Francia contra el separatismo islamista
Macron tiene que reforzar su ley con políticas que integren a las poblaciones marginadas
Francia, golpeada durante la última década por atentados perpetrados por yihadistas franceses y alarmada por la existencia de bolsas de radicalización en sus barrios y ciudades, necesitaba armarse contra lo que el presidente, Emmanuel Macron, llamó “separatismo islamista”. La ley adoptada el martes por la Asamblea Nacional da una respuesta parcial al problema. La propuesta, que aún debe pasar el examen del Senado, reprime las campañas de acoso instigadas por los radicales como la que acabó con la decapitación del profesor Samuel Paty, permite un mayor control de la ideología y de la financiación extranjera de mezquitas y oenegés, y castiga prácticas sexistas como los documentos que algunos médicos firman para certificar la virginidad de una mujer.
El texto, una de las últimas grandes iniciativas legislativas de Macron antes de las elecciones presidenciales de 2022, evita nombrar a ninguna religión. Su nombre oficial es “ley que reafirma los principios republicanos”. Durante el proceso legislativo, los diputados han rechazado medidas como la prohibición del velo islámico en las universidades, pues no se trataba de estigmatizar a una religión que cuenta con unos seis millones de fieles en Francia, ni tampoco a sus creyentes. El objetivo es dotar al Estado de herramientas contra la nebulosa islamista que fomenta la segregación de una parte de la sociedad.
La idea de atacar no solo el terrorismo, sino el caldo de cultivo donde este prospera, exige un cuidado extremo. No todos los musulmanes son islamistas, ni todos los islamistas, terroristas. Las declaraciones de responsables políticos como el ministro del Interior, Gérald Darmanin, mostrando su desagrado con la venta de productos halal en los supermercados contribuyen a la confusión. Y hacen el juego tanto a los islamistas, quienes denuncian que el Gobierno francés va contra todos los musulmanes, como a quienes, en la extrema derecha, no distinguen entre la religión y los terroristas inspirados en ella.
La ley no acabará con la amenaza en Francia. Pero, si se aplica con todas las garantías necesarias, ayudará a combatir una ideología oscurantista que intenta poner en jaque los principios republicanos y laicos —y no exclusivamente franceses— de la libertad y la igualdad, principios que también protegen a los ciudadanos de confesión musulmana. De poco servirá, sin embargo, si no va acompañada de un esfuerzo para acabar con lo que el presidente de la República describió en octubre como el otro separatismo: el de un Estado que durante décadas ha concentrado a la población de origen norteafricano en barrios periféricos y que no ha sabido promover la movilidad económica y social. Este es otro caldo de cultivo del separatismo islamista y es la tarea pendiente para Macron para el resto del quinquenio presidencial.
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