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ANATOMÍA DE TWITTER
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

“Violencia policial”, por Pablo Ordaz

Artículo seleccionado por EL PAÍS Audio para sus lectores (y oyentes)

Hola. Soy Pablo Ordaz, redactor de EL PAÍS, y de vez en cuando me toca escribir sobre Twitter. Hace unos días escribí una columna que se titulaba Violencia policial sobre una escena sucedida en Mataró.

Hay un vídeo en Twitter que pone los pelos de punta. Fue grabado hace un par de días en Mataró, un municipio de 128.000 habitantes en la provincia de Barcelona. Lo primero que se ve es a un policía local, alto, fuerte, que derriba a un hombre de entre 50 y 60 años y trata de inmovilizarlo con gran violencia, una violencia directamente proporcional a su torpeza para ponerle las esposas. Unos vecinos intentan grabar la escena, y lo consiguen a pesar de que otros policías municipales tratan de impedírselo. Lo que se ve en los minutos siguientes —en los dos minutos y 20 segundos siguientes, eternos para cualquiera con algo de sensibilidad— es al policía sentado a horcajadas sobre el vecino, apretándole el cuello con sus manos, retorciéndole los brazos, colocando su codo sobre la cabeza de la persona que intenta detener para fijarla en la acera… El hombre grita, los vecinos —que por las voces parecen cuatro o cinco, no más—, también. Unos dicen “¡grábalo, grábalo!”, otro —vestido con ropa de faena y una gorra azul— trata de mediar: “Dejadlo ya, mirad lo que le estáis haciendo al pobre hombre”. El agente que lleva dos minutos forcejando con el vecino sin lograr ponerle las esposas se levanta entonces y golpea con una porra extensible al vecino que trata de mediar. Un golpe, otro, se le cae la porra, un empujón. El agredido no hace nada. Se queda estático, recibiendo los porrazos; mira a sus vecinos con cara de no entender nada. De pronto, uno de los policías grita “¡código uno!, ¡código uno!” y segundos después se oye la sirena de un patrullero. Llegan más agentes y, porra en mano, separan a quienes tratan de interceder. Un niño llora.

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