La importancia de mentar lo obvio
Es importante ver y llamar a las cosas por su nombre antes de que nos empiece a pasar como en Macondo, donde tenían que señalarlas con el dedo
El periódico se lee a golpe de pulgares: uno abre la aplicación en su móvil y va pasando titulares e imágenes, porque uno llega a sentir a días que el mundo cabe en su mano. Lo normal es emplear el pulgar en un sentido, hacia abajo siempre, para ver lo que hay y hacerse una ligera idea de las cosas, aunque ayer y por un rato el dedo, incrédulo, tenía que bajar y volver a subir. Tenía que leer dos veces.
Al abrir la aplicación aparecía que el PP de Extremadura volaba los puentes con Vox y que la mujer que lidera el partido en esa comunidad había dicho: “No puedo dejar entrar en mi Gobierno a quienes niegan la violencia machista”. Se leía al pie de esa noticia esta otra: “Siete grandes ayuntamientos pactados con la ultraderecha eliminan Igualdad”. Al siguiente golpe de pulgar, sólo con caer en el titular más próximo, el asunto era este: El PP entrega la presidencia del Parlamento balear a un negacionista y xenófobo de Vox. Había un pulgar de distancia entre el rechazo a Vox por negacionista y el nuevo acuerdo con Vox para dar los mandos de un parlamento a quien llegó a decir que las mujeres “son más beligerantes porque carecen de pene”.
Situaciones semejantes se habían dado antes pero con menos repercusión: justo el día en que Alfonso Fernández Mañueco presentó su alianza con Vox en Castilla y León como garantía de estabilidad, Juanma Moreno se preguntó en Andalucía cómo iba a ser estable un gobierno con quien quiere derogar el título octavo de la Constitución. Son cosas obvias que, como todo el mundo sabe, resultan las más difíciles de ver: por eso importa verlas y llamarlas por su nombre antes de que nos empiece a pasar como en Macondo, donde tenían que señalarlas con el dedo. Sería un cambio y no está claro que fuera a mejor, pasar del pulgar al índice.
Más adelante, en la misma aplicación del periódico, había aún un poco más. Venía con otro golpe de pulgar el recuento de las 21 coacciones, injurias y quebrantos por los que fue condenado el candidato de Vox en Valencia después de un episodio de acoso e insultos que Alberto Núñez Feijóo enmarcó en un “divorcio duro”. Fue durante la entrevista en Hora 25 en la que el presidente del PP adujo que no había necesidad de poner por escrito la violencia machista por lo obvia que resultaba su existencia.
Resultó llamativo el argumento para referirse al acuerdo con la ultraderecha en Valencia, cuyo candidato negó de entrada ese tipo de violencia y cuyo acuerdo se gestó en base a principios tan precisos como este: “Sanidad y servicios sociales para reforzar la sanidad pública y los servicios sociales”. O este: “Señas de identidad para defender y recuperar nuestras señas de identidad”. Nada de esto les pareció obvio y resolvieron ponerlo por escrito, lo mismo que pusieron por escrito la violencia intrafamiliar: lo obvio resulta que era la violencia machista. Y es verdad que, después de dejarse enredar en estrategias, señuelos y enigmas durante los últimos años, las alianzas y los acuerdos de esta etapa política parecen querer regirse por una obviedad transparente: todo es, al fin, lo que parece.
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