La derrota de Trump
Donald Trump, como un niño malcriado, se niega a que le quiten lo que quiere a pesar de que no es suyo (nunca lo fue). El puesto de presidente de Estados Unidos no es algo que le pertenezca, sino algo que tuvo el honor de ocupar tras una victoria limpia y democrática frente a Hillary Clinton. Desde el primer día, demostró no estar a la altura del cargo, con decisiones unilaterales, arbitrarias e infantiles más propias de un dictador que del líder de una democracia como la estadounidense. Incapaz de asumir la crítica, desde el primer día denigró a los medios que no aplaudían o reían sus gracias. Y hoy, en su ocaso, derrotado en otras elecciones limpias y democráticas, insiste en hablar de engaño masivo, complot y fraude, sin pensar en las consecuencias que para el país o sus propios seguidores tienen semejantes afirmaciones. Cabría preguntarle cómo es que si todos hacen trampas y mienten para perjudicarle, pudo él llegar a presidente.
Pablo González Caballero. Madrid
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