Paul B.
Nadie como Preciado tuvo esa lucidez para ver en lo oscuro y, a la vez, parece alguien de una contención tan civilizada que imagino difícil de sobrellevar
No es un filósofo: es una fuerza capaz de producir tormentas. Hay en él desdén amable, ferocidad y delicadeza. Su texto Aprendiendo del virus, de marzo de 2020, exponía el esqueleto de acero de la covid-19 y hablaba, ya entonces, sobre la hipertecnologización y el control: “Nuestras máquinas portátiles de telecomunicación son nuestros nuevos carceleros”. Nadie tuvo esa lucidez para ver en lo oscuro. Es un exterminador con una prosa de alta velocidad lanzada contra todo lo que habíamos pensado (creyéndonos tan listos). Y, a la vez, parece alguien de una contención tan civilizada que imagino difícil de sobrellevar (como si fuera un incendio dentro de una caja). Su último libro, Yo soy el monstruo que os habla, reproduce la conferencia que dio en 2019 ante 3.500 psicoanalistas en L’École de la cause freudienne, de París. Es de una inteligencia escandalosa. Allí Paul B. Preciado, español y sujeto trans, habla de cómo la medicina y “la ley del binarismo de género representan el proceso de transexualidad como un camino angosto y peligroso (…) que solo es posible hacer en condiciones extremas (…). Yo diría que ese camino es más fácil y gozoso que la mayoría de las experiencias que el discurso dominante les propone a ustedes, señores y señoras de la Academia, como obligatorias y deseables (…): más fácil que ir al colegio todos los días a la misma hora durante largos años (…), más fácil que el matrimonio monógamo y fiel (…), que conseguir un trabajo de duración indeterminada satisfactorio (…), que envejecer y ser encerrado en una residencia”. No estoy a salvo de ese párrafo. Hay unos versos de Diane di Prima: “Olvidate de negociar (…) estás peleando/ una guerra, peleá para ganar, no esperes a que (…) acepten tus condiciones, vos agarrá lo que necesites, es gratis/ porque es tuyo”. Eso: es tuyo. Que sea gratis va a costar un poco más.
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