La austeridad republicana y una política de “luces y sombras” definen el legado cultural del sexenio de López Obrador
Voces del gremio señalan los contrastes de estos años en el sector. La secretaria Alejandra Frausto destaca la ofensiva del Ejecutivo para preservar su patrimonio cultural y el apoyo a los pueblos originarios
Cuando el pasado lunes, la secretaria de Cultura de México, Alejandra Frausto, compareció en la conferencia de prensa matutina del presidente, Andrés Manuel López Obrador, llegó con una lista de sus logros al frente de la cartera durante estos seis años de Gobierno. Ataviada con textiles de los pueblos originarios, Frausto aseguró que durante este sexenio se ha “recuperado la memoria histórica”, enumeró como sus logros la recuperación desde el extranjero de 14,048 piezas arqueológicas extraídas ilícitamente y lo que llamó “el empeño de justicia” para las poblaciones indígenas.
La Administración saliente celebra, pero sus críticos, parafraseando al presidente, tienen otros datos. Frausto y López Obrador han enfrentado estos años las críticas del sector cultural, por los recortes presupuestarios, el cierre de fideicomisos, el abandono de la infraestructura de museos e instituciones culturales, la falta de apoyos a la industria editorial y el fomento de la lectura, el impulso de la cultura dentro de la política exterior o el desamparo a amplias poblaciones indígenas. El sexenio termina con heridas abiertas en Cultura por la austeridad presupuestaria.
Hay un consenso en el sector de que uno de los aciertos de este Gobierno ha sido la gran ofensiva organizada para preservar el patrimonio cultural de México. Ha sido una iniciativa apoyada directamente desde Palacio Nacional y ha tenido como principal patrocinadora a la esposa del presidente y primera dama, la historiadora Beatriz Gutiérrez Müeller. Ella emprendió una gira por Europa en 2020 con el fin de recuperar riquezas antiguas de México esparcidas por medio mundo. Frausto reconoció que la primera dama puso su atención y esfuerzos en una feroz batalla para evitar el expolio de su patrimonio histórico, devolver al país piezas de gran valor arqueológico, prevenir que las grandes casas de subasta entreguen al mejor postor obras valiosas y plantar cara a importantes marcas de moda a las que se acusa de plagiar el arte indígena. El resultado es la recuperación de miles de piezas que hoy se exhiben en varios museos del país o están bajo custodia del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH).
La Secretaría de Cultura también ha impulsado eventos como Original, que Frausto ha denominado en un artículo publicado en este periódico como un “movimiento cultural nacional al servicio de los artistas y sus comunidades”. La idea es reconocer el valor del trabajo de los artesanos mexicanos, principalmente del sector textil, por lo que año con año se realiza en Los Pinos, la antigua residencia presidencial, un festival donde se exhiben sus trabajos. “Con Original se tienden los puentes para que los creadores hablen de frente y desde sus comunidades al mundo, a diseñadores, de tú a tú, y con el profundo significado de cada creación. No con romanticismo ni con paternalismo, sino con respeto, con ética”, ha explicado la secretaria de Cultura.
Para la lingüista, escritora y traductora Yásnaya Aguilar Gil la realidad es un tanto diferente. Ella no desacredita iniciativas como Original, que permite a los artesanos vender sin intermediarios sus creaciones, pero lamenta que la política oficial sí sigue siendo paternalista hacia los pueblos originarios. “Con la Cuarta Transformación todo son luces y sombras”, advierte Aguilar Gil, en referencia al nombre que el presidente ha dado a su gestión. “Pensé que habría un impulso muy fuerte a la conservación de muchas prácticas culturales en riesgo por el racismo y no ha sido así”, acota. Ella se refiere en especifico a la protección y promoción de lenguas indígenas. “Ahí tenemos incluso retrocesos”, afirma. Menciona, por ejemplo, la Ley General de Derechos Lingüísticos, “que lamentablemente es letra muerta”, dice, porque el Estado no ha invertido los recursos suficientes para garantizar, por ejemplo, la educación bilingüe en el país. “Hay una gran brecha entre lo que se reconoce y lo que realmente se hace”, critica la lingüista.
