Tozudez
Madrid ha mejorado drásticamente sus datos clínicos, de ser los peores del país se han hecho bastante aceptables
Como esta pandemia va para largo, entretengo la monotonía repasando las opiniones de la gente de la calle. Los hay contritos: “no hemos hecho lo que debíamos”, asegura una señora a la que evidentemente le gustaría poder aún portarse mal; “esto ya es la ruina”, dicen desolados los que ven perecer su bar o su restaurante, sin otra culpa que tener un negocio más basado en la sociabilidad que otros; y quienes aceptan los cierres y confinamientos siempre añaden “pero llega tarde”, como si alguien aplaudiese las medidas preventivas salvo para echarlas de menos cuando ya son imposibles. Sólo los niños inventan bajo la peste, como ese pequeñín —la imagen corre por internet— que perfora su mascarilla para dejar paso al palito de su chupa-chups...
Lo más aleccionador me parece el caso de la Comunidad de Madrid. Durante semanas, incluso meses, he leído y oído a los informadores los dictámenes más negativos sobre la gestión de Díaz Ayuso. La presidenta y sus asesores eran de una incompetencia criminal, sacrificaban la salud de los madrileños al afán de ganancia (se diría que todos los negocios pasaban una comisión a doña Isabel), encerraban a los barrios populares para dar más ventajas liberales a los “cayetanos”... Ya habían conseguido preocuparme cuando llegan noticias de que Madrid ha mejorado drásticamente sus datos clínicos, que de ser los peores del país se han hecho bastante aceptables, pues el confinamiento por zonas y los test de antígenos han resultado eficaces, incluso la hostelería sigue abierta as usual. Dentro de la prudencia, son datos que alivian. Esperaba que los censores y alarmistas reconocieran contentos haberse equivocado. Pues no: o callan o siguen aún lanzando pullas rezagadas. Se ve que Trump no es el único que tiene dificultad para asumir la realidad...
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