El festival valiente que celebra África llega a su mayoría de edad en plena forma
La 18ª edición del Festival de Cine Africano de Tarifa, FCAT, clausura su cita anual con la entrega de premios a las mejores películas sobre el continente vecino
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Que haya menos muertes, que sean más los vacunados. Ver a un familiar o amigo después de año y medio, por ejemplo. Volver a viajar, aunque sea cerca y con todas las precauciones... Son grandes y pequeños acontecimientos que nos permiten soñar, tímidamente, con recupeflear espacios de la vida anterior a la covid-19. Que se haya vuelto a celebrar el Festival de Cine Africano de Tarifa (FCAT) esta semana ha sido otro destello de la añorada normalidad. El longevo festival de cine africano, que ha cumplido este 2021 su mayoría de edad, no ha faltado a su cita, en formato híbrido en esta ocasión, pero con toda la animosidad que le caracteriza en su afán de universalizar el cine africano: durante diez días, 60 películas, coloquios, talleres y otras actividades han llenado de vida y cultura la ciudad andaluza.
“Parecía imposible que en seis meses se celebraran dos ediciones del FCAT, pero lo hemos conseguido, y no sabemos ni cómo. Ha habido cine en Tarifa, en Tánger, encuentros en streaming, películas en Filmin también. El FCAT es interplanetario, con lo mejor del cine africano” ha proclamado Marta Jiménez, presentadora de la gala de clausura del festival junto al actor tarifeño Juan Fleta. La noche de este viernes el festival ha puesto el punto y final a esta edición con la tradicional entrega de premios a las películas incluidas en Hipermetropía, su sección oficial. Ha sido una gala no tan íntima como se podría esperar dados los tiempos pandémicos: con intervenciones virtuales, sí, menos invitados internacionales, también, y todas las medidas de prevención y distancia social, pero con aforo completo, tiros largos y hasta photocall. “Este 2021 aún doloroso y difícil para muchas personas, Tarifa sigue creyendo en el cine africano porque es un cine que nos invita a mirar al continente amigo y encontrar personas y países capaces de transformar el mundo en un lugar mejor”, han sido las palabras de Francisco Terán, concejal de Cultura.
La ganadora en la categoría de mejor largometraje de ficción ha sido Residue, del director norteamericano de origen etíope Merawi Gerima. “A ratos, parece un sueño en la realidad, otras veces un puñetazo duro. Esta película nos ha transportado a través de tantas emociones de una manera muy auténtica”, ha descrito el jurado en una nota leída por uno de sus miembros, la cineasta Paula Palacios, a través de un vídeo en diferido. Esta película, que se puede ver en la plataforma virtual Filmin junto a otras tantas incluidas en el festival hasta el día 6 de junio, cuenta la historia de un joven realizador que regresa a su ciudad natal, Washington DC, para rodar una película y descubre un barrio aburguesado e irreconocible donde ahora se le trata como un extraño y en el que tiene que enfrentarse a no pocos problemas personales.
La gala no ha tenido tantos invitados como otras veces, pero los que han subido al escenario en cuerpo y alma, y no solo a través del vídeo, han dejado huella, sobre todo en las enrojecidas manos de los asistentes. De tanto aplaudir. Una de las ovaciones más sonoras ha sido para la directora Lina Soualem por Leur Algerie, que ha recogido el premio del público, quizá el más simbólico para los cineastas porque es el que se otorga a la película favorita de los espectadores, que esta vez han votado a través de Filmin. Soualem, de 27 años, pone frente a la cámara a sus abuelos Aicha y Mabrouk, argelinos que migraron a Francia hace más de 60 años, para buscar respuestas sobre su historia de vida, silenciada para ella hasta entonces, en un delicado y emotivo trabajo que descubre cuán importante es construir la memoria colectiva de un país con los testimonios de todas y cada una de las personas que lo habitan.
El de Soualem no ha sido el único documental. De hecho, este año la presencia de este género ha sido más destacada que en ediciones anteriores debido a la pandemia. El que se ha llevado el premio en su categoría, concedido por Casa África, ha sido Les prières de Delphine, Rosine Mbakam, una cinta sencilla, pero desgarradora: una cámara, una mujer rodando y otra que narra sin tapujos cómo ha sido su vida desde niña hasta la actualidad en un relato durísimo. Ha resultado elegida “por la valentía de la directora en delegar el peso del relato en Delphine y su historia, con un tratamiento sencillo y arriesgado, y por hacer que su mirada nos haga ir mucho más allá de, como se dice en la película, dos mujeres negras y africanas”, ha determinado Paula Palacios, otra vez de forma virtual.
“Decidimos apoyar el premio al mejor documental porque probablemente sea este género el que tiene más dificultades de financiación, y queremos dar este apoyo a los realizadores para que sigan trabajando, porque el documental es fundamental para mostrar realidades sin ningún tipo de velo”, ha manifestado Juan Jaime Martínez, jefe del área de Cultura de Casa África, él sí, de manera presencial. Delphine, la protagonista, se ha llevado además el premio a mejor actriz, pese a no ser esta su profesión, “por una interpretación en la que no hay ficción, solo hay realidad, y por la generosidad que demuestra al compartir su experiencia de vida tan dura”, ha decidido el jurado.
