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EXTREMA DERECHA
Columna
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¿Estará la extrema derecha cambiando a Dios por Satanás?

Desde el brasileño Pablo Marçal a Nicolás Maduro en Venezuela, los movimientos menos democráticos parecen haber descubierto que el mejor comodín electoral no es ya el agua bendita, sino la exaltación de lo satánico

Jair Bolsonaro
Pablo Marçal y Jair Bolsonaro en una fotografía compartida en las redes sociales del candidato a la alcaldía de São Paulo.pablomarcal1
Juan Arias

A la extrema derecha en todo el mundo le ha gustado siempre el pecado de “usar el nombre de Dios en vano”. Cierto que según el catolicismo, Satanás no es sino el ángel que se reveló y quiso ser Dios. Es difícil, sin embargo, entender un movimiento derechista ateo. En España, el caudillo Franco, que nunca había sido religioso, acabó abrumado por bendiciones y privilegios papales. Hasta recibió de Roma el privilegio de ir en las procesiones religiosas bajo palio, algo que se ha limitado siempre a la Eucaristía.

Toda la nueva derecha fascista de hoy nació, como aquí en Brasil con Jair Bolsonaro, bajo el lema de “Dios, Patria y Familia”, siempre con la Biblia en la mano, junto con la Constitución. Ante la fuerza de la religión a la hora de reclutar votos en países cristianos como Brasil y en muchos otros países de América Latina, los candidatos a políticos se han arrodillado hasta ahora en los templos en busca de bendiciones. Ejemplo típico es el brasileño. Jair Bolsonaro se pasó de católico a evangélico rebautizándose simbólicamente en las aguas del Jordán, en Israel, como un guiño también al judaísmo religioso extremista al que sigue siendo fiel.

¿Qué está pasando que, de repente, al puesto de Dios, en cierta extrema derecha, está surgiendo el culto y el uso de Satanás y al parecer con mayor fuerza de atracción política? Si las modas en el vestir nacen de repente y se extienden como un incendio, lo mismo pasa en los terremotos políticos. Y al parecer este es uno de esos momentos con tal radicalidad que en la extrema derecha y hasta en cierta izquierda, surge la moda de Satanás, hasta en las canciones y publicidad política.

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Es sintomático que en Brasil, un país profundamente religioso surja, de repente, a través de las redes sociales, el fenómeno del joven influencer millonario Pablo Marçal, que amenaza en los sondeos con ganar la alcaldía de São Paulo, la ciudad mayor y más rica de América Latina, corazón de las finanzas y que tiene un peso fundamental en las elecciones presidenciales.

El joven de las redes sociales, a pesar de un pasado de graves acusaciones de corrupción y de connivencia con el tráfico internacional de drogas, aparece de repente con millones de seguidores en las redes con sus polémica salidas de mal gusto, y con una música de fondo que exalta no ya a Dios sino a Satanás y con un lenguaje grosero: “Mire cara a cara al demonio”, “jódase su Dios”, y “cuelgue a su madre en la mierda de la cruz”. Al mismo tiempo, aparece ante sus seguidores cristianos pidiendo que recen por él.

No deja de ser curioso, que casi simultáneamente, en Venezuela, en este momento de crisis política, el izquierdista, Maduro, también en vez de usar a Dios como comodín en sus ataques a sus opositores que aseguran haber ganado las elecciones, les tacha de haber hecho “un pacto satánico”. Es como si, de repente, en los movimientos menos democráticos que siempre han usado y abusado del concepto de Dios y de la religión, hayan descubierto que el mejor comodín electoral no es ya Dios y el agua bendita, sino la exaltación de lo satánico, que al parecer empieza a tener hoy más peso y atracción en la política que el hasta ahora Dios de la Biblia, el libro sagrado que junto con la Constitución ha aparecido siempre a la hora en que los políticos elegidos presidentes de la nación, juran lealtad a las leyes.

Si por el momento puede parecer sólo una moda, ese cambio en la política de Dios por Satanás, puede esconder algo más profundo y tenebroso. Si todo vale en política para ganar las elecciones por qué no usar también el arma de Satanás, ya que, al parecer, la puramente religiosa que evoca al Dios cristiano, empieza a decaer y a ser menos usada por una extrema derecha que llega a coquetear cada vez más con el nazismo, la violencia, el lenguaje grosero y ahora incluso con los ritos satánicos.

En los Evangelios se narra que Satanás, el ángel que se había rebelado a Dios, llegó a tentar a Jesús para que se arrodillara ante él y lo adorara. En cambio le ofrecía toda la tierra que abarcaba su vista. El profeta judío rechazó la oferta, pero acabó crucificado como un malhechor.

Si el idilio de una vez de la extrema derecha política con el cristianismo conservador ya sabemos donde condujo, hoy esos atisbos de mutación genético-política hacia el satanismo podría ser el preanuncio de un futuro más sombrío. Para hacerle frente sólo servirá la voluntad de un movimiento laico, fundado en la defensa de los derechos y las libertades contra las injusticias y a favor de los que se quedan tirados en la calle, víctimas de los nuevos y feroces capitalismos que resurgen ahora con amores satánicos del fondo de las nuevas redes sociales.

De repente aparece que en la agitada política mundial en crisis, Dios empieza dar paso al mito de lo satánico, a la quiebra de todos los códigos morales y al uso del lenguaje soez, cuanto más duro mejor. Ello a juzgar por el nuevo fenómeno del joven brasileño millonario y enamorado del mito de Satanás, que trae de cabeza a los demócratas y crece en cada nuevo sondeo electoral.

Podría tratarse de un nuevo movimiento de las placas tectónicas que amenazan con un terremoto político que podría alcanzar las elecciones presidenciales brasileñas del 2026 y que por ello, tiene preocupado e intrigado al veterano y político católico, Lula da Silva. No acaso, el satánico nuevo contrincante de extrema derecha, ya preanuncia que si gana la alcaldía de São Paulo, disputará con Lula la jefatura del Estado. Como decía en España una beata en tiempos del franquismo, mientras rezaba el rosario: “¡Que Dios nos coja confesados!”.

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