El Gobierno también ha mencionado como un logro la aprobación de una reforma constitucional sobre los derechos de los pueblos indígenas y afromexicanos, pero Aguilar Gil afirma que es una iniciativa “paternalista”, hecha para “justificar el nacionalismo”. “Me preocupa mucho que el presidente descafeinó las propuestas del movimiento indígena, que le entregó una reforma que implicaba cambiar al menos 15 artículos de la Constitución y al final solo se cambiaron dos. La parte que más me preocupa es que según los estándares internacionales, como la declaración de los derechos de los pueblos indígenas de la ONU, el derecho a tener el control del territorio es esencial para que se pueda ejercer autonomía sobre el patrimonio. Eso quedó solo como ‘conservar el hábitat’, pero no se da el control a los pueblos”, argumenta. “El Estado puede seguir disponiendo de los bienes naturales y de los territorios de los pueblos indígenas. Reconoce lo folclorista, pero no la autonomía”, agrega.
Uno de los temas más controvertidos durante este sexenio ha sido el recorte a los presupuestos. El tijeretazo anunciado por el presidente dentro de su política de austeridad provocó desde el inicio de la Administración un fuerte choque con el gremio de actores, artistas y promotores culturales. Su primer presupuesto de 2019 marcaba una rebaja al sector de alrededor de 1.000 millones de pesos, un 7,6% menos que el año anterior. Las alertas por ese bajón dejaron en evidencia lo frágil y dependiente del Estado que es el sector de la cultura en México. “La quiebra del Estado cultural mexicano se ha vuelto definitiva”, ha escrito el ensayista Fernando García Ramírez en un duro análisis publicado por la revista Letras Libres. García Ramírez afirma que “las becas se utilizan como forma de control. Impera la corrupción en el otorgamiento de estímulos a los investigadores. La mayor aportación cultural de la secretaria del ramo es su atuendo personal. Su proyecto de cultura popular es esencialmente demagógico. Sirve más a la propaganda morenista que a los creadores. Más de lo mismo: dispendio y corrupción. Gran parte del presupuesto de cultura se gastó en el proyecto de Chapultepec —centralista y opaco— y en la compra de terrenos para el Tren Maya”.
Un ejemplo del golpe a los presupuestos de Cultura es el anuncio de la reducción de personal en la Escuela Nacional de Antropología e Historia, que desencadenó un terremoto político en ese centro de estudios: la institución anunció que terminaría las contrataciones de personal temporal para 2022, lo que suponía unos 350 empleados sin los que el centro no podía funcionar. Estudiantes, maestros y trabajadores denunciaron que sufren una situación de precariedad y que la decisión se convertía en un golpe casi fatal para la institución.
Trabajadores del sector de la Cultura han denunciado también de que no se paga a las empresas que garantizan la seguridad en los museos, la falta de insumos, el congelamiento de salarios y la precariedad laboral. En la entrada de algunas de los grandes recintos museísticos de Ciudad de México, como el Museo Nacional de Antropología o el Palacio de Bellas Artes, cuelgan pancartas que denuncian el abandono de las autoridades.
“La reforma laboral al sector quedó inconclusa, no se solucionaron los problemas de los trabajadores que cobran por horas y queda inconclusa también la deuda que se arrastra desde los años noventa, que es el desamparo de los trabajadores, que no cuentan con seguridad social ni servicios de salud”, explica Gerardo Ochoa Sandy, periodista experto en políticas culturales. “No sé de dónde les nace tanto entusiasmo”, agrega. “Deberían presentar un informe institucional sobrio y no defender que se logró lo que no hicieron”, recomienda.
