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Anatomía de Twitter
Columna
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Antes de la teta de Rigoberta Bandini

Lo que los ofendidos no dicen es que sigue habiendo muchos pechos invisibilizados, quizás porque nunca los han visto

Rigoberta Bandini
Rigoberta Bandini, durante un concierto en Madrid.David Expósito
Nuria Labari

La primera vez que vi a una mujer enseñar una teta en un escenario fue a la cantante Sabrina Salerno, en la Nochevieja de 1987. Yo tenía ocho años, pero recuerdo como si fuera ayer el pecho borroso a cámara lenta delante de toda mi familia: era enorme y tenso, como a punto de estallar. Muy distinto a los pechos desnudos de mi madre, más lánguidos y delicados. A lo mejor no era tan colosal como recuerdo, pero desde luego no cabía en el corpiño diminuto que llevaba. Porque, por alguna extraña razón, toda su ropa era demasiado pequeña, incluidos los vaqueros tamaño tanga. El caso es que la teta en cuestión se escapó contra su voluntad y toda España se puso muy contenta de su mala suerte. Mi padre, mi tío, mi primo y mi hermano se alegraron como nunca. Y todos en la mesa coincidieron en resaltar que las tetas en cuestión habían sido operadas. Durante el incidente, Sabrina cantaba la canción Hot Girl, que tres hombres habían compuesto para ella y que decía cosas como “Hot girl, hot girl, take me tonight, boy: I’m looking for a good time, love: Whatever’s on your mind”… Una suerte de himno para chicas disponibles y calientes que España escuchó en comunión familiar.

Hace unos días, la cantante Rigoberta Bandini enseñó las tetas en un escenario de Logroño y en apenas unos segundos se convirtió en trending topic. A mí me recordó aquel primer pezongate, aunque muchas cosas han cambiado desde entonces. La primera es que todo el mundo habla de una teta que no ha salido por la tele y muy pocos han visto en persona. Así pues, el escándalo ha estallado en Twitter, que es donde la gente de hoy en día critica lo que no ha visto ni conoce. Y al contrario de lo ocurrido en el 87, muchos hombres (y algunas mujeres) se han enfadado con Bandini por levantarse la camiseta. En primer lugar porque los pechos no han aparecido por error, sino por mero placer de la cantante y en segundo porque su intención es, según algunos han señalado, incorrecta. Así que le ha llovido el hate en redes y en buena parte de la prensa patria. No tanto porque se subiera la holgada camiseta con la que actúa sino por las cosas que decía al hacerlo. Esto último quizás tenga que ver con el hecho de que no sean hombres quienes escriben sus temas, pero no perdamos el hilo. Decía que a los ofendidos les duele lo que dice en Ay, mamá, la canción del destape. “No sé por qué dan tanto miedo nuestras tetas. Sin ellas no habría humanidad ni habría belleza” clama el tema que, para colmo de males, aspira a representar a España en Eurovisión. ¿A quién le dan miedo unas tetas cuando estamos cansados de verlas por todas partes?, se pregunta algún columnista despistado.

Lo que los ofendidos no dicen —quizás porque nunca las han visto— es que sigue habiendo muchas tetas invisibilizadas. De hecho, no hemos visto tantas que reivindiquen la lactancia sobre un escenario. Como no solemos ver pechos estriados, ni masectomizados, ni pezones lanzando leche al cielo o cubiertos por sujetadores anodinos y domésticos. La teta de Rigoberta está pues cargada de significados nuevos y ella que lo sabe ha respondido al hate con una promesa sobre su posible paso por Eurovisión. “La teta será tan grande que no cabremos en el escenario y tendré que cantar desde mi casa”. Su tuit acumula más de 14.000 likes. Entre ellos, el mío.

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Sobre la firma

Nuria Labari
Es periodista y escritora. Ha trabajado en 'El Mundo', 'Marie Clarie' y el grupo Mediaset. Ha publicado 'Cosas que brillan cuando están rotas' (Círculo de Tiza), 'La mejor madre del mundo' y 'El último hombre blanco' (Literatura Random House). Con 'Los borrachos de mi vida' ganó el Premio de Narrativa de Caja Madrid en 2007.

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