Crónicas
‘Patria’ es una obra de ficción, no un libro de historia. El único secreto que descubre es que ciertas cosas en su día no podían decirse sin pasar por crispador
Considero La fiesta del Chivo una de las mejores novelas de Mario Vargas Llosa, nada menos. La egolatría demente del sátrapa, el envilecimiento sumiso y rencoroso de la población, la conspiración imposible de los asesinos, la fatalidad histórica de un país y la magistral gradación dramática en su polifonía narrativa... hacen este libro imborrable. Por eso me sorprendió que, cuando después de leerlo viajé a la República Dominicana, algunos amigos allí ante mi entusiasmo se mostraban reticentes. Sin dudar de la calidad literaria de la novela, le hacían unos reproches que me costaba entender. “Eso no sucedió el jueves, sino a la semana siguiente”, “no lo dijo Fulano, sino su mujer”, “ese día no fueron tres sino cuatro los que escaparon”... Comprendí que lo que para mí fue un gozo literario para ellos era una dolorosa rememoración vital donde la precisión redentora les parecía más exigible que el estilo o el ritmo de la trama.
Ahora oigo comentarios parecidos sobre Patria. Algunos leyeron el libro y verán la serie como documentales, discutiendo la exactitud o conveniencia de detalles menores. Otros como revelaciones de algo desconocido que por fin sale a la luz. Pero Patria es una obra de ficción, no un libro de historia. El único secreto que descubre es que ciertas cosas en su día no podían decirse sin pasar por crispador y hoy ya se aceptan como verdades morales... porque la inmoralidad está un paso mas allá. Nada de esto es demérito de la excelente novela de Aramburu. Pero los crispadores veteranos nos preguntamos cuánto habrá que esperar para que otra ficción afortunada descubra la indecencia política vasca de hoy, con sus Otegis, sus Sánchez, y su PNV medrando con unos y otros. Entonces podrá ya hablarse de ello porque estaremos aún peor.
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