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Nadaban para ser libres: el equipo de Amjed Tantish fulminado por la guerra en Gaza

Un grupo de nadadores gazatíes llevaba años entrenándose y venciendo las restricciones y la falta de medios para representar a Palestina en unos Juegos Olímpicos. Las bombas han cortado de cuajo sus vidas y sus planes. Su historia revela el grado de destrucción de una sociedad que aspiraba a la normalidad

El más importante equipo de natación de Gaza, junto a su entrenador Amjed Tantish (centro), en la piscina en la que entrenaban en Yabalia, al norte de la Franja, en julio de 2023.Foto: TANTISH | Vídeo: ÁLVARO GONZÁLEZ

Trece chicos posan sonrientes y en bañador junto a sus entrenadores ante una piscina de 25 metros de largo en Yabalia, en el norte de la franja de Gaza. Es una fotografía de julio de 2023, pero parece que hubieran pasado muchos años. La inmensa mayoría de los nadadores de este equipo nunca se han zambullido en una piscina de competición ni han salido de los 365 kilómetros cuadrados de este territorio, pero llevaban años entrenando con ahínco, entre olas de violencia, restricciones de movimiento y la falta de medios materiales. Su objetivo era llegar a unos Juegos Olímpicos.

Pero después de más de siete meses de guerra, el equipo está roto y las vidas y circunstancias de los nadadores son un reflejo de los destinos de la mayoría de los 2,2 millones de habitantes de la Franja. “Eran un equipo muy bueno. Intentamos clasificarnos para Tokio-2020, pero no pudo ser por la pandemia y luego para París 2024, las pocas posibilidades que teníamos se esfumaron con la guerra”, explica a este diario Amjed Tantish, entrenador y fundador de esta escuela de natación del norte de Gaza.

Dos de los nadadores de la fotografía han fallecido desde octubre. Yazan Al Kaseeh, de 17 años, recibió un disparo en el cuello y Hamoudi Mossalam, de 14, murió en un bombardeo junto a su padre en el norte de Gaza. Su hermano Bakir, también miembro del equipo, resultó herido en ese mismo ataque. Otros dos nadadores más siguen bloqueados junto a sus familias en el norte, cinco están desplazados en Rafah, en el sur, y tres consiguieron huir de la Franja.

“Nadar es mi escapatoria, el momento en que me siento libre”. La voz recia de Abed Raboo Kilany, de 22 años, llega desde una pobre tienda de campaña en Rafah, en el sur de la franja de Gaza, donde decenas de miles de personas desplazadas llevan meses esquivando la muerte. Es el quinto lugar en el que este joven y su familia se refugian desde octubre. “Estar en el agua me da energía, me hace sentir bien, física y mentalmente. Echo a volar la imaginación y me veo representando a Palestina en campeonatos importantes”, continúa.

Abed Raboo Kilany sits (center) as he speaks with members of his family and his coach, Amjed Tantish (left) in a Rafah refugee camp, in the southern Gaza Strip, in May 2024.
Abed Raboo Kilany, en cuclillas (centro) conversa con miembros de su familia y con su entrenador, Amjed Tantish (izquierda) en un campo de desplazados en Rafah, en el sur de la Franja de Gaza, en mayo de 2024Enas Tantish

Pero los sueños de Kilany parecen estar hoy más lejos que nunca. El joven es un gran nadador, pero su piscina ha sido a menudo el mar Mediterráneo, tan espléndido como contaminado e impregnado casi siempre de conflicto y muerte. Esa inmensidad azul proporcionaba a los habitantes de la Franja una ficticia sensación de libertad después de 17 años de un bloqueo israelí que los ha aislado por tierra, mar y aire. Jóvenes de menos de 25 años como Kilany, que representan el 65% de la población, no han conocido una Gaza con las puertas abiertas al mundo y sus vidas están marcadas por las embestidas del conflicto.

“No veo futuro ni para Gaza ni para mí. La guerra lo ha destruido todo”, suspira este nadador. “Tengo la vista puesta en los Juegos Olímpicos de 2028, pero ¿podré practicar? ¿Podré salir a entrenar a algún lugar si aquí no hay dónde?”, se pregunta.

