Senda correcta
El plan de vacunación es razonable, pero hace falta reforzar la atención primaria
Primero los más vulnerables, después los más expuestos. El plan de vacunación presentado el martes por el Gobierno establece las prioridades en la administración de la vacuna —o las vacunas— contra la covid-19 de acuerdo con criterios científicos, éticos y de equidad. Dado que en la primera fase no habrá cantidad suficiente para toda la población y que los viales irán llegando de forma progresiva, resulta imperativo aplicar criterios claros. Si, como debe ser, el objetivo es prevenir la difusión de la enfermedad y reducir la gravedad y la mortalidad asociada a la infección, las prioridades establecidas resultan difícilmente cuestionables.
No cabe duda de que los mayores que viven en una residencia son los más vulnerables, como se ha visto tanto en la primera como en la segunda ola de la pandemia. Resulta lógico, por tanto, que ellos y los trabajadores que los cuidan sean los primeros beneficiarios. También lo es que a continuación o en paralelo se vacune al personal sanitario de primera línea, que, además de estar más expuesto al contagio, constituye un puntal fundamental que preservar ante la posibilidad de una tercera ola. Posteriormente se vacunará al resto del personal sanitario y sociosanitario y, después, a los grandes dependientes. La previsión es que a finales de marzo se haya vacunado a 2,5 millones de personas.
Aunque la combinación de los criterios elegidos ha permitido definir 18 grupos de población, resulta también razonable esperar a conocer las características de las vacunas para decidir el orden posterior. Entre los 11 prototipos que considera el documento hay vacunas muy distintas. Dependiendo de si solo impiden el desarrollo de la enfermedad o si evitan también el contagio, el orden de grupos a inmunizar puede variar. Si solo previene la enfermedad, priorizar a las personas con patologías de riesgo tendría todo el sentido, mientras que si frena el contagio, vacunar a los jóvenes, entre los que hay muchos asintomáticos, sería una forma de detener al virus. Resulta razonable no anunciar esquemas definitivos que pueden generar expectativas cuando todavía hay incógnitas.
España ha optado por aplicar el plan de vacunación a través de la red de atención primaria. Había otras opciones. Alemania ha decidido constituir una red de puntos de vacunación alternativa, para no recargar los centros. Pero esto es un esfuerzo logístico muy complicado y a priori no puede reprocharse la apuesta española por la red primaria. Su capacidad ha sido puesta a prueba este otoño con la campaña de la gripe. En plena pandemia ha administrado 14 millones de dosis, una cifra récord, en ocho semanas, según señaló el presidente Pedro Sánchez. Su gran capilaridad, con más de 13.000 centros, ofrece enormes ventajas. Pero es imperativo reforzarla adecuadamente en las próximas semanas, ya que se encuentra en una situación límite. Es esta una tarea que corresponde a Administraciones de distintos niveles. La ventana de oportunidad entre la primera y la segunda ola se desaprovechó en varias regiones. Ahora hay que actuar mejor. Por otra parte, es sensato marcar una estrategia común para todo el país, pero es necesario que esta —en sus distintas fases— sea adecuadamente pactada entre las diferentes Administraciones y que los acuerdos se tomen de forma transparente. También es fundamental un esfuerzo de comunicación para explicar a la ciudadanía las prioridades y evitar infundadas reticencias ante la vacuna.
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