_
_
_
_
LA BRÚJULA EUROPEA
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

No temas el futuro

“Muy breve y trabajosa es la vida de quienes olvidan el pasado, descuidan el presente y temen el futuro”, escribió Séneca. Una aplicación de la máxima a la UE entre nacionalismo, desgarro social y plagas globales

Reunion Praga
Varios líderes europeos, durante la cumbre celebrada en Praga, el viernes.Europa Press
Andrea Rizzi

En el ensayo breve titulado Sobre la brevedad de la vida, Séneca escribe: “Muy breve y trabajosa es la vida de quienes olvidan el pasado, descuidan el presente y temen el futuro”. Dos milenios después, la observación sigue mereciendo atención. ¿Qué reflexiones estimularía si aplicada a la Unión Europea?

Pasado. De las muchas lecciones del pasado que conviene no olvidar, ninguna probablemente importe más que la del nacionalismo y a qué consecuencias conduce. El continente lo ha comprobado una y otra vez a través de los siglos. Vivimos un tiempo extraño en ese sentido: con enormes pasos de integración en la UE, desde la mancomunización de la deuda a la construcción de auténticas políticas sanitarias o energéticas comunes; mientras, en paralelo, poderosas convulsiones de instinto nacionalista nos sacuden. El Brexit y su desgarro, la victoria del nacionalismo de Giorgia Meloni en Italia u otros instintos de egoísmo puntuales, y por tanto menos dramáticos, pero insidiosos, como los planes de Alemania de ofrecer subsidios por valor de hasta 200.000 millones de euros ante la crisis energética, una suma con visos de alterar la justa competencia en el mercado interior.

Presente. Será preciso atender a fondo las causas que justifican, en buena medida, el voto a propuestas extremas, de un color u otro, en esta fase. En muchos casos hay una legítima frustración de un sistema globalizado y precario que no funciona igual para todos. Es precisa mayor justicia social, que significa servicios públicos de calidad que garanticen formación y protección adecuadas, estabilidad en el mercado laboral y muchas otras cosas. A los de arriba les conviene entender que va incluso en su propio interés mantener la cohesión con los de abajo.

Cuidar el presente es, también, por supuesto, culminar con espíritu constructivo la respuesta solidaria a la guerra lanzada por Rusia —la cumbre de Praga muestra que no es siempre fácil—, y cuajar finalmente las reformas del Pacto de Estabilidad y Crecimiento y del sistema migratorio.

Pero cuidar el hoy es, además, recordar en todo momento que, con todos sus límites, las sociedades de la UE representan un entorno de vida prácticamente insuperable. Tantos huyen de Rusia; ¿quién quiere vivir en China hoy? Y cuidar el hoy es no olvidar, como nos dice Praga, que nosotros estamos entre los 44, son otros que son dos; que somos un ejemplo para tantos. Disfrutemos de lo extraordinario de nuestras cualidades; seamos conscientes de nuestro poder de atracción y seducción.

Futuro. Trabajar hoy para preparar un mejor mañana es de sabios. Pero ni se puede desperdiciar, o incluso aniquilar el presente porque se teme el futuro, convirtiéndolo en una mera operación de prevención de posibles daños, lo que es una lástima absoluta. Ni tampoco se puede renunciar a grandes objetivos porque se temen fracasos venideros. Difícilmente nacen del miedo cosas de las que estar orgullosos. A menudo lo que hay no es suficiente, no está bien. Entonces hay que salir del puerto, aunque suponga un desgarro, una melancolía. Ahí fuera está la Europa de la Defensa, necesaria. Y la Europa ampliada, justa con tantos millones de europeos.

Y nosotros. Pero, claro, las palabras de Séneca iban dirigidas a individuos, no a instituciones. Muy difícil recordar el pasado en su justa medida en tiempos difíciles como estos: por un lado, se abre el barranco de la nostalgia de momentos tersos; por el otro, el abismo de la cancelación en el impulso de construir algo nuevo. Qué arduo disfrutar del presente, en medio de obligaciones, retos y heridas, sin ser un irresponsable. Qué arrojo para no temer el futuro, en medio de tantas y grandes plagas, nubes en el horizonte, problemas sin solución clara a la vista. Pero al menos se puede empezar preguntándonos: ¿y si lo que queda de hoy mismo fuera el inicio de algo mucho mejor?

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Sobre la firma

Andrea Rizzi
Corresponsal de asuntos globales de EL PAÍS y autor de una columna dedicada a cuestiones europeas que se publica los sábados. Anteriormente fue redactor jefe de Internacional y subdirector de Opinión del diario. Es licenciado en Derecho (La Sapienza, Roma) máster en Periodismo (UAM/EL PAÍS, Madrid) y en Derecho de la UE (IEE/ULB, Bruselas).

Más información

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_