Rescatar Madrid
Lo que sonroja de Madrid no son las cifras de incidencia de la pandemia, sino la incompetencia de la persona que Pablo Casado designó para concurrir a las elecciones autonómicas bajo las siglas del PP
Dicen que discutir con un bobo no tiene ninguna ventaja pues, además de no salir victorioso, cualquiera que observe la discusión desde fuera no suele apreciar la diferencia. Pues bien, desgraciadamente creo que algo así empieza a ocurrir en la vida política de la Comunidad de Madrid. En este sentido, me parece inteligente que quien ganó las elecciones, pero no sumó la mayoría parlamentaria para gobernar, no discuta cada uno de los múltiples disparates y ocurrencias de Isabel Díaz Ayuso, aun a riesgo de que esta forma de ejercer la oposición ni sea entendida, ni arroje resultados visibles para los madrileños.
No utilizaré rodeos: la presidenta de la Comunidad de Madrid no tiene capacidad para afrontar la responsabilidad del cargo que asume. Las consecuencias que implica para los madrileños estar gobernado por alguien así podría ser un capricho democrático en tiempos ordinarios, pero resulta un lujo inasumible con una crisis sanitaria, económica y social de dimensiones todavía difíciles de calibrar. Esta es, desgraciadamente, la dramática situación a la que asisten perplejos millones de ciudadanos; también quienes otorgaron su confianza al Partido Popular y volverían a hacerlo si tuvieran la oportunidad de votar.
Hay que insistir, por tanto, en el verdadero problema al que se enfrenta, y por el que debería inquietarse, Madrid. Solo así se podrá acertar con la solución más apropiada. Seamos serios. La preocupación en Madrid no es solo la pandemia. La pandemia es una realidad compleja y de efectos muy negativos que les compete gestionar con rigor y vocación de acierto a todos los gobiernos autonómicos. Lo que sonroja de Madrid no son las cifras de incidencia de la pandemia, sino la incompetencia de la persona que Pablo Casado designó para concurrir a las elecciones autonómicas bajo las siglas del PP. Una ineptitud que se manifiesta sin rubor en una disparatada (y peligrosa) manera de ejercer la administración de la cosa pública.
Desde este planteamiento, se entenderá bien que considere inapropiado reclamar al Gobierno de la nación la utilización de medidas excepcionales sobre la Comunidad de Madrid con el propósito de avocar para sí la gestión sanitaria de la pandemia. La ley que regula el Estado de Alarma, Excepción y Sitio en España no se pensó para hacer frente a gobernantes autonómicos ignorantes o torpes, ni siquiera cuando estos deben enfrentarse a una pandemia sin precedentes conocidos. La estructura constitucional sobre la que se apoya nuestro Estado de las Autonomías tampoco permite activar los mecanismos de coerción federal frente a la incapacidad o la inexperiencia de quien ha sido elegido democráticamente. Sin restar importancia a las consecuencias fatales que ya sufren los madrileños ni a las que pudiera proyectar el descontrol de la pandemia para el resto del territorio nacional, conviene recordar que la solución para Madrid debe buscarse en la Asamblea de Madrid. Nos guste o no, sólo quien con su apoyo parlamentario otorgó la presidencia a Isabel Díaz Ayuso puede poner fin a este absoluto (des)gobierno. ¿A qué espera Ciudadanos?
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