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El despertar político de Kenia contagia a su literatura

El Festival de Literatura Macondo ha reunido en Nairobi a autores africanos y de la diáspora en el Caribe y Latinoamérica para reflexionar sobre el uso de la palabra como herramienta de resistencia

Festival Macondo 2025

La represión que sufrieron miles de manifestantes kenianos que protestaron en Nairobi en junio de 2024 contra la reforma fiscal del Gobierno de William Ruto no solo ha marcado la memoria colectiva, sino también la creación literaria. Al menos 60 personas murieron entonces en unas de las jornadas más violentas de la historia reciente de Kenia, y otras 25 un año después, en el aniversario de las movilizaciones. “Es innegable que ha habido un despertar político, un aumento en el número de ensayos políticos, e incluso de relatos de ficción escritos en torno a la política y la gobernanza”, reflexiona Keith Ang’ana, escritor y editor keniano, durante el Festival de Literatura de Macondo, celebrado en Nairobi el pasado fin de semana.

Entre lecturas, debates y performances, escritores africanos y de la diáspora caribeña y latinoamericana se han reunido en la capital keniana para pensar cómo la palabra se ha transformado en herramienta de resistencia y construcción de futuro. Bajo la sombra de una carpa de lona blanca en el patio del Teatro Nacional de Kenia, un grupo de jóvenes escuchan en silencio una lectura titulada Reescribiendo la historia africana. A unos pocos metros, un chico frente a una máquina de escribir compone versos colaborando con el público para posteriormente decorar el perímetro que compone el stand Foco de la poesía. Pero al mismo tiempo, de fondo suena la cumbia y Bad Bunny, y la gente almuerza burritos, arroz biriyani y bebe aguas frescas en bandejas reciclables, en un festival que tiene como objetivo hacer una llamada al “África Global” para celebrar y debatir cómo las historias y los futuros de la literatura sobre África conectan y convergen alrededor del mundo.

Ang’ana pasea lentamente frente al puesto Kenia escribe, el lugar habilitado en el evento para discutir sobre las necesidades y las novedades de la escena literaria local. El editor y escritor es el cofundador de Qwani, un colectivo creado por ocho autores emergentes de Kenia, que cuenta ahora con unos 10.000 miembros y que nació del rechazo editorial: “Nos conocimos porque todos enviábamos nuestros trabajos a publicaciones locales y éramos rechazados constantemente”, explica.

Es innegable que ha habido un aumento en el número de ensayos políticos, e incluso de relatos de ficción escritos en torno a la política y la gobernanza
Keith Ang’ana, escritor y editor kenian

El nombre rinde homenaje a Kwani, una editorial literaria keniana ahora sin actividad fundada en 2003 por Binyavanga Wainaina, una de las voces más disruptivas e influyentes de la literatura africana contemporánea, cuyo proyecto está considerado como la plataforma que logró impulsar a la literatura keniana y multiplicar así sus alcances a nivel internacional. “Somos el relevo de lo que empezó Binyavanga”, afirma Ang’ana sobre su proyecto, que agrupa a las voces literarias jóvenes del país y conecta con una generación que busca un espacio para expresar sus inquietudes artísticas. “Nuestras historias necesitan contarse aquí”, añade el cofundador de Qwani.

En el suelo del espacio Macondo Baraza —que en suajili significa “consejo” o “asamblea”— Mshai Mwangola despliega una veintena de periódicos de los medios más populares de Kenia. Vestida con un largo vestido color naranja, Mwangola, que trabaja como académica, artista y activista, sostiene las portadas mientras analiza con el público: “La decisión de llevar ciertas palabras o ciertas fotografías en la portada es importante porque conforma las conversaciones que luego la gente discute”, expone. Las protestas, los muertos, la represión y la preocupante deriva antidemocrática del país bajo el Gobierno de Ruto es, sin ninguna duda, la preocupación colectiva actual, insiste.

Natsaha Muhanji, una joven escritora, poeta y editora de Kenia, que ha participado como ponente en el festival, coincide en que la literatura ha de reflejar el despertar político que vive Kenia, pero recuerda que existe también una urgente necesidad por concentrarse más en las historias que no muestren únicamente lo malo. “La esperanza es esencial, y necesita más espacio. El discurso universal de los medios occidentales sobre África sigue siendo catastrofista”, cuenta a EL PAÍS. “Para cambiar la narrativa, es clave que contemos el continente desde puntos de vista positivos”, destaca.

La decisión de llevar ciertas palabras o ciertas fotografías en la portada es importante porque conforma las conversaciones que luego la gente discute
Mshai Mwangola, académica, artista y activista

Ese fue uno de los motores que la llevó a publicar Love made in Africa (Amor hecho en África), un libro compuesto por varias voces que muestra las diferentes formas en las que se manifiesta y entiende el amor en las culturas africanas. Se lanzó en San Valentín del año pasado y ella misma lo describe como “un libro sobre historias de amor de aquí”. Mientras Muhanji habla, a pocos metros se cultivan las semillas de esa esperanza cuando un grupo de jóvenes recita poemas desde el espacio Foco de la poesía, frente a una audiencia que escucha atentamente.

El significado de ser africano

En un festival que ha reunido voces africanas del continente y la diáspora, los autores han reflexionado sobre lo que significa ser africano, una respuesta en la que “la imaginación” es la clave. Necesitamos imaginar cuando hablamos de nuestras luchas. La imaginación está al servicio de lo que necesitamos y lo que queremos”, explicó frente a un panel de 100 personas Yewande Omotoso, una novelista sudáfricana nacida en Barbados y criada en Nigeria. “La gente nos mira tal y como nos miramos nosotros. Necesitamos revisitar eso y demostrarnos las cosas a nosotros mismos, no al resto del mundo”, exponía Yamen Manaï, un escritor tunecino que explora la intersección entre el presente y el pasado, la tradición y la tecnología, a través de la prosa.

Precisamente el nombre de Macondo, el universo creado por Gabriel García Márquez en su novela Cien años de soledad, tiene, su origen en una palabra bantú: Makondo, que significa árbol de banano y que se dice que el autor imaginó desde una finca bananera cerca de Aracataca, su pueblo natal en Colombia. “La importancia de esta conversación es que, cuando interactuamos con autores de otros lugares, nos damos cuenta de que estamos hechos del mismo material y pasamos por dificultades muy similares en contextos muy distintos. Pero cuando te das cuenta de que no estás solo, eres más fuerte, sientes que tienes un respaldo detrás. Nosotros lo llamamos Ubuntu”, concluye Muhanji.

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