Tengo una encuesta
No es sólo el inefable presidente de Estados Unidos el que dice “tener una encuesta”. También políticos de todo pelaje y condición aseguran tenerla para contradecir los resultados inconvenientes que otras arrojan. Naturalmente, es una afirmación gratuita y nunca probada, pero que nos instala en una pregunta no del todo inocente: ¿para qué sirven estas ridículas encuestas constantes que no aportan nada y ni siquiera lo pretenden? Una vez publicadas dejan al instante de tener valor, puesto que unas horas o pocos días más tarde ocurren acontecimientos que las devalúan. Queda claro: considero que es una estúpida manera de tirar el dinero.
Enrique Ramos Bujalance. Madrid
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