Un revés para Putin en Siria
La repentina ofensiva de milicias yihadistas muestra la debilidad del apoyo ruso e iraní al régimen de El Asad
Un nuevo vuelco bélico acaba de alterar súbitamente el mapa, ya de por sí turbulento, de Oriente Próximo. La guerra de Siria, que se encendió en 2011 con la revuelta contra la dictadura de Bachar el Asad, ha despertado súbitamente con una rápida ofensiva de una fuerza rebelde yihadista que en una semana ha conquistado Alepo, la segunda ciudad del país, después Hama, otra importante capital provincial, y avanza hacia Homs. La enorme inestabilidad regional e incluso global ha proporcionado la oportunidad a las guerrillas Hayat Tahrir al Sham (HTS) o Comité de Liberación del Levante, antaño afiliadas a Al Qaeda y todavía clasificadas como terroristas, de asestar un golpe estratégico al régimen del dictador, y por efecto de carambola a sus patrocinadores, el vecino Irán y la Rusia de Putin.
La debilidad del régimen de Teherán y la sangría sufrida por Hezbolá han dejado a El Asad sin el auxilio de suficientes fuerzas de choque chiíes provenientes de Líbano, Siria e incluso Irán. Y a consecuencia de la guerra de Ucrania ha visto mermado el número de cazas de la fuerza aérea rusa, y por tanto la intensidad de los bombardeos. El ejército de El Asad, debilitado y desmoralizado por 13 años de guerra, se ha mostrado incapaz de resistir el empujón de las milicias yihadistas. Los rebeldes avanzan también hacia Tartus, donde Rusia tiene su última base naval en el Mediterráneo.
Tharir al Sham no se conforma con instalarse en Alepo y controlar el noroeste del país, sino que mira hacia Damasco, con el propósito de derrocar al dictador. Esta guerrilla suní y salafista, tras federar a una docena de grupos yihadistas, restringe su actividad armada a Siria y se ha alejado de las ideas internacionalistas de Al Qaeda, y del sanguinario califato islámico promovido por el ISIS (Estado Islámico), que llegó a controlar e imponer la brutalidad de la sharía en un vasto territorio entre Siria e Irak.
Basado en Idlib, junto a la frontera turca, Tahrir al Sham ha contado con la complacencia del primer ministro turco, Recep Tayyip Erdogan, ante la oportunidad de ensanchar su zona de influencia en Siria e incluso aspirar a contar con un régimen aliado en Damasco. Ankara ha podido refrenar a las guerrillas kurdas, además de preparar el regreso de los dos millones de sirios actualmente refugiados en Turquía. La guerra de Siria, iniciada en el contexto de las primaveras árabes, se convirtió muy pronto en un combate a varias bandas entre las principales potencias regionales vecinas —Irán, Irak, Arabia Saudí, Turquía e Israel—, que se tradujo en el apoyo a las distintas milicias y en algunos casos en el control de partes del territorio.
La ofensiva rebelde es un nuevo fracaso del eje de la resistencia contra Israel encabezado por Irán en favor de una facción del yihadismo. Señala también el peligro que corre la presencia rusa en Siria y, por tanto, sus pretensiones de recuperar la hegemonía de los tiempos soviéticos, el mismo móvil que indujo a Putin a invadir Ucrania.
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