Cada edición del FCAT no es solo un pase de películas sobre África o de africano. Más allá de difundir cine, siempre es una oportunidad para reivindicar, para apostar por la unión de pueblos y culturas vecinas, para abrir mentes, destruir fronteras, para reclamar una sociedad más justa y benévola. Por eso, uno de los mayores aplausos se lo ha llevado una persona que no recibía ningún premio, sino que estaba allí para otorgar uno, por sus palabras a favor de la unión y del entendimiento. “Ya basta de tanta incomunicación, lo hemos visto estas semanas. No hagamos caso a los que nos quieren incomunicar entre las dos orillas y poner miedo e incomprensión. Con la cultura y el cine podemos acabar con los que quieren incomunicarnos a las dos partes”, han sido las palabras de Javier Benítez, director territorial de Canal Sur en Cádiz, que subía al escenario para otorgar el Premio RTVA. Este ha ido a parar al cortometraje Henet Ward, del director egipcio Morad Mostafa, por ser “una película inquietante que retrata los conflictos y las tensiones familiares, machistas y racistas que ocurren en la intimidad de una celebración. Una apuesta narrativa y visual directa, contundente, absorbente, capaz de mantener en vilo al espectador desde el primer fotograma hasta la drástica imagen final”, ha alabado.
No han acabado aquí los reconocimientos. El Premio ACERCA que otorga la Agencia Española de Cooperación y Desarrollo (AECID) a la película que difunde mejor los Objetivo de Desarrollo Sostenible ha ido a Makongo, “por su denuncia de las condiciones de la miseria de los pigmeos y por resaltar la importancia de educación de calidad para todos y todas”. Se trata de una cinta sobre dos jóvenes pigmeos Aka de un pueblo centroafricano que, a pesar de las dificultades económicas y la estigmatización que sufren en el colegio, no solo siguen estudiando, sino que además ayudan a que a los demás niños Aka también puedan ir al colegio. “Significa mucho para mí, es la culminación de un sueño, de un largo proceso y reconocimiento de mis dos personajes. Esta película es una inspiración para las comunidades que pasan tantas dificultades sociales y económicas”, ha declarado en un vídeo su director, Elvis Sabin Ngaïbino.
No hagamos caso a los que nos quieren incomunicar entre las dos orillas y poner miedo e incomprensión. Con la cultura y el cine podemos acabar con los que quieren incomunicar a las dos partesJavier Benítez, director territorial de Canal Sur en Cádiz
El premio al mejor actor ha sido doble, para Samir Guesmi y Abdel Bendaher, por su conmovedora colaboración en el largometraje Ibrahim. “Una relación padre-hijo cargada de vergüenza social, encarnada sutilmente en un amor difícil e indecible. Dónde los silencios y los impulsos violentos hablan de todo el sufrimiento, de amor total. Una delicada y conmovedora explosión de humanidad”, ha anunciado el jurado. Por otra parte, se ha otorgado el Premio a Mejor Cortometraje de la sección África en breve a Nha Mila, de Denise Fernandes.
Un ramo de flores y una reflexión han clausurado la 18ª edición del FCAT. El primero ha sido para Pierangelo Vallaperta, responsable de la administración y gestión del festival desde su primera edición, porque se baja del barco. Él se ha llevado otro de los aplausos más sonoros, con medio auditorio en pie, pues este festival que comenzó con solo cien asistentes, como recordaba el homenajeado, funciona después de todo como una pequeña familia, por mucho que haya crecido a lo largo de estas dos décadas. “Claro que seguiré viniendo a Tarifa cada año, pero ya solo para ver películas, nada de trabajar”, celebraba después entre bambalinas.
Y la reflexión, de Paula Palacios: “Para que haya más diversidad cultural en el cine es necesario que la industria apueste por temáticas diferentes y por directores con miradas diferentes, y por más festivales valientes como el FCAT”, ha reclamado. Y así, sin arrugas y en plena forma en su mayoría de edad, este festival valiente ha dicho “hasta pronto” a Tarifa. Nunca adiós, pues ya se ha visto que ni una pandemia mundial puede con él.
Que no se olvide mencionar...
El jurado del FCAT ha querido hacer una mención especial a otros dos trabajos. Uno ha sido 'Zaho Zay' de Maeva Ranaïvojaona y Georg Miller, por ser “una película sorprendente (...) narrada por un soplo poético, una voz en off a veces tierna, a veces cruel, dando cuerpo al grito sordo de Madagascar a través de la lengua de Raharimanana. Imágenes llenas de heridas y secretos que siguen atormentándonos, como un sueño. Una película rara y atrevida”. La otra mención ha sido para 'Le dernier refuge' “por acercarnos a un tema como es la migración africana hacia Europa con un acceso diferente, mostrando algunos entresijos de las rutas migratorias del interior de África de una manera íntima y honesta e invitándonos a reflexionar sobre los caminos que llevan a ninguna parte”.
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