_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Huérfanos de representación

La escena política se ha vuelto tan tóxica que los árboles bajo los cuales se esconden tantos conceptos de trinchera nos impiden ver el bosque

Máriam Martínez-Bascuñán
Col Máriam 24/5
DEL HAMBRE

Mientras discutimos demagógicamente sobre la eficacia de democracias y satrapías a la hora de afrontar los retos de la pandemia, quizá deberíamos mirar atentamente al bloque de las democracias, en lugar de plantear dilemas peligrosos. Para nuestra desdicha, mientras Oceanía, Escandinavia o Alemania representan un modelo cooperativo, con una cultura política pactista y mayor capital social y confianza entre gobernantes y ciudadanos, nuestra democracia es mucho más contenciosa y emocional, y se desliza con demasiada facilidad hacia el desgarro divisivo de los conflictos internos. Las primeras, resulta evidente, han sabido digerir mucho mejor la gestión de la crisis, lo que quiere decir que el modelo de democracia importa, y que quizá va siendo hora de replantearnos el nuestro.

Durante el estado de alarma hemos sido incapaces de abandonar la lógica de polarización que, paradójicamente, trajo la llegada del otrora deseado multipartidismo. A un lado, observamos a un PP que ha decidido hacerse pequeño y actuar al toque de trompeta de la calculada ruindad de Vox, poniendo a aprendices de Trump como Ayuso como ejemplo icónico de las políticas de su partido. Al otro, a un Gobierno que define eufemísticamente como “errores de comunicación” lo que, a ojos vista, es sencillamente una dificultad manifiesta para dialogar o tejer acuerdos confiables, una forma de actuar que responde a su peculiar manera de entender la política como mero tacticismo del regate, llena, sí, de fuegos artificiales, pero alarmantemente cortoplacista.

La escena política se ha vuelto tan tóxica que los árboles bajo los cuales se esconden tantos conceptos de trinchera nos impiden ver el bosque. Mientras nos tiramos a la cabeza a los patriotas reaccionarios de Bildu y Vox, perdemos de vista las líneas rojas que, hasta hace bien poco, no podía rebasar ningún partido, no porque las marcase el contrincante, sino porque definían lo que uno era y lo que aspiraba a ser. Mientras insistimos en polarizar en medio de la que será, parece, la crisis más aguda de nuestra historia reciente; mientras sea imposible forjar una mayoría democrática y coherente que siga la brújula del interés general, otra mayoría devenida interesadamente en minoría mediática, la de los ciudadanos sensatos y cansados, se va quedando huérfana de representación. Mientras un puñado de manifestantes se vale de la sonora fórmula de la cacerola para ocupar el epicentro mediático y político, mientras nuestros dirigentes eligen el camino de la frivolidad en el ejercicio del poder, quienes queremos pactos, colaboración y entendimiento estamos huérfanos, institucionalmente empobrecidos. He aquí el drama al completo de nuestra triste y desgarrada democracia.

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_