Ochoa Sandy ha calificado como “ficción” el legado de la secretaria de Cultura porque, afirma, “fue el presidente quien definió la política cultural” durante el sexenio. Eso incluye otra de las decisiones más criticadas, que ha sido la de desaparecer los llamados fideicomisos, mecanismos de financiación empleados en varios sectores culturales. El Gobierno ha argumentado que se trató de luchar contra la corrupción, porque había un derroche de fondos, un despilfarro sin control. Entre los más de 300 afectados estaba el fondo dedicado a las artes en general (Fonca) y dos destinados al cine (Foprocine y Fidecine), que en total sumaban 592 millones de pesos. Las alertas lanzadas por destacados directores como Guillermo del Toro y Alejandro González Iñarritu, o actores como Gael García Bernal, lograron suavizar el golpe, pero la tijera no se contuvo.
Se ha criticado, sin embargo, que el Gobierno ha invertido mucho presupuesto en mega proyectos como el Tren Maya o la renovación del Bosque de Chapultepec, una inmensa obra que incluye la apertura de nuevas salas de cine gestionadas por la Cineteca Nacional (un proyecto valorado en 600 millones de pesos), o la construcción de la gran Bodega Nacional, en la que se conservarán obras de arte de los museos federales. El proyecto ha sido nombrado como Chapultepec: Naturaleza y Cultura y se trata de una intervención cultural ordenada directamente por el presidente López Obrador, que prometió una inversión de 10.000 millones de pesos para mejorar las conexiones dentro del bosque, recuperar zonas abandonadas y abrir zonas cerradas al público. El presidente la inauguró el miércoles, aunque las obras aún no han concluido, montado sonriente en el cablebús que conecta Los Pinos, convertido en un complejo cultural por este Gobierno, con la nueva Cineteca. “Significa la recuperación de lo público, componente fundamental de la transformación profunda que emprendimos”, escribió el mandatario en sus redes sociales.
Nubia Macías, gestora cultural y exdirectora de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, ha considerado como “muy pobre” el informe presentado el lunes por la secretaria Frausto sobre su gestión y le ha llamado la atención que no hiciera una referencia directa a la inversión en Chapultepec, o al programa cultural comunitario, que pretendía llevar proyectos culturales a las poblaciones que han quedado al margen de las políticas estatales. “Puedo asegurar que no se atendió a la gente”, dice Macías, quien abre una interrogante sobre los logros alcanzados por ese proyecto, una de las banderas ondeadas por Frausto cuando tomó el cargo. “Una se queda con muchas dudas y preguntas sobre lo que sucedió a lo largo del sexenio”, dice Macías. “Como ciudadana mexicana pediría que se invirtiera en la gente que hace cultura, que tenga los apoyos y los instrumentos para hacerlo. Esta Administración deja pendiente haber hecho cultura para todos los mexicanos“, agrega.
Macías hace hincapié en que el Gobierno federal ha “abandona industrias que generan muy buena parte de la economía de este país, como la del libro, la cinematográfica, todas las expresiones de las Bellas Artes”, explica. “Es tristísimo, porque si haces un recorrido histórico desde la creación de Conaculta [la primera institución creada en 2015 para impulsar la promoción de las artes mexicanas]hasta la fecha, esta ha sido seguramente la Administración de Cultura que más abandonó al sector, la que menos hizo por un sector que no solo se expresa a través de las grandes obras, sino desde lo cotidiano, en un país riquísimo en expresiones culturales. Es terrible y triste lo que sucedió en este sexenio”, ha zanjado. Cerrar las heridas del sector por la llamada austeridad republicana es uno de los enormes retos que recibe la próxima secretaria de Cultura, Claudia Curiel. “La persona que llega a sustituir a la actual secretaria de Cultura tiene que hacer un trabajo monumental para recuperar la confianza de todos los sectores, que han sido muy maltratados a lo largo de este sexenio, porque los han abandonado”, asegura Macías.
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