Tengo la vista puesta en los Juegos Olímpicos de 2028, pero ¿podré practicar? ¿Podré salir a entrenar a algún lugar si aquí no hay dónde?
Abed Raboo Kilany, nadador de Gaza

Escombros para construir una piscina en el mar

¿Quién no ha sentido una placentera levedad al entrar en el mar, flotar mirando al cielo o sumergir la cabeza en el fondo de una piscina? En Gaza esa sensación es aún más intensa y liberadora. Tantish, de 47 años, la experimentó desde muy joven, pero tuvo que esperar años y salir a Egipto a estudiar para poder practicar en una verdadera piscina de competición de 50 metros de largo. Su sueño también era ir a unos Juegos Olímpicos porque había ganado varios campeonatos en la categoría espalda, pero no logró la marca necesaria. Entonces volvió a su casa y comenzó a dar clases a niños en Gaza, donde poca gente sabe nadar pese a vivir a orillas del mar. El primer verano, hace ahora unos 20 años, los cursos fueron en el puerto de pesca y acudieron cinco chavales. Meses después ya eran 40 y ha habido años que han superado los 400, en los que se incluye un número creciente de chicas.

Los obstáculos de la escuela Tantish han sido muchos: la segunda Intifada (2000-2005), la llegada del gobierno del movimiento islamista Hamás, el bloqueo y las sucesivas ofensivas militares israelíes. A lo largo de los años, este entrenador gazatí ha construido varias piscinas y sobre todo ha improvisado para seguir adelante. Por ejemplo, en 2015, después de que la piscina en la que se entrenaban quedara destrozada durante una violenta ofensiva israelí, introdujo en el mar bloques de cemento procedentes de las casas bombardeadas, con el fin de crear una barrera e impartir sus clases en un agua tranquila. “Los chicos necesitaban nadar y yo soy un hombre determinado”, explica. Desde 2020, su mejor equipo masculino, el de esta fotografía, se entrenaba en la piscina de Yabalia, que pertenecía a un parque de diversiones de Gaza, hoy convertido en una montaña de ruinas.

“Estos nadadores son como hijos. Estoy en contacto con todos ellos, pero esta guerra ha diezmado y separado al equipo. Aun así, quiero pensar que esto no es el fin, que el sueño no termina aquí”, piensa en voz alta Tantish.

Este gazatí va desgranando su historia y la de su equipo en mensajes de WhatsApp, escritos y de voz, y en pequeños videos, que llegan desde la Franja con mucha dificultad. Tantish, su esposa y sus cinco hijos llevan desde enero desplazados en una tienda de campaña en Rafah. Huyeron de su hogar en Beit Lahia, en el norte, días después del ataque perpetrado por Hamás en Israel el 7 de octubre, en el que murieron unas 1.200 personas y unas 250 fueron tomadas como rehenes, según cifras oficiales.

“Tengo que buscar de nuevo un lugar para mi familia porque aquí corremos demasiado peligro”. Es 11 de mayo y Tantish teme una ofensiva terrestre israelí en Rafah. Los mensajes se interrumpen durante varios días hasta que reaparece en Jan Yunis, al norte de Rafah, en otro campo de desplazados. “Tenemos poca comida y casi no hay agua, hay que caminar bastante para conseguirla”. Tantesh aparece en los videos visiblemente desmejorado y con una voz apagada que se quiebra por momentos. “Nada volverá a ser igual después de esto, ninguno de nuestros niños y jóvenes saldrá indemne de esta guerra”, asegura.

Amjed Tantish (left) speaks with Yazan Al Kaseeh (right) during a 2023 training session. The young man died after being shot fatally in 2024 in the northern Gaza Strip.
Amjed Tantish (izquierda) conversa con Yazan Al Kaseeh (derecha) durante un entrenamiento en 2023. El joven falleció al recibir un disparo mortal en enero de 2024 en el norte de la Franja de Gaza.Escuela de natación de Gaza

Bakir Mossalam, otro nadador del equipo, es el claro ejemplo. Tiene 17 años y ha crecido de golpe desde que vio morir a su padre y a su hermano Hamoudi en un bombardeo en el que él resultó herido en el cuello. Ahora es el responsable de su familia, que está refugiada en un albergue de la ONU en el norte de Gaza.

