_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Un banderín del Atleti

En una entrevista, la neurocientífica Mara Dierssen explicó que muchas de las células cerebrales asociadas con la memoria promueven activamente el olvido

Como parte de la campaña de Navidad, el Atlético de Madrid repartió un gorro de Papá Nöel en cada localidad antes del partido con el Sevilla.
Como parte de la campaña de Navidad, el Atlético de Madrid repartió un gorro de Papá Nöel en cada localidad antes del partido con el Sevilla.Miguel Toña (EFE)
Manuel Jabois

El Atlético de Madrid ha felicitado la Navidad con un vídeo en el que un taxista se encuentra, en un páramo, a un anciano desorientado. Es una historia hermosa e impactante. En ella, el taxista aparca en medio de la noche y se baja para preguntarle al anciano qué hace allí. “No encuentro mi casa, estaba aquí”, dice señalando la nada. El conductor se ofrece a ayudarlo pero choca con la desconfianza del viejo: déjeme su cartera para averiguar su dirección, le dice; ¿no me querrá robar?, pregunta el otro antes de entregársela. Finalmente, los dos se suben al taxi, aunque los intentos del conductor por establecer diálogo chocan con el silencio y la desconfianza de su pasajero. Y entonces el conductor habla de fútbol. El partido de ayer, ¿lo vio? El anciano se espabila: ¡qué tres goles! Sonríe el taxista, y el anciano sigue hablando: “Y qué partidazo de Di Stéfano, es el mejor”. El desconcierto del conductor; la animosidad por fin del anciano, que empieza a hablar de Di Stéfano y sus impresionantes cualidades. Y el taxista, entonces, retira el banderín de su club que lleva colgando del espejo retrovisor y dice: “Sí, es el mejor, Di Stéfano”. Y los dos siguen hablando todo el trayecto hasta que llegan a casa del anciano, donde ya le esperaba su familia; al volver el conductor al taxi solo, coloca de nuevo el banderín del Atleti donde estaba mientras aparece el mensaje “Por encima del Atleti están los valores del Atleti”.

Es una historia perfecta de Navidad, es decir, de cualquier época del año. Quizá por eso no ha despertado tanto odio como el esperado en redes sociales (si bien hice un scroll prudente: en Twitter se me ha cansado antes el dedo que la cabeza). Del bello mensaje, de ese gesto humano del taxista escondiendo su banderín por seguir generando amistad en un anciano tan frágil y de confianza precaria (claro que podría dejar el banderín en su sitio, pero por qué no charlar unos minutos desde el mismo bando si ya os habéis ido los dos a los años sesenta), me paré a pensar en aquello que nos queda, la última resistencia, cuando la enfermedad nos vacía la cabeza. Las canciones de hace décadas que aún guardan los enfermos en algún lugar del cerebro y pueden recordar o cantar, la memoria afectiva que hace que no recuerden quién es su hijo, pero sí la paz y el amor que les transmite su presencia. Los rayos de luz, fulminantes, que de vez en cuando iluminan una zona ya nunca transitada y que de repente se aparecen como en un milagro, el último, tal que a García Márquez en el restaurante Viridiana de Madrid, sin reconocer ya a nadie, dijo al escuchar el nombre de Aureliano Buendía: “A ése lo conozco”.

En una entrevista en EL PAÍS, la neurocientífica Mara Dierssen explicaba que muchas de las células cerebrales asociadas con la memoria promueven activamente el olvido, como las nuevas neuronas que nacen en el cerebro después de nuestro nacimiento. “Gracias a esas neuronas, el cerebro sobreescribe y borra memorias (…). Al margen del olvido generado por la lejanía temporal, los recuerdos están influidos por las emociones de la persona. Y aunque a todos nos gustaría borrar de la mente las experiencias negativas, los malos recuerdos pueden tener un valor de supervivencia, para evitar repetir los errores cometidos o para protegerse mejor en el futuro”. Mira que si al final el anciano era del Atleti, y recordaba a Di Stéfano por puro temor.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_