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Activismo
Tribuna
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El silencio no es una opción

El derecho de reunión pacífica se ha visto sometido a un ataque coordinado en todo el mundo por parte de los gobiernos. En 28 países, la respuesta de las autoridades derivó en el asesinato de manifestantes

Agricultores indios en una protesta en una aldea en las afueras de Amritsar contra las reformas agrícolas del gobierno central, el pasado 23 de septiembre.
Agricultores indios en una protesta en una aldea en las afueras de Amritsar contra las reformas agrícolas del gobierno central, el pasado 23 de septiembre.NARINDER NANU (AFP)

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Generalmente son las acciones exitosas, aquellas que contribuyen a lograr el cambio deseado, las que los gobiernos buscan prevenir, limitar y censurar. Las manifestaciones en las calles, sobre todo las continuas y masivas, han generado cambios estructurales, han obligado a los gobiernos a ceder, cambiar y escuchar. Al mismo tiempo, o como consecuencia de su éxito, el derecho de reunión pacífica se ha visto sometido a un ataque coordinado en todo el mundo por parte de los gobiernos.

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La pandemia de coronavirus ha llevado a las autoridades a tomar decisiones, en muchos casos sin precedentes, para limitar el contagio por covid-19. Ejemplo de ello han sido los confinamientos y limitaciones a la libertad de movimiento o los límites y prohibiciones del derecho a la protesta. Aunque la legislación internacional en materia de derechos humanos permite limitar ciertos derechos durante una emergencia sanitaria, estas restricciones han de ser necesarias, proporcionales, no discriminatorias y estar vigentes durante un periodo de tiempo limitado.

Lamentablemente, muchos gobiernos han usado la pandemia como excusa para intensificar las violaciones en contra de quienes salen a la calle a reivindicar sus derechos. Pero a pesar de las restricciones, personas en casi todos los rincones del planeta continuaron alzando su voz, reclamando sus derechos: la gente organizó manifestaciones por diversas razones, en particular contra los confinamientos y para pedir el fin de las restricciones sanitarias debido al hambre, la pobreza y el desempleo que conllevaron. También se convocaron manifestaciones contra la injusticia racial, la violencia de género, la brutalidad policial y la falta de liderazgo político.

Durante este periodo, el CIVICUS Monitor documentó cientos de protestas, ya que la pandemia puso al descubierto y agravó las desigualdades sociales y económicas. Las protestas contra el confinamiento, especialmente cuando las medidas adoptadas tuvieron profundas repercusiones en los medios de subsistencia de la población, se documentaron en al menos 59 países, incluyendo Argentina, Irak y Malaui. Al mismo tiempo, la gente protestó contra la aplicación de las medidas para combatir la covid-19, como el uso de mascarillas, el distanciamiento físico y la administración de vacunas en países como Australia, Bélgica, Alemania y Estados Unidos.

En al menos 42 países, se documentaron protestas relacionadas con la reivindicación de derechos laborales

En al menos 42 países, se documentaron protestas relacionadas con la reivindicación de derechos laborales. En países como Francia, Kosovo, Lesoto, Malasia, México o Pakistán, ocurrieron protestas relacionadas con las condiciones del personal sanitario, para exigir mejores condiciones laborales, más equipos de protección individual (EPI) o mejores horarios y salarios.

En países como Croacia, México y Uganda las demandas del comercio informal y las pequeñas empresas se hicieron sentir, ya que fueron grupos que se vieron particularmente afectados por el aumento de las tasas de desempleo durante la pandemia.

El hambre, la pobreza, la falta de acceso a servicios básicos y ayudas gubernamentales también fueron el motivo de muchas de las protestas documentadas, ya que en al menos 33 países la gente salió a las calles a demandar estos derechos. En Colombia, surgió la frase lapidaria “el hambre no se ha ido de cuarentena” para resaltar las duras consecuencias económicas que sufren las personas durante la pandemia.

La covid-19 ha impulsado muchas de las manifestaciones durante este periodo, sin embargo, otras reivindicaciones como la justicia racial, el clamor por la justicia de género, por elecciones libres y transparentes y otras demandas políticas han continuado motivando a la gente a salir a las calles.

El asesinato de George Floyd, a manos de la policía de Minneapolis el 25 de mayo de 2020 provocó manifestaciones multitudinarias contra la brutalidad policial en Estados Unidos bajo el lema Black Lives Matter. Estas manifestaciones se extendieron por todo el mundo y fueron emuladas en Bélgica, Brasil, Canadá, Cuba, República Dominicana, Gambia, Ghana, Sri Lanka y Reino Unido.

Las mujeres salieron a las calles para protestar por el aumento de la violencia de género durante la pandemia, para reclamar el derecho al aborto y la igualdad

Las mujeres salieron a las calles para protestar por el aumento de la violencia de género durante la pandemia, para reclamar el derecho al aborto y la igualdad en países como México, Liberia, Polonia y Turquía.

Fueron muchas las manifestaciones y muy diversas la demandas que se encontraron con la misma respuesta de los gobiernos: uso excesivo de la fuerza por parte de las autoridades y la detención y el asesinato de manifestantes.

En por lo menos 79 países, incluyendo Brasil, Ecuador, Bangladés y Francia, las autoridades policiales dispersaron las protestas mediante el uso excesivo de la fuerza. La aplicación de ciertas medidas de emergencia no exime a las autoridades de acatar las normas internacionales relativas al uso de la fuerza, ya que solo debe usarse en casos estrictamente necesarios, en la medida en que lo requiera el cumplimiento de su deber y tan solo cuando otras medidas menos perjudiciales hayan resultado claramente infructuosas.

En al menos 28 países, la respuesta de las autoridades ante las protestas derivó en el asesinato de manifestantes. Tal fue el caso de países como Nigeria, Venezuela, Uganda y Estados Unidos.

La represión de las manifestaciones es la respuesta más habitual de los gobiernos frente a las demandas de la ciudadanía. Con ello pretenden amedrentar y silenciar a quienes reivindican sus derechos, demandan igualdad, una mejor representación política y cambios estructurales que nos permitan vivir en una sociedad más justa e igualitaria.

Así pues, el silencio no es una opción. Tal y como hemos documentado durante este periodo, la gente continúa tomando las calles, con mayor fuerza y determinación, para luchar por sus derechos.

Marianna Belalba Barreto es coordinadora del grupo de investigación del espacio cívico de CIVICUS.

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