las comisiones] voluntarios que dicen venir a echar una mano, miran la información que tenemos y se van”, dice en otro momento un portavoz de la comisión de Exteriores, perteneciente a la subcomisión de Internacional. Los rumores, abonados por el bloqueo de la decisión sobre el campamento, han invadido los corrillos.
Sol debía resistir hasta el día de las elecciones. Fue desalojada el primer martes, pero volvió. Fue prohibida por la Junta Electoral, pero aguantó. Debía respetar la jornada de reflexión del voto, pero 25.000 madrileños decidieron reflexionar juntos. Sol es un símbolo. Y cuesta abandonarlo. La alegría y el orgullo invaden a los indignados, que con frecuencia se emocionan con los gestos de cariño de los visitantes. “Esta manta la tejieron mi madre y sus hermanas, que sobrevivieron a un campo de concentración de la Guerra Civil”, dice un hombre de unos cuarenta años con una cubierta de lana negra y blanca entre las manos, “quiere que os arropéis con ella por la noche, para que el frío no os pare”. El 15M es esperanza, ilusión y consuelo. Da sentido en su lucha, calor en su gente y comida en Alimentación.
En el lado opuesto de la zona de asambleas, bajo unos toldos que aprovechan la estructura del stand de la comisión de Audiovisuales, tres tiendas se reúnen en torno a un colchón, que han convertido en improvisada plaza. “Esto no es nada, hasta ayer, que hemos empezado a reestructurar, teníamos un sofá, una estantería con Cds... Era nuestro chalecito”, dice uno de los inquilinos de la urbanización. Es el único de ellos que está en una de las comisiones del movimiento: empezó esta semana en el grupo de trabajo de Política a largo plazo, porque se cansaba no hacer nada más que “estar, simplemente”.
Son muchos los que en su decisión de quedarse se mueven por motivos que van más allá de la lucha o de los valores del 15M, pero en las asambleas generales todas las manos tienen el mismo valor. Bueno, no todas: alzar los brazos cruzados en señal de “disiento” puede bloquear el asentimiento del resto de la plaza. En su búsqueda de la horizontalidad, Sol ha confundido consenso con unanimidad.
Ante el bloqueo constante de la decisión de cómo “reestructurar del campamento” que se aplaza sin decisión desde el domingo, Dinamización de Asambleas, el grupo que organiza los puntos del día y busca recetas para agilizar el funcionamiento de las mismas, trabaja en un procedimiento de urgencia. Una vía rápida de aprobación para decisiones que no aguanten los tiempos eternos del proceso asambleario. ¿Cuáles son esas decisiones? ¿Cómo sería esta vía b? No hay consenso.
“Hemos pecado de jipis”, clama irritado D., portavoz de Respeto, al tomar la voz en una reunión de Dinamización: “Las comisiones, por humildad, tienen miedo de hacer uso del poder que les dan las actas. Infraestructuras tiene potestad para tomar las decisiones de reestructuración que considere pertinentes sin necesidad de pasar por Asamblea”. En la dureza de su tono se filtra la desesperación de sentirse policía del movimiento: “Me cuesta masticar la persona en la que me he convertido”. Pese a ser rebautizada, la que en principio era la comisión de Seguridad, tiene dificultades para que cale el mensaje de “Respeto somos todos”.
Desde el pasado domingo, Infraestructuras y Respeto insisten en los peligros de la acampada, que parece haberse convertido en un quiste del propio movimiento. Riesgos en la electricidad, problemas de convivencia, el cansancio, el sol, las horas, la lluvia, la falta de sueño... Los avances son lentos y ni los masajes de Terapias alternativas, ni los tés de Espiritualidad son bálsamo suficiente. D. continúa su discurso: “Os contaré cómo funciona esto: un borracho es incitado por uno de los muchos infiltrados que hay. Es fácil, agua a quien tiene sed. Los incidentes llegan solos y la culpa, para todos nosotros”.
Entre las acampadas de diferentes ciudades el intercambio de ideas y modelos es constante. “El sistema en Barcelona es que las personas que disienten son invitadas a trabajar en esa idea en los grupos y comisiones que elaboran la propuesta”, explica un miembro de Dinamización. Huesca visitó la asamblea de cinco horas y media al sol en la que los barrios y pueblos contaban los avances de sus primeros encuentros: “Nosotros somos pocos, hemos intentado organizarnos como Madrid, pero estamos muy lejos de conseguirlo”. Murcia y Galicia han viajado esta semana para contar a la acampada madre los progresos de sus esporas.
El embajador de Murcia trae un póster con el esquema de su estructura: el Pueblo, al que se le invita a involucrarse en las comisiones, hace las propuestas. Pero el consenso se establece entre los grupos del movimiento, que son quienes trabajan las propuestas. La Asamblea General es meramente informativa, para que el Pueblo pueda retroalimentar el movimiento. El sistema, dicen, no rompe los principios de igualdad y horizontalidad porque están abiertos a todo el que quiera involucrarse. “A nosotros no se nos ocurriría que alguien que pasea por aquí tome decisiones de cómo va a funcionar una acampada en la que no participa”, sentencia el emisario murciano.
Veinte días, diez grupos de trabajo y doce comisiones para un consenso de cuatro líneas de trabajo en política: reforma electoral, mecanismos de control ciudadano, lucha contra la corrupción y separación efectiva de poderes. Las actas, que se actualizan día a día en la web del movimiento, tomalaplaza.net, reflejan el estancamiento de la situación. La discusión sobre el futuro de la acampada acapara las Asambleas e impide el avance de las líneas de pensamiento. La mayor esperanza del 15M viene de fuera de Sol: los barrios.
“¿Por qué estás aquí?”, pregunta al grupo la moderadora de una reunión de Comisiones. “Para cambiar el mundo”, grita uno. “Para cambiarme a mí mismo”, responde otro. “Porque cada vez que paseo y veo las carpas es como si me dieran un abrazo enorme”, dice una señora que ha salido de casa para pasear al perro, pero ha acabado sentada con los indignados. El compañero de la izquierda la rodea con sus brazos. “Por eso estamos aquí, intentemos recordarlo”. Si Sol tiene un futuro, pasa porque contagie todas las plazas de escenas como esa.
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