“No sé qué va a ser de mí, ni qué futuro me espera, pero nada volverá a ser lo mismo. Me siento solo y triste y echo mucho de menos nadar, pero no sé si podré volver a entrenarme debido a mi herida, si cumpliré mi sueño y el de mi hermano, que es ir a unos Juegos Olímpicos. Ahora, mi prioridad es salir cada día a buscar comida y agua y que mi familia esté en un lugar seguro”, describe.

Lo veo todo negro, no veo ningún futuro en Gaza. Solo dejo atrás mi sufrimiento cuando entro en el agua
Abdel Rahman Tantish, nadador de Gaza

A pocos kilómetros del refugio de UNRWA donde se cobija la familia Mossalam, otra madre, Afifa Al Kaseeh, recuerda, desolada, la pasión por el mar de su hijo Yazan, que murió tiroteado en enero. “Le gustaba el agua desde niño. Le encantaban las olas grandes. Tenía cualidades y destacó rápidamente, aunque también entrenaba mucho. A mí me daba miedo cuando nadaba lejos, en el mar, pero él no me escuchaba e iba cada día, daba igual si hacía mal tiempo”, explica esta profesora universitaria en mensajes de voz de Whatsapp.

El agua que sana

Abdel Rahman Tantish, de 21 años, uno de los mejores nadadores del equipo, pudo salir de Gaza hace unos tres meses gracias a su pasaporte egipcio y está entrenándose en un club de natación de El Cairo. “Me fui solo y sufro mucho al ver cómo está viviendo mi familia en Gaza. No puedo dormir pensando en ellos. Lo veo todo negro, no veo ningún futuro en Gaza. Solo dejo atrás mi sufrimiento cuando entro en el agua”, explica este joven, sobrino de Amjed Tantish, el entrenador del equipo.

Para sus compañeros de equipo, ha tenido suerte, aunque su vida diaria en El Cairo es complicada y sobre todo costosa. Este joven cuenta cada céntimo que gasta e intenta motivarse recordando cuál es su objetivo. “Aspiro a convertirme en uno de los mejores nadadores del mundo árabe y llegar a los Juegos Olímpicos de 2028 en Los Ángeles. Por eso salí de Gaza. Quiero representar a Palestina en los campeonatos y decir al mundo que la gente de Gaza ama la vida y solo quiere vivir como otras personas en otros lugares del mundo”, explica.

Tras semanas de guerra, el agua del mar limpiaba y sanaba mi alma. Sentí que mi determinación volvía
Amjed Tantish, entrenador y fundador del equipo

Amjed Tantish cree que tiene cualidades para poder lograr sus sueños. Desde su endeble tienda de campaña en Jan Yunis, este entrenador reitera que reanudará “en cuanto se pueda” las clases de natación en el mar “como ocurrió otras veces”. Sin embargo, sabe que en esta ocasión todo será mucho más difícil: ni siquiera sabe qué pasará mañana, si tendrán que huir de nuevo, y si llega el caso, adónde lo harán. “Nuestros hijos han sufrido demasiado. Nadar les hará volver a reír y les dará esperanza. Necesitan más que nunca sentirse así. Necesitan una oportunidad”, afirma.

El mar Mediterráneo espera a menos de dos kilómetros del lugar en que Tantish envía estos mensajes, pero parece estar demasiado lejos. La última vez que nadó fue el 18 de enero, cuando llegó con su familia a Rafah. Se metió en el mar a última hora de la tarde porque sintió que si no lo hacía iba a explotar. “Fue maravilloso, el único buen momento de todos estos meses. Tras semanas de guerra, el agua del mar limpiaba y sanaba mi alma. Sentí que mi determinación volvía”.

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