En la despedida de Mario Vargas Llosa
Ignoro si este escritor superdotado es consciente del magisterio que sus libros, tanto novelas como ensayos, han ejercido sobre varias generaciones de novelistas
En tres ocasiones conversé con Mario Vargas Llosa, ninguna de ellas en privado, lo que limitó las posibilidades de una comunicación dilatada. Así y todo, fueron suficientes para comprobar que tenía ante mí a un hombre propenso al trato llano, a pesar del pedestal que habrían podido ofrecerle sus éxitos y su fama. A Beatriz de Moura, a cuya iniciativa editorial él ayudó entregándole un libro para el catálogo de Tusquets, le oí decir un día que con los autores de primer nivel era con los que más fácil resulta entenderse. Dicha particularidad atañe también, según creo, a Vargas Llosa. Ignoro si este escritor superdotado es consciente del magisterio que sus libros, tanto novelas como ensayos, han ejercido sobre generaciones posteriores de novelistas. Me recuerdo, joven aún, examinando pasajes de La ciudad y los perros, de Conversación en la Catedral o de La casa verde con empeño de comprender la hechura de toda aquella asombrosa relojería literaria. A la manera de Flaubert, él ponderó el apego a la disciplina, método, no desde luego el único, pero acaso el más idóneo para la fertilidad constante del creador de una obra vasta. Arriesgadamente agregó a la vocación de escritor la de político, coyunda siempre dañina para la primera. ¿Lo animaría el gusto de coleccionar detractores que lo siguiesen, como los niños de Hamelín, al son de la flauta de sus opiniones? Conmigo no fue posible, aún menos cuando ensalzó a personajes públicos con los que yo preferiría no compartir la merienda, aunque admiro que nunca lo arredrase decir lo que pensaba sobre asuntos de interés colectivo. Con la misma indulgencia me acomodaría a la fe política de otros con tal de que escribieran libros de calidad parecida. Mario Vargas Llosa ha anunciado el abandono de la actividad periodística y de la escritura de novelas. No quisiera que saliese de escena sin llevarse mi gratitud y mi aplauso.
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