Apunten bien
No perdemos de vista el horizonte, por si de verdad esta vez vinieran a salvarnos con las numerosas promesas electorales (y electoralistas) que empiezan a arrojarnos
![Varias personas esperan para el reparto de alimentos en una asociación de Aluche (Madrid).](https://imagenes.elpais.com/resizer/v2/Z4QYFTE4GVCJFN25IX5F6W554A.jpg?auth=9cb96e3065768fb861900e7b30c8a5fcdd4158b4facdbbdaaef66bc015858bc4&width=414)
“A Dios debería darle vergüenza”, piensa el protagonista de Un caballero a la deriva, la excelente novela de Herbert Clyde Lewis, al verse abandonado en medio del mar tras caerse accidentalmente del barco en el que viajaba. Eso es lo que pienso yo al leer el periódico cada mañana, que a Dios debería darle vergüenza la situación de este mundo calamitoso. Pero ya que no se la da a él, debería producírnosla a nosotros. Y en épocas preelectorales (si queda alguna que no lo sea) todavía más. El personaje del novelista americano agita pausadamente las piernas para mantenerse en posición vertical a fin de no perder de vista el horizonte, a la espera de que la embarcación desde la que se ha precipitado dé la vuelta para recogerlo. Entretanto, se va despojando de los zapatos, de la chaqueta, de todo aquello, en fin, que al empaparse dificulta sus movimientos, hasta quedarse en camiseta y calzoncillos. Entonces, imagina el momento del rescate y se ve a sí mismo subiendo a cubierta bajo la mirada del resto del pasaje. Me parece que es cuando piensa que a Dios debería darle vergüenza someterlo a esa humillación.
Los contribuyentes nos hemos ido quitando de tantas cosas que ni siquiera podríamos despojarnos de las prendas más íntimas. Se las han ido quedando los tiburones del océano neoliberal en el que chapoteamos. Repasen, si no, el aumento imparable de las desigualdades desde 2008 hasta nuestros días. Aun así, aun sabiendo que la tendencia del sistema es la del ensanchamiento de la herida, pues tal es el mandato de las divinidades financieras que nos gobiernan, no perdemos de vista el horizonte, por si de verdad esta vez vinieran a salvarnos con las numerosas promesas electorales (y electoralistas) que empiezan a arrojarnos a modo de salvavidas desde sus buques de recreo. Apunten bien para no darnos en la cabeza.
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