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Columna
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Censura y sandías

El miedo a ofender a Israel se ha superpuesto en muchas sociedades a la libertad de expresión, pero también en estas se han recuperado símbolos contra el silencio

Israel-Hamas war
Una mujer lleva una camiseta con el diseño de una sandía durante una protesta propalestina en Amán, Jordania.ALAA AL SUKHNI (REUTERS)
Ana Fuentes

El año termina con una fruta más politizada que nunca. La sandía ha aparecido en las marchas de apoyo a los palestinos y en miles de comentarios en redes sociales por ser de los mismos colores que su bandera: roja, negra, blanca y verde. Hay quienes la acompañan de otros mensajes; otros la lucen sola, como un guiño sutil para evitar la censura y el señalamiento.

Nos llama la atención hoy, pero la sandía lleva cumpliendo la misma función casi 60 años. Cuando terminó la guerra árabe-israelí de 1967, Israel se hizo con el control de Gaza y Cisjordania y prohibió a los palestinos que portasen símbolos nacionales como su bandera en sitios públicos, alegando que incitaban al terrorismo. Consideraba esta insignia igual que la de grupos armados islamistas como Hamás o Hezbolá. Tras los acuerdos de Oslo de 1993, Israel levantó el veto y reconoció la bandera como la de la Autoridad Palestina, que se creó para administrar la Franja de Gaza y algunas partes de la Cisjordania ocupada. Sin embargo, la enseña ha seguido siendo un tema de tensión constante y un pretexto para la represión contra los palestinos. En unos días se cumplirá un año desde que el ministro de seguridad israelí, el ultraderechista Itamar Ben-Gvir, ordenó a la policía que confiscara las banderas palestinas en sitios públicos. La sandía volvió a hacerse famosa porque Zazim, un grupo activista árabe israelí por la paz, colocó pegatinas gigantes en una docena de taxis de Tel Aviv que mostraban una rodaja de esta fruta y un mensaje al estilo de Magritte que decía: “Esto no es una sandía”. Querían protestar por varios arrestos y confiscaciones de la bandera. Una de las responsables le explicó a la prensa local que estarían siempre dispuestos a sortear cualquier restricción absurda y a luchar por la libertad de expresión.

Antes del 7 de octubre, en Cisjordania habían sido asesinados 200 palestinos, la cifra más alta en un período de diez meses desde que la ONU comenzó a llevar registros en 2005. Así estaban las cosas cuando Hamás asesinó y secuestró a más de 1.400 israelíes. A continuación, el ejército israelí emprendió el ataque contra Gaza y desde entonces ha matado a más de 21.000 palestinos. Solo entonces el mundo ha vuelto a mirar a un conflicto enquistado. Las redes están sirviendo para expresarse, aunque no en igualdad de condiciones: Facebook e Instagram han eliminado o discriminado miles de contenidos pro palestinos. La ONG Human Rights Watch denunciaba hace unos días que Meta, la tecnológica estadounidense propietaria de esas redes, ha censurado mensajes, vídeos y comentarios, todos pacíficos, provenientes de 60 países, principalmente en inglés. El contenido en árabe es más susceptible a ser eliminado por error. Eso sí, en TikTok circula más contenido con la etiqueta ‘Palestina’ que la de ‘Israel’, según la plataforma.

En la calle, en los últimos meses varios gobiernos han llegado a restringir manifestaciones de apoyo a Palestina. El ejecutivo de Rishi Sunak, en Reino Unido, sugirió que blandir una bandera palestina debería ser delito. El miedo a ofender a Israel se ha superpuesto en muchas sociedades a la libertad de expresión, por eso también se han recuperado símbolos para significarse. @anafuentesf


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Sobre la firma

Ana Fuentes
Periodista. Presenta el podcast 'Hoy en EL PAÍS' y colabora con A vivir que son dos días. Fue corresponsal en París, Pekín y Nueva York. Su libro Hablan los chinos (Penguin, 2012) ganó el Latino Book Awards de no ficción. Se licenció en Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid y la Sorbona de París, y es máster de Periodismo El País/UAM.

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