‘Freelance II’: Beirut
Los medios deberían dar a sus periodistas todas las herramientas disponibles para que estén lo más seguros posible en una zona de conflicto
Les voy a contar un cuento. Muchos periodistas queremos ir a conflictos cuando somos jóvenes, felices e indocumentados, que decía el maestro colombiano, pero pasamos más tiempo leyendo a Christine Spengler, Robert Capa o Ramón Lobo que intentándolo. Después descubrimos que no tiene nada de romántico el cadáver de un joven en el hall de un hotel de Kiev con un par de balazos en el vientre o unos adolescentes afganos huyendo a la carrera, de noche, de los perros de los policías húngaros en una pista de tierra al sur de Röszke, cerca de la frontera con Serbia. No imagino estar ante un pelotón de reclutas rusos borrachos en Lugansk o secuestrado por los yihadistas del ISIS. Hay que ser profundamente humano y a la vez duro como una piedra. Y tiene un precio físico, mental, familiar. A veces la muerte. No hay dinero que lo pague, pero eso no significa que no deba pagarse decentemente.
El riesgo es real y continuo, así que los medios deberían darles todas las herramientas disponibles para que estén lo más seguros posible. Se puede trabajar sin casco y chaleco antibalas, pero es mejor llevarlo. Se puede ir sin seguro de conflictos porque es caro, pero más cara es la evacuación de un periodista herido en Cisjordania. Se les pueden pagar los servicios de un fixer, esa persona que conoce el lugar, que tiene los contactos, que sabe por qué calle no pasar, y que en Beirut cobra entre 150 y 300 dólares al día ahora mismo; o dejar que se muevan como puedan por su cuenta.
TVE tiene en Líbano un equipo liderado por Almudena Ariza, veterana, preparada y con medios. Y se nota en su trabajo. Telecinco y Antena 3 dejaron de enviar equipos a conflictos después de ver cómo Estados Unidos les asesinaba, respectivamente, a José Couso en 2003 en Bagdad y a Ricardo Ortega en 2004 en Haití. Lo que sí hacen las televisiones privadas es comprar crónicas a periodistas que se les ofrecen desde Beirut. Unas se portan mejor que otras. Las radios funcionan igual, pero pagando una miseria por crónica. ¿Qué pasa si sus freelance caen mañana heridos y hay que evacuarlos? Si les pagaron un seguro de conflictos lo tendrán más fácil. Si no lo pagaron tendrán que decidir si se desentienden o se comportan. Nada les obliga. La Cadena SER envió a Beirut a una veterana de plantilla, Mariela Rubio. Llevaba lo necesario, como Fran Sevilla con RNE.
EL PAÍS tiene a Antonio Pita, corresponsal en la zona, un tipo curtido. Abc a Mikel Ayestaran y El Mundo a Javier Espinosa, dos veteranos, referentes del periodismo de conflictos en español de las últimas dos décadas. Y se acabó. El resto tira de freelance y la mayoría se aprovechan de ellos. Como trabajan para varios medios, algunos miran hacia otro lado cuando hay que cubrir gastos. Hay freelance españoles que tienen casco y chaleco antibalas y que han seguido cursos para saber moverse en zonas de conflictos gracias a medios de otros países que se preocupan por la calidad de la información y la seguridad de sus periodistas y no solo por decir que tienen a un periodista donde deben tenerlo, aunque lo tengan como no tendrían que tenerlo y le paguen una miseria. Reporteros sin Fronteras tuvo que localizar a españoles en Beirut para darles material.
Algunos directivos cuentan que hay freelance que primero viajan al conflicto y después llaman y les piden que no los dejen tirados. Es cierto. Pero nada impide a los directores, en el momento que aceptan sus crónicas, enviarles casco y chaleco, dinero para un fixer y un seguro. No enviar equipos de plantilla con todo lo indispensable por los traumas de Couso y Ortega es una decisión editorial comprensible. Sustituirlos por freelance precarios parece inmoral. Si salimos de los medios grandes y nos vamos a los diarios digitales la situación es peor: menos medios y tarifas más bajas. Uno pensaría que los directores tendrían como prioridad la seguridad de quienes rellenan sus páginas y sus informativos desde un conflicto bélico. Pero no es siempre así.
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