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Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El código covid

Un simple número indica cuán contagioso es un paciente. ¿Lo usaremos?

Javier Sampedro
Un trabajador sanitario realiza un test PCR a una mujer en el Centro de Especialidades Carabanchel Alto.
Un trabajador sanitario realiza un test PCR a una mujer en el Centro de Especialidades Carabanchel Alto.Marta Perez (Europa Press)

Es difícil transmitir al público la importancia de un número. No hablo de pi ni de i ni de e, sino de los números corrientes, los que manejamos a diario para hacer la compra. Una percepción muy generalizada durante esta pandemia interminable es que la función de la epidemiología es garantizar la seguridad total a cada persona y cada familia. No es así. Primero porque el 100% de seguridad no existe, y segundo porque esa disciplina médica no trata de personas, sino de números. Por expresarlo de una manera brutal, a un epidemiólogo le da igual que te mueras, mientras tu muerte no implique una tendencia poblacional. El epidemiólogo debe reducir el número Ro por debajo de 1, de modo que un portador contagie en promedio a menos de una persona, debe recomendar a los Gobiernos las medidas necesarias para que los hospitales no se saturen, calcular niveles de propagación, grados de vulnerabilidad, tasas de mortalidad. No trabaja para ti, sino para la comunidad que te acoge y a la que puedes poner en riesgo si te comportas de forma irracional. Números.

Hay un número que ha penetrado con fuerza en el debate científico, aunque no ha prendido aún en la opinión pública. Por desgracia, se llama valor del umbral de ciclo (CT value), que con ese nombre no querrá hacerse famoso. Pero no es más que un humilde número. Según sus defensores, puede ser de gran ayuda para determinar el riesgo de muerte que corre un paciente y, sobre todo, calcular cuál es su capacidad de contagiar a otros. Veamos en qué consiste, es instructivo.

Imagina un gen del coronavirus como la mitad de un velcro. Aunque esté en mitad de un basurero inmenso, la otra mitad del velcro le puede encontrar porque es complementario a él, y solo a él. Si ahora separas las dos mitades del velcro, cada una puede reconstruir a la otra y obtendrás dos velcros completos. Eso es un ciclo de PCR, el test biológico más famoso de nuestro tiempo. Si vuelves a separar las mitades de los dos velcros, cada mitad volverá a reconstruir a su pareja y tendrás cuatro velcros, luego 8, 16, 32, 64, 128 y así hasta que puedas detectar el gen del virus incluso si inicialmente era indetectable de puro escaso.

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Pero ¿cuán escaso? Un principio general de la química es que no hay venenos, sino dosis, y la “carga viral” —la cantidad de virus que un paciente tiene en la nariz o en la garganta— es un factor clave para determinar su pronóstico y su capacidad infectiva. El caso es que la PCR se puede utilizar para medir la carga viral de una manera muy fácil, eficaz y bien conocida por los biólogos moleculares. Si el montón de basura original solo contiene unos pocos virus, harán falta muchos ciclos de PCR para detectarlos. Si, por el contrario, la persona tiene una gran carga viral, bastará con unos pocos ciclos. Ese es el “valor CT”: el número de ciclos de PCR que hay que hacer hasta detectar los genes del virus.

En este caso, y parafraseando a Rajoy, cuanto peor, mejor para todos. Cuanto más bajo sea el “valor CT”, más contagioso será el paciente. Incluir ese número en las pruebas convencionales puede ayudar mucho en estos tiempos tristes.

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